EDUCACIÓN

Una responsabilidad de todos: Efrén Villarreal

Todos hablan de la crisis en la educación. Los hechos, dramáticamente comprobables, confirman que la educación pública, primaria y secundaria, que se imparte en nuestro país es desastrosa. Días atrás la Universidad Tecnológica de Panamá comunicó que más de la mitad de los candidatos para ingreso había fracasado en sus pruebas de admisión.

En 2010, la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe de la Unesco publicó el documento escritura Un estudio de las habilidades de los estudiantes de América Latina y el Caribe. El trabajo recoge información que evalúa la escritura de los alumnos de tercer y sexto grado de 16 países. Escribir correctamente es la capacidad de plasmar ideas coherentes aplicando una secuencia lógica y usando la ortografía adecuada. Para escribir bien es necesario pensar bien. Entre los resultados del estudio se destaca que los alumnos panameños de sexto grado cometen la mayor cantidad de errores ortográficos de los 16 países analizados, mientras que los cubanos, la menor. Solo el 27% de los alumnos escribe textos descriptivos coherentes (Uruguay 62%), y apenas un 4% escribe textos narrativos adecuados (Cuba 23%).

La responsabilidad de que los estudiantes escriban bien es de maestros y profesores, cualquiera sea el plan de estudios vigente. Las estadísticas indican que alguien no está haciendo el trabajo por el que se le paga.

Hemos visto cómo los dirigentes magisteriales hablan –o gritan– frente a los medios. Les haría bien volver a la escuela y aprender a expresarse en forma comedida, adecuada y coherente, para ser un ejemplo a seguir en nuestra sociedad.

El sistema educativo debe cambiarse desde la raíz, ya que no responde a las exigencias de este mundo en evolución. La inversión de mil millones de balboas anuales que cuesta la educación estatal (alrededor del 15% del gasto público) y que pagamos con nuestros impuestos, no se corresponde con los resultados mediocres de la gestión educativa. La responsabilidad es de los dos sectores, educadores y autoridades, pero también es de todos nosotros. Hay que preguntarse por el futuro que queremos para nuestros hijos y meditar profundamente en el modelo educativo que debemos tener.

La educación es la base de la libertad, la democracia y la justicia. Sin esos derechos no podemos humanizar el medio que nos rodea y acabar con la corrupción y la violencia que amenazan nuestras vidas.

Es fundamental dejar de lado los protagonismos y las declamaciones. En lugar de medir fuerzas hay que trabajar para tener un sistema educativo de excelencia, docentes comprometidos y con nivel académico de primera; y autoridades honestas que respondan al bien común –no solo al dinero–, más allá de sus insignificantes aspiraciones partidistas. No es necesario reinventar la rueda. Miremos la educación en los países desarrollados, sus planes de estudio, los modelos pedagógicos, la preparación de los docentes, los salarios que devengan y las instalaciones de enseñanza, y diseñemos el modelo que merece nuestra sociedad. Ojalá que, para hacer eso, educadores y funcionarios sepan pensar y escribir con coherencia para no quedar como vergonzosos últimos lugares.

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