Un tema presente en nuestra sociedad, pero que muchas veces tratamos de evadir, es el suicidio.
La postura de evitar o pretender que algo no existe, no lo elimina. Sólo logra mantenernos desinformados de lo que ocurre en el interior de nuestros seres queridos y que su sufrimiento emocional sea cada vez más profundo, intenso y duradero por no contar con el apoyo y guía adecuada para abordarlo.
Por muchos años se creyó que hablar del tema “sembraba ideas en la cabeza”, cuando por el contrario varios estudios indican que abrir espacios para hablar sobre el suicidio nos da la oportunidad de conocer cómo se siente el otro, qué tan profundo es su sufrimiento e identificar a tiempo a quienes se encuentran en riesgo.
Recordemos que no se trata de un evento aislado ni que se produce de forma repentina. Detrás de un suicidio hay un proceso compuesto por cuatro fases, lo cual nos permite prevenirlo si sabemos cómo abordarlo e intervenimos a tiempo.
La primera fase es cuando la idea aparece como una posible forma de escapar del dolor emocional. Inicialmente no tiene mayor estructura, pero con el paso del tiempo la idea puede ser más intensa, profunda y duradera.
Posteriormente, la idea evoluciona a un plan. Es en esta segunda fase cuando el sujeto comienza a pensar en cómo llevar a cabo esa idea. La tercera fase es el intento, en la cual se ejecuta el plan promovido por varios ensayos y errores antes de llegar a la última fase, el suicidio consumado.
En la medida que se permita hablar de las emociones, se valide y respete la forma como cada individuo se siente, seamos empáticos, reconozcamos las señales de alarma y busquemos ayuda de profesionales idóneos en el área de salud mental, lograremos evitar el desarrollo y fortalecimiento de las cuatro etapas mencionadas.
Siendo casi imposible predecir cuándo ocurrirá un suicidio, contamos con herramientas para prevenir que esto suceda. Educarnos sobre salud mental y dedicar tiempo para conversar y escuchar a nuestros seres queridos es la base para el bienestar emocional y la constitución de una comunidad más sana.
La autora es psicoterapeuta y coordinadora del programa Sanamente de la Fundación Relaciones Sanas