El exprocurador Ulloa llegó y no hizo nada…y se fue y no dijo nada. ¿Cómo es posible esto, luego del largo proceso al que se le sometió antes de nombrarlo?
Una empresa especializada lo sometió a filtros técnicos. Una comisión de la sociedad civil también lo sometió -junto a otros- a una entrevista pública y luego lo calificó en una lista final que se entregó al presidente y éste lo escogió. Pero todo este proceso falló miserablemente, no sólo en este caso, sino en otros.
Revisemos por qué el proceso falló. Las empresas dedicadas a examinar candidatos tienen relativo éxito en lograr gerentes y directores de empresa, porque en las empresas las gerencias tienen medidas numéricas diarias, semanales, mensuales y anuales... Y los números no mienten. Si buscamos un gerente, en qué empresas ha sido gerente él y los candidatos al puesto, y cuáles fueron los números de su gestión en ventas, costos y utilidades. Si los números han sido buenos, entonces –y solo entonces– medimos otros factores más subjetivos: su inteligencia intelectual y, más importante, su inteligencia emocional, su don de mando y sus relaciones laborales. ¿Es administrador o es líder? ¿Dirige diciendo “vayan” o “vamos”?
Aunque se cometen errores, las medidas son más certeras y objetivas, aumentando las posibilidades de éxito.
En la búsqueda de personas para importantes puestos de gestión pública, el cuadro cambia radicalmente porque no hay cifras certeras, de manera que las posibilidades de éxito en una búsqueda técnica y participativa disminuyen radicalmente.
Al no existir cifras para medir historia de efectividad, todo se inclina hacia lo subjetivo y el currículum presentado, lo que mi recordado amigo Carlos Iván Zúñiga llamaba “ridículum”, como se titula este artículo.
En la función pública y, en especial, en importantes cargos en la gestión de justicia, hay que examinar al candidato (sea mujer u hombre) desde los calzados hacia arriba, porque la valentía es requisito indispensable para estos puestos públicos. Si hay valentía, entonces se consideran los demás elementos importantes.
En el “ridículum”, si la persona no es valiente y nunca ha tomado decisiones controversiales, o nunca se ha sometido al examen público y a los consiguientes bochinches buenos o malos sobre su gestión, o sea, que tiene un “ridículum” o “historial limpio“, puede significar que nunca ha hecho nada, todo lo contrario a lo que buscamos en un candidato para un importante puesto público de mando y jurisdicción.
En conclusión, y sabiendo que mis amigos y aliados de la sociedad civil me pondrán una cruz, el sistema actual comprobó –dramáticamente– en el caso del exprocurador Ulloa, no funcionar por razones lógicas y racionales. Una cosa es empresa y otra –radicalmente distinta– es ejecutores en la función pública.
Sugiero respetuosamente que, para el próximo nombramiento, sea todo al revés, y sea el presidente quien envíe a la sociedad civil los nombres de cinco candidatos que está considerando, para que la sociedad civil dé su opinión mayoritaria sobre cuál es el candidato más calificado para tomar decisiones racionales y con la valentía requerida.
Ahora, como posdata, opino que, sin conocer al licenciado Javier Caraballo, procurador suplente ahora en funciones de procurador, por su posición como fiscal de drogas, tiene, como condición comprobada, la valentía personal, elemento vital para el puesto. Para tratar de eliminar la inestabilidad en la Procuraduría, sugiero que el presidente haría bien en confirmarlo en el puesto por los pocos años que quedan del término actual. Si decide nombrar a un nuevo procurador, sugiero sea de la valentía y calidad comprobadas de –por ejemplo– Adán Arnulfo Arjona, exmagistrado de la Corte Suprema de Justicia, o de Alvin Weeden, excontralor General de la República.
El autor es fundador del diario La Prensa
