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Ambiente

Quemas de verano

Enero suele ser nuestro mes más agradable. Recién terminan las lluvias, descienden los niveles de humedad, inician los vientos, disminuye la nubosidad y el sol brilla más vivamente. En los campos, las montañas y las áreas urbanas de esparcimiento, el verdor del follaje se mantiene tras las precipitaciones del período lluvioso.

Poco tiempo, sin embargo, transcurre antes de que comiencen las quemas. Ese flagelo azota al país desde tiempo inmemorial y, en vez de decaer con el paso de los años y el avance del conocimiento, empeora cada vez más.

En 2018, el Cuerpo de Bomberos contabilizó 3 mil 741 incendios de masa vegetal (http://www.bomberos.gob.pa/2019/01/mas-de-3-mil-incendios-de-masa-vegetal-se-registraron-en-el-2018/). Tan solo en el primer trimestre de 2019, la cifra ascendió a 5 mil 165 (La Estrella de Panamá, 3 de abril de 2019).

En los primeros 6 días de 2020, el Cuerpo de Bomberos registró 37 quemas (http://www.bomberos.gob.pa/tag/incendios-masa-vegetal/). Las cifras reales deben ser superiores, pues hay muchos incendios que no se reportan o no son atendidos por los bomberos.

En su mayoría, las quemas se dan por desidia o maldad. Con fines de limpieza y preparación de terrenos para la siembra, continúa llevándose a cabo esa mala práctica, sin consideración alguna con la naturaleza o los vecinos. Para capturar un venado, un saíno o una iguana, algunos cazadores prenden los montes, ocasionando incendios.

Muchos propietarios conscientes y preocupados por la ecología se ven obligados a asumir las tremendas consecuencias de la irresponsabilidad ajena. Peor aún: cuando se recurre a la autoridad, esta no actúa.

El Cuerpo de Bomberos carece de capacidad y voluntad para sofocar tantas quemas. Para que impongan la ley, por gusto se recurre a gobernadores, alcaldes o corregidores (ahora, jueces de paz, más incompetentes que sus antecesores). Llevo semanas intentando que la corregidora (o jueza de paz) de Toza, en el distrito de Natá, dicte medidas para proteger de las quemas un proyecto de reforestación con especies nativas. Para los servidores públicos, la protección ambiental no es prioritaria.

El sistema judicial archiva las denuncias por delitos ambientales, porque a los fiscales y jueces no les da la gana de tramitarlas. Me he referido anteriormente a la denuncia que en mayo de 2016 presenté ante la fiscalía de Darién (La Prensa, 6 de septiembre de 2017).

Ese año, la provincia fue asolada por los fuegos; entre las áreas que ardieron sin misericordia estuvo la Laguna de Matusagaratí. Aun así, al fiscal no le importó. Dejó que venciera el término de la acción que presenté, al cabo de lo cual pidió que se sobreseyera el caso.

Las quemas retornaron el año pasado a Darién con similar intensidad, destruyendo a su paso bosques y cultivos. ¿Qué nos espera este año? Ni hay preparación para desastres ni, mucho menos, conciencia ecológica. Los ministerios de Educación, Ambiente y Desarrollo Agropecuario no promueven el cuidado ambiental. A los medios de mayor difusión (radio y TV) no los motiva esta causa. Lo suyo es la chabacanería, la banalidad, la idiotez y la superficialidad.

Ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, en septiembre pasado, el señor Cortizo expuso su preocupación por la ecología en los siguientes términos:

“En Panamá hay más de 10 mil variedades de plantas y mil especies de aves. La biodiversidad del planeta está en nuestras manos. Todos unidos, debemos cambiar para alejar el peligro de extinguirnos. ¡Hay millones de especies en peligro de extinción!” (La Prensa, 25 de septiembre).

¿Qué sustancia tienen sus palabras? Por lo visto, ningún funcionario les prestó atención. Su gobierno es tan incapaz que no puede, siquiera, mantener libres de herbazales los hombros e isletas de las carreteras. Además de ser refugio de maleantes, pronto se incendiarán, pero el Ministerio de Obras Públicas tiene otras preocupaciones.

Según un informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), “la década de 2010 a 2019 fue la más caliente jamás observada” y en los años por venir se esperan más fenómenos extremos (La Prensa, 15 de enero). Pareciera que los panameños queremos contribuir al calentamiento global. En vez de sembrar árboles nativos y frutales, seguimos incendiando nuestra masa vegetal. Así contribuimos, directamente, al aumento de temperaturas, la pérdida de especies y la contaminación del agua y el aire.

El autor es politólogo e historiador y director de la Maestría en Relaciones Internacionales en Florida State University, Panamá.


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