Resulta imperativo conocer en el marco de esta celebración, el sentimiento de El Libertador frente al territorio ístmico que nunca pudo visitar. Estando exilado en Jamaica, en carta de 19 de mayo de 1815 dirigida al mercader británico Maxwell Hyslop, le escribe: “La Costa – Firme se salvaría con seis u ocho mil fusiles, municiones correspondientes y quinientos mil duros para pagar los primeros meses de la campaña. Con estos socorros pone a cubierto el resto de la América del Sur y al mismo tiempo se puede entregar al gobierno británico las provincias de Panamá y Nicaragua, para que forme de estos países el centro del comercio del universo por medio de la apertura de canales que, rompiendo los diques de uno y otro mar, acerquen las distancias más remotas y hagan permanente el imperio de la Inglaterra sobre el comercio”.
Podríamos deducir de estas palabras la intención de Bolívar de vender o enajenar el istmo de Panamá a los ingleses. Redactadas en un momento anímicamente comprometido para él, estando derrotado, abandonado, empobrecido y desterrado como consecuencia de sus primeros intentos independentistas. Y cuya necesidad inmediata serían armas, dinero y recursos de posibles aliados como Inglaterra, en su lucha revolucionaria.
Pero en su “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla”, que le dictara el 6 de septiembre de 1815 en Kingston a su secretario Pedro Briceño Méndez, más conocida como la “Carta de Jamaica”, el Libertador se referiría a los Estados del istmo de Panamá hasta Guatemala así: “Esta magnífica posición entre los dos grandes mares podrá ser con el tiempo el emporio del universo, sus canales acortarán las distancias del mundo, estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia; traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo. ¡Acaso solo allí podrá fijarse algún día la capital de la tierra, como pretendió Constantino que fuese Bizancio la del antiguo hemisferio!” Palabras estas que van dibujando el verdadero valor que tenía para Bolívar el istmo panameño. Más aún cuando adiciona: “¡Qué bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos!”
Y cuando el 7 de septiembre de 1824, Simón Bolívar, como jefe de Estado del Perú, remite carta a los gobiernos de Colombia, México, Río de la Plata, Chile y Guatemala, invitándolos a asistir al Congreso Anfictiónico de Panamá, expuso lo siguiente: “Parece que si el mundo hubiese de elegir su capital, el istmo de Panamá sería señalado para este augusto destino, colocado, como está en el centro del globo, viendo por una parte Asia, y por la otra el África y la Europa”. Sin olvidarnos cuando al referirse a nuestra emancipación del imperio español tres años antes, diría: “El Acta de la Independencia de Panamá es el documento más glorioso que puede ofrecer a la historia ninguna provincia americana”. Un alejamiento que Panamá adelanta sola y sin sangre, antes de que pudiera enviarnos las tropas de liberación que ya tenía organizadas. Las palabras del Libertador no son las del soñador que fantasea, anhela o imagina al istmo con un alma de poeta, porque conocía a plenitud la función geográfica que Panamá cumplía. Y como hombre de acción, valoraba la importancia de obtener la libertad ístmica del imperio español, porque constituía el “precioso emporio del comercio y de las relaciones del mundo”, como le relató a José de Fábrega en carta de 1 de febrero de 1822.
En conclusión, para Bolívar, Panamá era algo grande. Tanto así que en carta del 7 de enero de 1822 a Francisco de Paula Santander, cuando todavía no se había percatado de nuestra independencia, le dijo a manera de posdata: “P.S. – Olvidaba decirle a usted lo principal: que se precipite la expedición al istmo, de cualquier modo que sea, como no lo dudo, la salida de Mourgeon, a fin de que si tenemos pérdidas por esta parte, las indemnicemos en el istmo, que, a mi opinión, es la más interesante parte de toda Colombia”.
El autor es abogado