Nada de que asombrarnos en realidad. Los seres humanos somos los culpables absolutos del desastre climático que afecta al planeta que nos cobija, tal y como ha señalado con total contundencia el reciente informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas, en el que participan 234 expertos de 66 países. La ventana de duda que quedaba sobre otras posibles causas del fenómeno se cerró en este informe. Somos nosotros los culpables al quemar combustibles fósiles y deforestar.
La imparable llegada de CO2 a la atmósfera está afectando irremediablemente el clima, y los cambios ya producidos serán irreversibles durante siglos, entre ellos el aumento del nivel del mar.
La contundencia del informe y la gravedad de la crisis provocó que el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, lo calificara como un “código rojo” que debía provocar el fin del uso del carbón y combustibles fósiles, antes de que se destruya el planeta. Antes de que se destruya la posibilidad de nuestra sobrevivencia en el planeta, agrego yo.
“Si no reducimos las emisiones, el clima futuro será una especie de infierno en la tierra”, comentó el Tim Palmer profesor de Física de la Universidad de Oxford y líder del equipo investigador del cambio climático de esa universidad británica.
El informe previo es de 2013 y desde entonces las evidencias se han multiplicado y los efectos se ven ya por todos lados: devastadores fuegos en California, Grecia y Turquía; inundaciones en Alemania, China e Inglaterra; terribles olas de calor en Canadá y Siberia, por mencionar solo los últimos eventos conocidos.
Y por estos lares, ¿qué estamos haciendo? Sabemos que a cargo del tema en el Ministerio de Ambiente está la Dra. Ligia Castro, una profesional comprometida. Sabemos, por la página del MiAmbiente, que en 2016 Panamá entregó su primera contribución nacional que incluye dos acciones: una en el sector energético y la otra en la gestión forestal. Sabemos que hubo mucho regocijo por la categoría de “carbono negativo”, ya que según el conteo oficial de MiAmbiente, nuestros bosques son capaces de absorber más gases de efecto invernadero de los que emitimos en todas las actividades humanas que se realizan en el país.
Sabemos también que la Secretaria de Energía, con Jorge Rivera Staff a la cabeza, impulsa una estrategia de movilidad eléctrica, enfocada en dejar atrás la dependencia de los combustibles fósiles. Se trata de un tema muy importante porque el sector transporte es responsable de la mayoría de las emisiones.
Pero todos esos planes y acciones se quedan cortos. El mensaje sobre la gravedad de la situación no está llegando a todos los sectores y el sentido de urgencia no se siente.
En realidad, cada día vemos más y más casos que demuestran tanto indiferencia como desconocimiento sobre temas básicos. Allí está el famoso memorándum de entendimiento entre Panamá y la contaminadora empresa de Texas, Energy Transfer, para analizar la construcción de dos terminales conectadas a oleductos -en el Pacífico y en el Atlántico-, para la recepción, transporte y exportación de gas licuado de petróleo. Un proyecto que contradice completamente nuestros compromisos internacionales en materia ambiental y nos pone del lado equivocado de la historia.
Es decir, si se concreta el proyecto con Energy Transfer, nos convertiremos en surtidores de una sustancia que, ahora se sabe, libera al extraerlo y transportarlo grandes cantidades de metano, uno de los gases que, junto al dióxido de carbono, produce el efecto invernadero.
Y que hablar de la minería que requiere devastar y acabar con toda la vegetación existente en el lugar donde se realiza. Nuestra famosa categoría de carbono negativo peligra con esta actividad a la que el gobierno nacional le está apostando fuertemente.
Afortunadamente, hay quienes no se rinden en esta lucha desigual por salvar el planeta. Algunos se plantean utilizar el informe para llevar a los tribunales a los gobiernos y empresas que no están haciendo nada. La categórica evidencia científica que incluye el informe y que vincula el aumento de la temperatura del planeta con las acciones humanas, provee nuevas y poderosas herramientas para hacer responsable de la emergencia climática a la industria de los combustibles fósiles y a los gobiernos.
Ya existe el precedente de la victoria en la batalla legal con la petrolera Shell, para obligarlos a reducir drásticamente sus emisiones y pagar miles de millones en multas. Se trató de una acción legal impulsada por la organización ecologista Friend of the Earth, apoyada por otras seis organizaciones y más de 17 mil ciudadanos holandeses. Igualmente contaron con el respaldo de accionistas de la empresa conscientes de la crisis que vivimos.
El estado de nuestra justicia no permite ser muy optimista, pero quien sabe, tal vez haya jueces que se apunten a salvar el planeta.
La autora es es periodista, abogada y activista de derechos humanos