Ruido de fondo



Somos tan necios que no vemos que el mundo, allá lejos y aquí mismo, sufre una tragedia global que escapa a runrunes proféticos y a medidas económicas hechas con reglas torcidas por el servilismo y el interés del que paga y exige beneficios. Nuestros hechos hablan tan alto que no se escucha lo que decimos.

Moratorias populistas mal planteadas, bolsas de comida interesadas, o patrocinios de solidaridades bien calculadas, son el ruido de fondo que no nos deja escuchar el verdadero concierto de nuestra situación nacional: desempleo, economía sumergida, inestabilidad social, un sistema de salud deficiente, mala distribución de la riqueza, educación paupérrima, una actitud crítica subterránea, desafección cívica.

El poder de unos precisa la necedad de los demás”, afirma Bonhoeffer, rotundo. Estamos siendo conducidos por un grupo de personajes de la peor calaña y no parece que nos importe mucho. Nuestra necedad es tan grande que nos hemos hecho sordos ante la realidad. Aplaudimos logros ínfimos de panameños sueltos por aquí y por allá y cualquier pequeñez nos alegra como si fuese la solución del problema.

Esta pandemia ha subido el volumen a la música de nuestra miseria y el poder ha redoblado el ruido de fondo para que sigamos ensimismados y aturdidos, para que no evaluemos las verdaderas dimensiones del asunto. Abandonemos toda esperanza de ver una “nueva normalidad”, de vivir en una sociedad mejor, eso no va a ocurrir en ninguna parte: no permitamos que nos cancelen esta normalidad sin ser resuelta con justicia.

“Convertido así en instrumento sin voluntad propia, el necio estará dispuesto a cometer cualquier mala acción y, al mismo tiempo, será incapaz de ver el mal”, dice Bonhoeffer, dibujando un panorama desolador. Pero el ruido de fondo nos parece mejor, positivo, preferimos escapar de la acústica de nuestra miseria y confinar el criterio para que no estorbe la absurda alegría.

Vamos hacia una salida en falso y, cuando abramos la puerta, habrá más de lo mismo.

El autor es escritor

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