Sin tanta elocuencia o filosofía. Al preguntar por el estatus epistemológico de la medicina muchos deducen que es una ciencia, otros una tecnología (ciencia aplicada) y otros un arte. No me centraré en las dos primeras, ya que pueden ser uno de los tantos motivos por la falencia de la última. Solo diré que la medicina como ciencia no es tal, sino que hace uso de otras disciplinas fuertemente científicas (aunque esa delimitación de ciencias duras y blandas ya no funciona hoy).
Para lograr avances en las ciencias biomédicas se requiere de otras tantas disciplinas científicas y tecnológicas: bioquímica, físico-química, anatomía, biología molecular, sociología, psicología, etcétera.
La medicina como arte es de lo que trata este artículo de opinión. Es evidente (sin necesidad de pruebas) que se ha perdido el arte de ver, fijar la mirada e inferir las dolencias del paciente sin que haya apenas pronunciado palabra. No olvidemos las clases del maestro doctor Plinio Valdés sobre las facies (hipocrática, adenoidea, la omega melancólica), la acantosis nigricans, los dedos hipocráticos... Tampoco olvidemos, hermanos colegas, que escuchar una historia es recabar aproximadamente más de la mitad del aspecto mórbido del paciente.
Otro asunto es auscultar (antes de forma directa oído-tórax) haciendo uso del estetoscopio, instrumento que no es un atuendo distintivo del “mejor médico” con el que se pasea y se expone por toda la instalación de salud. Es una mala práctica hacerlo, ya que es un transporte de microorganismos nosocomiales.
Oler es vital para complementar un diagnóstico, ya no como se hacía en tiempos antiguos (más en el medioevo) hasta finales del siglo XIX. Pero es fácil reconocer un olor a frutas en paciente diabéticos, la halitosis en enfermedades orales o de senos paranasales, entre otros. No se pide (por cualquier malinterpretación) pegar la nariz al paciente, sino reconocer de inmediato algún olor que se asocie a enfermedad.
Tocar, palpar, percutir no puede pasarse por alto. Pida apoyo al auxiliar para realizar alguna palpación en las damas (por ejemplo, de mamas o de bajo vientre). El auxiliar no es solo de enfermería, sino de médicos, por ende, es su deber asistirlos. Cómo saber si la tiroides, la rodilla, algún seno (mama), el abdomen está calientes, tumefactas o dolorosas o tengo un órgano agrandado (hepatomegalia) si no logro palpar. Cómo reconocer que el abdomen de un paciente está repleto de aire si no percutimos y logramos oír ese sonido timpánico que tanto nos enseñaron en la Escuela de Medicina; o mate en caso de consolidación en pulmones (neumonía o derrame pleural, por ejemplo).
Quien no pregunte, huela, ausculte y palpe no ha hecho nada por ese paciente: todo su diagnóstico es invento. Señores pacientes, exijan inversión de tiempo en su salud. Somos médicos por ustedes: nos debemos a ustedes. Estamos en una crisis en la que el médico no desea ni voltear la mirada al paciente y el paciente aún teme exigir sus derechos.
El autor es médico con maestrías en Bioética e Historia y Filosofía de la Ciencia