A pesar de que en mis clases de Ciencia Política nos enseñaron que la política es “el arte de lo posible”, siempre alegué que en el actual juicio para lograr la remoción de Donald Trump, las posibilidades de que esto último sucediera eran mínimas. Tal vez ahora las circunstancias, sino el juicio político mismo, han cambiado. Me refiero a las memorias de John Bolton, que hasta agosto del año pasado fungiera como el principal asesor de seguridad nacional de Trump, y que serán publicadas en la tercera semana de marzo.
El titulo del libro es The Room where it Happened, A White House Memoir(“El Cuarto donde Sucedió: Una Memoria de la Casa Blanca”). En sus memorias, Bolton sostiene que le advirtió a Trump contra supeditar la ayuda de $391 millones a Ucrania, a cambio de que se investigara las actividades comerciales de Hunter Biden, hijo de Joe, vicepresidente de la administracion Obama. Hunter trabajaba para Burisma, una compañía energética ucraniana, con la cual ganó millones de dólares.
Como Biden Senior, según múltiples encuestas, es el único candidato demócrata que presenta posibilidades de derrotar a Trump en las elecciones presidenciales de noviembre de este año , el descubrimiento de cualquiera actuación indebida aumentaría una posible ventaja de Trump.
Bolton calificó el acto como un bombazo, comparándolo “como lidiar con un cartel de drogas”. John Bolton no es cualquier republicano; es mas intervencionista, halcón y conservador que cualquiera.
Los demócratas, oliendo sangre, ya no solo se conforman con el manuscrito del libro que , dicho sea de paso, la Casa Blanca sabía de su contenido desde diciembre; ahora, en lo que puede ser mucho mas devastador, quieren los mismos apuntes de las reuniones de Bolton, con los directivos de la Casa Blanca.
Kenneth Starr, uno de los principales abogados defensores de Trump, afirma que, “como la guerra, un juicio de destitución es el infierno”. Y Alan Dershowitz, que es un profesor emérito de la Escuela de Derecho de Harvard, sostiene que “aunque lo que el señor Bolton escribió sea cierto, esto no justifica un delito que merece un juicio político de destitucion”. Entonces, ¿en qué pueden cambiar los vientos políticos todavía favorables a Trump, en que su partido mantiene una cómoda mayoría en el senado? Los senadores demócratas suman 47. Los republicanos mantienen la postura de no llamar a mas testigos. Pero, caveat emptor, los senadores Susan Collins de Maine y Mitt Romney de Utah, se pueden inclinar por lo contrario. A estos se les puede sumar Lisa Murkowski, de Alaska.
En un sesudo ensayo de Michael D. Shear, del New York Times, este alega que aunque dos terceras partes del Senado voten por no llamar a John Bolton u otros como testigos, correspondería a John Roberts, en última instancia, como miembro de la Corte Suprema de Justicia, la decisión de que esto se de lugar o no. En Estados Unidos las leyes que se refieren a la destitución de un presidente de su cargo datan de 1868, y se prestan a varias interpretaciones.
Hay muchos que, como yo, alegan que la supuesta mala conducta de Trump no se puede comparar al escándalo Watergate, en el cual, como se recordará, se descubrió la trama del robo de documentos en la sede del Comité Nacional del Partido Demócrata, y que además incluyera muchas instancias de abuso de poder de miembros de la administracion del presidente Nixon. Aun reafirmando la importancia geopolítica de Ucrania, parte de la ex-Unión Soviética, que se encuentra estratégicamente situada entre la Rusia de Putin, y los países que conforman la OTAN. Muchos piensan que Nixon tuvo que renunciar, antes de ser destituido, por los actos que cinco infiltrados hicieron al robar documentos del Partido Demócrata. Este no es el caso. Nixon cayó porque mintió, en lo “que sabía y cuando lo sabía”, y ayudó en el encubrimiento del delito. Hay que preguntar: ¿hasta dónde las consideraciones morales priman en la conciencia de los senadores republicanos, sobre sus intereses partidistas y políticos?
En su defensa, Nixon alegaba que un presidente en función no podía cometer algo ilegal porque, después de todo, era el presidente. Dershowitz, sorprendentemente, se acerca a esa posición al afirmar que “cualquier acto que el presidente haga para mantenerse en el poder, sirve en función del interés nacional”.
¿Que haría usted, estimado lector, si fuese un senador republicano? Imagino que la mayoría de estos actuales senadores elegirán la opción más viable políticamente para ellos: que sean los electores los que decidan en las próximas elecciones presidenciales de noviembre, si Donald Trump es culpable o no.
El autor es empresario
