Hoy es 26 de diciembre, así que dejo momentáneamente los temas de la complicada agenda pública para sumarme al espíritu festivo que nos abraza cada fin de año. Y , aunque también se suelen alborotar las nostalgias, el dolor por las ausencias vuelven con fuerza y aires veraniegos se niegan a llegar -efectos de ese cambio climático imposible ya de negar-, los encuentros tantas veces pospuestos, los brindis, los afectos, los conocidos acordes musicales que se escuchan por doquier, provoca que el ambiente se aligere y que el espíritu empiece a cascabelear. Y no importa si eres católico, judío, budista, musulmán, agnóstico o ateo; para bien o para mal, es imposible escapar al espíritu de la Navidad.
Además, hay motivos históricos para no poner resistencia. La cosa viene de muy antiguo y se relaciona con el origen pagano de una fiesta vinculada a la naturaleza, sus ciclos y los efectos que estos cambios producían en aquellos primeros hombres y mujeres. La perplejidad ante la aparente muerte de todo lo vivo que les rodeaba, la larga oscuridad del inverno, y la maravilla del renacer de todo con la llegada de la primavera.
La larga noche que hoy conocemos como solsticio de invierno -que este año ocurrió el 22 de diciembre en el hemisferio norte- es el origen de todo este jolgorio que nos convoca cada fin de año. Se trata de una fiesta celebrada por muchos pueblos de la antigüedad, desde los celtas hasta los aztecas e incas. Pueblos agrícolas que adoraban el lejano sol, al que veían “morir” en invierno, para verlo regresar nuevamente en otro maravilloso ciclo de la naturaleza. Y justo por eso, se celebraba al sol naciente que había vencido las tinieblas de la noche, haciendo posible que los días fueran más largos.
Los romanos, por su parte, honraban esos días a Saturno -el antiguo dios de la agricultura- con una celebración de siete días llamada saturnales -saturnalias en latín-, que los hacía brindar con buen vino, posponer negocios y guerras, mientras liberaban temporalmente a sus esclavos y hacían intercambio de regalos. Como hacemos hoy.
Así, con todo ese jolgorio andando alrededor del 25 de diciembre, el papa Julio I declaró en el siglo III que ese día -350 años después- había nacido Jesús en un humilde pesebre en la lejana Belén. De esta forma se facilitó la conversión de los romanos al cristianismo, sin que ello incluyera el tener que abandonar las populares festividades. Un caso de sincretismo de los muchos que habría a lo largo de la historia.
Con esta decisión papal, Jesús se convirtió en el sol invictus, que había nacido para dar luz y vida. Una luz que sigue siendo un integrante fundamental de las fiestas de fin de año. Desde la luminosa estrella que, según la Biblia, marcó al camino de los reyes magos para que pudieran llegar hasta el humilde pesebre, pasando por los árboles llenos de luces, adornos y regalos que hemos copiado de las culturas nórdicas, o las luminarias de las ciudades que, por estos lares, trajo alguna que otra controversia pasada por una contratación directa subida de tono.
Por ello, y siguiendo la vieja tradición de tantos y tantos pueblos de la antigüedad, festejemos con familiares y amigos esta nueva oportunidad, para que esa luz que fue el origen de la fiesta ilumine cada camino que debemos recorrer para hacer de éste, un país más justo e inclusivo.
Y ahora, justo en estos días de fiesta, el presidente Laurentino Cortizo ha abierto una luminosa puerta para que se realice un diálogo nacional con el objetivo de reformar la Constitución. Es una gran oportunidad que debemos aprovechar para lograr el nuevo pacto social que requiere Panamá para poder llevar desarrollo a todos, para hacer funcionar las instituciones republicanas, para poner fin a la impunidad, para que la política sea una actividad digna, para combatir eficientemente la desigualdad.
Solo requerimos voluntad política de todos los actores para dejar de lado las agendas egoístas, y que se imponga el bienestar general. Ningún momento mejor para empezar esta tarea que este fin de año. ¡Felices fiestas!
La autora es periodista, abogada y directiva de la Fundación Libertad Ciudadana