La cuarentena no incluye ni el sentido común ni el crítico. De hecho, es recomendable sacar la cámara de fotos crítica para retratar a los responsables políticos y sociales de muchas de las decisiones que se están tomando durante esta terrible crisis que no terminará cuando se levante la cuarentena.
Retraten al político que vota en contra de poner, junto al rubro de la salud, su partida postelectoral: no hay cabeza pensante, ni corazón doliente que comprenda tal vileza, pero retrate también al que pretende renunciar al sueldo y se hace fotos para que todo el mundo lo sepa: esos no son menos viles.
Retraten al que sube los precios aplicando a la urgencia las leyes del mercado, o al que se aprovecha del miedo y difunde mentiras por las redes para reírse de todos detrás de su sobrenombre virtual; retraten a los que sólo piensan en sí mismos e incumplen las normas creyéndose estúpidamente superiores al resto.
Retraten a los “espirituales”, a los que sólo ven condena en la pandemia, pero no dejan de estirar la mano para el diezmo y la ofrenda, o los que desafían la enfermedad creyendo que su “dios” (que muchas veces es su propio ego y soberbia), va a saltarse las normas de higiene y confinamiento para salvarlos sólo a ellos.
Cuando pase todo esto, no olviden quienes fueron y se lo recuerdan. No por revanchismo, sino porque una cosa tenemos que aprender de esta circunstancia: el silencio alimenta los monstruos, mirar para otro lado refuerza la corrupción. No olviden que el “juega vivo” político y civil no descansa y que es en situaciones como esta cuando la condición humana es mucho más retratable.
Esta no es una guerra, es una crisis que hay que gestionar, sin héroes, tomando decisiones con responsabilidad. Que la ficción no nos nuble la lente del criterio: cada uno debe cumplir con su deber y asumir su responsabilidad para salir retratado tal cual es.
El autor es escritor