DE LAS CUALIDADES HUMANAS

Todo al revés

Me solidarizo con el pueblo haitiano. Aunque la naturaleza no discrimina según condición social, cada vez que se produce una catástrofe, me fastidia que sean usualmente los habitantes más pobres quienes sufren los peores desenlaces. Cuando estas tragedias ocurren, sé que a los creyentes inteligentes les entra duda sobre la hipotética existencia de un ente etéreo, omnipotente, caritativo y cuidador del destino de unos seres humanos hechos a imagen y semejanza.

Los comprendo. No existe ninguna explicación lógica para que esa todopoderosa y piadosa deidad no haya prevenido tan horrible devastación. Irrita, empero, que los devotos radicales consideren estos sucesos como un castigo divino por las peculiares prácticas rituales en la isla caribeña, como una prueba celestial para comprobar la firmeza de la espiritualidad terrenal o como una faena perpetrada por fuerzas mefistofélicas. Esas ideas no sólo denotan extraordinaria estupidez sino que son una lacerante ofensa a la lucidez mental de la humanidad entera. Mentalidades de caverna.

Hago un serio llamado a los medios de comunicación televisivos. La cultura de un país es muchísimo más importante que el dinero obtenido por los ratings. Con tanta delincuencia y perversión que hay en América Latina, resulta inaudito que los canales criollos, usando reporteras escotadas hasta el ombligo, anuncien y transmitan, bajo fuegos artificiales, novelas que subliman las aberrantes vivencias de los carteles del narcotráfico. Esos mismos programas exhiben, en horas perniciosas, crónicas de sexo, violencia, superstición, brujería y curanderismo. Embaucadores de oficio presagian los números que saldrán en la lotería. Si fueran tan adivinos, ya serían millonarios y no necesitarían engañar a ingenuos con falsa retahíla. Nos quejamos de la incivilización de nuestra sociedad pero, paralelamente, contribuimos a fomentar incultura y tercermundismo.

La honestidad es una cualidad sencilla de definir. Existe gente, sin embargo, siempre dispuesta a enredar el término para su propio provecho. Se supone que la sabiduría de una persona se incrementa con el paso de los años. A juzgar por las disyuntivas actuales sobre asuntos jurídicos, tal parece que la mía va para atrás. Todo lo interpreto al revés. El área de la ciencia es más fácil. En medicina, la razón fracasa solamente en menos de un aleatorio 5% de veces. En el escenario mundano, particularmente cuando se involucran abogados y periodistas de dudosa ética, la verdad yace oculta bajo las artimañas de profesiones que son aprovechadas por oportunistas para sembrar confusión en cada tema analizado. En Panamá, con sólo conocer el nombre de los defensores, uno puede presumir culpabilidad, con mínimo riesgo de error.

Un fiscal es atrapado flagrantemente en una coima. Aprovecho para aclarar que, pese a su apellido, no es nada mío. Ese bribón acusa a la procuradora de haber utilizado tácticas ilegales para descubrirlo in fraganti. Ahora resulta que el tipo es inocente y ella culpable. Puedo entender que a una sociedad harta de tanta impunidad le moleste que Ana Matilde tenga una hilvanada y convincente retórica pero pobre eficacia para meter a peces gordos tras las rejas. No obstante, sacarla de su puesto por pequeñeces procesales resulta más que absurdo. Ella me parece una persona honrada y capaz que debe terminar su período. Quizás, las presiones a que ha sido sometida últimamente, propicien el surgimiento de agallas en su actuar.

Un ingeniero fue enjaulado por presunta corrupción. Debido a reportes de la Unidad de Análisis Financiero, la Fiscalía Especializada contra la Delincuencia Organizada lo acusa de blanqueo de capitales y aumento injustificado de su patrimonio personal. Las investigaciones indican que 21 empresas inmobiliarias, cuyos proyectos dependían del permiso del funcionario, hicieron depósitos a su favor por casi 2 millones de dólares en poco más de 2 años de gestión municipal. Para colmo, este señor paga la substanciosa fianza sin despeinarse. ¡Jo! Si yo estuviera en su situación, mi esposa, para no tener que empeñar hasta las gónadas, me habría dejado hibernando en prisión por el término de la pena.

Un ex presidente, en el contexto de información publicada por periódicos, se benefició económicamente de varias acciones ejecutadas durante el ejercicio de su mandato. Esas maniobras, de probarse espurias, se enmarcan dentro de la definición conceptual de enriquecimiento ilícito. El espectáculo circense que se montó con su búsqueda y conducción fue deplorable. Lamentable, también, fue escuchar a fósiles del PRD hablando de persecución. Cínicos. Los que tenemos memoria histórica sabemos que ellos fueron expertos en actividades maquiavélicas de vergonzosa calaña. La clase política debe entender, de una vez por todas, que drenar recursos del Estado o utilizar el poder para llenar bolsillos particulares amerita castigo ejemplar. Basado en las reseñas, el fiscal Ayú Prado actuó como corresponde. De seguir así, ya tendríamos el primer Garzón panameño.

Sócrates decía que cuatro atributos debían corresponder al juez: “Escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente”. “Culminar valientemente” es la que le faltó al gran filósofo griego. La agrego yo.


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