Que “las dictaduras carecen de imaginación” lo sabíamos casi todos, pero, cuando Sergio Ramírez lo dice, en el marco de un comunicado contra la ridícula y cobarde orden de detención y allanamiento que la fiscalía de “La extraña pareja” ha dictado contra él, la cosa pone los pelos de punta.
La biografía política y literaria de Sergio Ramírez es bien conocida. Sus allegados no sólo elogian su obra, sino que también exaltan su generosidad y su afán conciliador y constructivo. Lo que ocurre es que, a los Ortega, como a todos los dictadores en todos los tiempos, no les gusta que les digan las cosas a las claras, se hacen fuertes entre el compadreo aterrado y el elogio a toda costa so pena de justicia sumarísima. Por eso Sergio y sus libros (los leídos y los escritos) no caben en la mente ni en la Nicaragua de “La extraña pareja”.
Muchos más están en la situación de Sergio Ramírez en su Nicaragua natal. Se acercan las elecciones, y hay que restar opositores, secuestrar libros subversivos y encerrar a personas con altura moral y democrática que hacen sombra a la caricatura de lo que pretendió ser Daniel Ortega, hace mucho tiempo atrás. Hacerle esto ahora a Sergio Ramírez y a lo que su persona y su obra representan, ha sido la más grande de las estupideces. Ahora falta que el mundo se dé cuenta del hecho y responda en consecuencia.
“Las únicas armas que poseo son las palabras, y nunca me impondrán el silencio”, dijo hace días Sergio Ramírez, con la serenidad que da una vida de compromiso democrático, a pesar de la persecución, y nosotros debemos solidarizarnos con esta postura ante los que se creen dueños de nuestra voz y de nuestra conciencia: no podrán callarnos, no nos dejaremos.
Todo nuestro apoyo a Sergio Ramírez y a su esposa Gertrudis Guerrero, y a todos los nicaragüenses de bien, encerrados por la sinrazón.
El autor es escritor