Un puñado de palabras para un paisaje



“Para Aitana, que se encontró con la belleza”

En algún momento de la historia, alguien, decidió dejar de señalar con el dedo la realidad y comenzó a contar historias. El mundo comenzó a llenarse de cuenteros, de habladores, y ya no fuimos los mismos: aprendimos a vivir en pieles distintas a la nuestra mientras durara el relato. Llegaba la ficción para ofrecernos perspectiva y fraternidad (porque la lectura, no se olvide, vincula).

Confinados estos días con las tareas y los libros, era de esperar que en alguna esquina se diera el encuentro. 'Describe el paisaje”, pide el enunciado de Español y, bajo un paisaje de tulipanes rojos y amarillos, con césped verde y lago moteado de cisnes, un pequeño guión invita a Aitana a pensar en lo que ve y contarlo. Yo tecleaba en mi mesa de trabajo ajeno a todo esto, rodeado de libros y notas.

Me llama para leerme lo escrito y se echa a llorar. “Léelo tú”, dice mi hija: “es tan bonito que no lo puedo leer”. Miré el paisaje, leí su descripción, y se me saltaron las lágrimas. No es el texto más brillante, pero hay algo en ese puñado de palabra que consiguió conmover su alma: la belleza, tan escurridiza en estos días tan difíciles y extraños.

Echamos de menos los paisajes, las palabras y los abrazos. Anhelamos la belleza. Deseamos emocionarnos y revolvemos la mirada buscando el asombro de la música, del poema, entre los amigos, en la alegría de los recuerdos. Por unos instantes nos olvidamos de todo y un verso, unos colores, cancelan el apremio y sobreviene cierto ánimo y aliento para seguir soñando.

La Cultura sirve para esto, para acompañarnos en la soledad, para hacernos reflexionar, para nutrirnos de argumentos, para emocionarnos en un instante de contacto con algo tan personalmente hermoso, que no podamos ni siquiera nombrarlo, que nos reconcilia con nuestra dignidad, afianzando nuestra mirada sobre quiénes somos y hacia dónde queremos ir.

El autor es escritor

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