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Desesperanza

Un gobierno liderado por los Rasputines de Panamá

Grigori Yefimovich Rasputin fue un místico ruso con una gran influencia en los últimos años de la dinastía Romanov. Pertenecía a la secta de los flagelantes, que creía que Cristo se podía encarnar en cualquier hombre. Una de sus máximas era: “Se deben cometer los pecados más atroces, porque Dios sentirá un mayor agrado al perdonar a los grandes pecadores”. Muy ambiguo y con una facilidad increíble de verbo, Rasputin era el hombre que conseguía empleos y permitía negocios a cambio de grandes sumas de dinero por sus favores.

Estamos viviendo momentos de incertidumbre, atacados por un virus mortal que nos ha cambiado la dinámica de nuestras vidas.

Como panameña, me siento sumergida en un mar de acciones inadecuadas, tóxicas y oportunistas. Seguimos con el mismo “status quo” de nombramientos de trabajo por compromisos políticos, amiguismo o familiaridad.

El país está sujeto a grupos que responden a diferentes corrientes dentro de un mismo partido o afines al mismo. Es como un gran pastel dividido en partes de diferentes tamaños. Somos un barco a la deriva, carecemos de liderazgo y si un día se dice algo, al otro se hace lo contrario.

Nos prometen que alcanzaremos una “nueva normalidad”, pero, me pregunto: ¿será normal andar con mascarillas, gel y alcohol? ¿Será normal no poder reunirnos con nuestros familiares y abrazarlos y besarlos? Señores, la “nueva normalidad” no existe. ¡Aterricen! Nuestra nueva realidad es mucho más difícil y compleja.

Carecemos de transparencia y rendición de cuentas. Se han tramitado, a través de préstamos y bonos, millones de dólares para atender las múltiples necesidades del sector salud en estos tiempos de pandemia. Sin embargo, observamos con dolor y angustia como el personal médico se queja porque no han recibido sus salarios por más de 2, 3 ó 4 quincenas y porque no tienen los insumos adecuados para su protección y seguridad. Entonces, me pregunto: ¿dónde está el dinero? No me digan que es la burocracia de gobierno. ¡Es inaceptable! Para esto debió existir la debida planificación en tiempo y espacio. Se suponía que se iba a trabajar con los mejores, pero carecemos de igualdad en la aplicación de las leyes. Existe una indefensión en donde el que tiene los medios, si llega a tener algún problema con la ley, consigue casa por cárcel o país por cárcel. Hay carencia de cumplimiento a lo prometido. Se hacen promesas, que luego se olvidan y que, por supuesto, no se cumplen.

Creí con mucho entusiasmo en que vendría un Panamá mejor. Me siento frustrada e impotente al no poder contra estos grandes poderes. Es una pelea entre David y Goliath, pero con un David sin su onda ni su piedra.

Siento angustia y pena cuando escucho y veo que otros países han logrado combatir estas carencias y han salido adelante. ¡Envidia de la buena! Los rezos, la fe y la esperanza son los que me mantienen con el espíritu y el ánimo de ver si algún día estos Rasputines llegan a su fin.

La autora es arquitecta


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