He terminado el último libro de Charles Krauthammer, uno de los pocos periodistas de opinión conservadores que tiendo a leer. El libro se titula The Point of It All y contiene lo que él considera sus mejores columnas antes de fallecer.
En esta columna usaré algunas de sus ideas, siempre entre comillas, y otras que motivan ideas propias.
Comienzo con unas citas importantes: “Todo lo que importa depende ultimadamente de la política”; “al final, todo… vive o muere por política”.
Adiciono yo que cuando dice “política” es aquella con “P” mayúscula. No solo la política de políticos en busca del poder público, sino política de aquella ejercida por organizaciones de la sociedad civil y, en fin, aquella ejercida por el poder ciudadano en la calle en modo de protestas.
Decía el padre del autor: “ya sea en la extrema derecha o extrema izquierda, nacionalismo extremo, socialismo extremo, fanatismo religioso o ateísmo intolerante, está la ruina de todas las cosas humanas y bellas de la vida”.
Los dirigentes de gobierno deben ser “proponentes de ideas, logradas algunas por medio de leyes y otras que formen la conciencia nacional”.
Aplicando estas ideas a lo nuestro en Panamá, se está despertando el poder ciudadano para ir corrigiendo malos rumbos; primero respecto al Código Electoral –todavía incompleto-, y luego hacia otros temas vitales del país, como el alto nivel de desigualdad y pobreza creado por el sistema vigente. Este despertar todavía no es completo, porque hay muchos ciudadanos suscritos al grupo de “sí, pero” o “sí, estoy de acuerdo… pero no con quien convoca”, entre otras muchas razones o excusas para no activarse y ni siquiera intentar salvar la política y el país.
Ser aliado del poder ciudadano en un 60% no tiene valor reformador alguno.
Dejemos el “sí, pero...” y demos rienda suelta a nuestra humanidad común…¡y nuestro amor común a nuestra bandera! No esperemos el desastre en ciernes para después lamentarnos. ¡Hoy podemos, mañana quién sabe ya no! No hay mejor sentimiento que el de sentirse bien sobre nuestro ejercicio ciudadano; así que, compañero ciudadano, hermano en la nacionalidad, ¡salga en la próxima convocatoria y haga lo que su alma de patriota le dice que debe hacer!
Mira la tricolor panameña: ¡es la bandera más sencilla y, a la vez, la más preciosa del mundo! Siente cómo te hace vibrar de amor por ella.
Observa una pollera blanca en un baile de El punto: es la escena del traje folclórico más bello del globo, y lo digo habiendo visto muchísimos otros. A mí, una empollerada bailando El punto, al ritmo del tambor y el violín, me hace brotar lágrimas de emoción de patria.
Una patria que -gracias a nuestro ejercicio del poder ciudadano– llegue a enfocarse en la inaceptable desigualdad con potencial explosivo. Una patria que elimine de tajo la pobreza a través de un fondo de los soberanos, que somos los ciudadanos, por medio del cual llegue a tener cada uno un capital de $50,000, para hacer inversiones en su propia vivienda, en capital humano a través de educación para sus hijos en escuelas privadas o públicas o en un negocio propio de la familia. Nada de subsidios, sino una cuenta de capital para poder generar sus propias inversiones. Si ya lo han hecho en 26 países, ¿por qué pensar que en Panamá, en nuestro Panamá, no es también posible?
¿Qué se necesita para lograr este Panamá que queremos? Tan solo la voluntad de nosotos mismos, del poder ciudadano.
¡Anímate a soñar y a accionar para ejecutar tu sueño, compañero ciudadano!
El autor es fundador del diario La Prensa
