Ya son muchos los años en que el deporte federado de nuestro país se encuentra en cuidados intensivos. A la espera de que las riendas sean tomadas por profesionales responsables, organizados y con deseos de trabajar, gente con ideas nuevas que estudie el deporte y tenga el conocimiento, la realidad es todo lo contrario, pues las dirigencias son tomadas por diputados y políticos de bolsillos amplios que utilizan el deporte para pedir dinero y presupuesto, convirtiendo las federaciones en su negocio; negocio familiar en algunos casos.
En casos particulares, se realizan elecciones para elegir al presidente de la federación en donde se cuenta solo con una nómina, la del diputado y sus allegados, a pesar de las tímidas expresiones de interés que suelen mostrar de vez en cuando algunos apasionados cuya vida ha sido dedicada al deporte. Queda la duda si la “pérdida de interés” de estos pocos se da debido a presiones, coacciones o arreglos. Con nuestros políticos, “piensa mal y acertarás”.
Al inicio de sus mandatos al frente de las federaciones, se plantean la idea de devolverle el interés y la pasión al pueblo panameño por el deporte, pero con su accionar terminan provocando exactamente lo contrario y alejando aún más al aficionado de los estadios y coliseos. Surgen también las infaltables promesas para modernizar el deporte, para incursionar el deporte en las escuelas y hacer que la juventud los practique, para enfocarse en las categorías menores y reforzarlas económicamente, pero no es más que la misma politiquería de siempre, pues solo piensan en sus intereses personales. Y precisamente es ahí en donde radica el principal problema, en abandonar a la niñez interesada en practicar deportes y no destinar los recursos necesarios para facilitar que el semillero se involucre activamente en la práctica deportiva.
Durante años se ha mantenido la misma tónica: destinar cuantiosas sumas económicas a las federaciones y ligas deportivas, que en gran parte están ligadas a diputados y políticos, con el “sustento” (mas bien pretexto) de utilizarse para apoyos a organizaciones y ligas deportivas de distintos corregimientos, que en su mayoría son de escasos recursos, pero el dinero no llega a los atletas. Quienes se involucran en la práctica de algún deporte deben hacerlo en instalaciones que se encuentran en paupérrimo estado y con implementos deteriorados. Solo quienes puedan hacer uso de sus propios recursos contarán básicamente con lo necesario para la adecuada práctica del deporte.
Y es aquí en donde debemos detenernos a preguntar: ¿a dónde va a parar tanto dinero? Si los diputados que dirigen las federaciones no vieran el deporte como un negocio, quizás el dinero llegara a su destinatario final. Los diputados y políticos han encontrado en el deporte, nuestro deporte, una mina de oro de donde extraer grandes beneficios en detrimento de los atletas.
Si todo el dinero que han pretendido destinar al deporte llegara a los deportistas y sus instalaciones, nuestro país estuviera en lo más alto a nivel regional; sin embargo, el deporte panameño se ha mantenido competitivo a nivel regional (y en algunos casos a nivel mundial), gracias a la habilidad natural, disciplina, gallardía y pundonor de nuestros atletas.
El autor es ingeniero civil y exbeisbolista integrante de la selección nacional de categorías menores