Un “gobierno del cambio”, que camina con los zapatos del pueblo, le haría justicia al nombre, si procede de forma distinta que los gobiernos anteriores. Es necesario recordarle a quienes administran el país en estos momentos que este pueblo sufrió una dictadura militar, siendo su último jefe Noriega, quien fue condenado por narcotráfico y lavado de dinero. También hemos tenido presidentes cuyas gestiones han sido poco transparentes en el manejo de las finanzas; denuncias de corrupción sin que se encuentren culpables; ministros de gobierno que no respondieron a los cuestionamientos de la prensa por el uso y transparencia de los fondos; diputados con muchos privilegios y manejados al antojo del Poder Ejecutivo, sin ningún tipo de independencia; al igual que un Órgano Judicial que deja mucho que desear por su actuar y por la forma en que se elige a sus magistrados. Esto despierta muchas inquietudes y pedidos para cambiar el método de selección.
A lo anterior le sumamos la aprobación de leyes polémicas en época de Navidad, Carnaval o fiestas patrias, al estilo “madrugonazo”; la elección del Defensor (a) del Pueblo, ¿por qué no lo elige el pueblo, y tiene que ser la Asamblea Nacional, con “recomendaciones”?; ¿Por qué el FIS sigue siendo un misterio sin resolver?; ¿Por qué tras la compra de los corredores, las compañías no quieren indemnizar a sus empleados, siendo un tema regulado en el Código de Trabajo?; ¿A qué se deben los “saltos” de miembros de partidos opositores a las filas del oficialismo, cuando se les crítica o se indica que puede haber presión por posibles delitos cometidos, y nadie dice nada?
Quisiéramos entender la filosofía de estos cambios. Nuestros políticos prometieron hacer cambios sólidos en el país, pero los que realizan no son profundos y claramente percibimos que quedaremos en lo mismo; no avanzaremos como lo hacen otros países, y tal como lo exige esta época de globalización.
La elección de diputados se puede convertir en una buena opción para mejorar el país, pero si se eligen con nombre propio, no al estilo del Parlacen.
¿Qué pasará con nuestra sociedad? La educación ha caído en una crisis profunda; una gran cantidad de estudiantes no pasa los filtros de las universidades.
Nuestra libertad de expresión no debe ser coartada. Las personas que expresamos nuestro sentir por los errores o fallas que percibimos en nuestro sistema democrático, tampoco debemos ser objeto de persecución.
Los mejores aliados de la democracia, entre otros, son la justicia, la educación, la transparencia, y sus peores enemigos son la pobreza, la corrupción, la mala distribución de las riquezas y el hambre, entre otros. Las estrategias para reducir estos riesgos no se sienten. Creemos, a veces, que a nuestros políticos les falta traductores para sentir lo que su pueblo piensa.
La concentración de poderes es mal vista y criticada. Nuestro sistema “presidencialista” no parece distinguir la diferencia entre poderes y esto ha seguido en muchos periodos presidenciales. ¿Por qué se mantiene así? ¿Hay disposición para hacer los ajustes?
Los cambios son obligados en muchos terrenos de nuestra sociedad y los ciudadanos pedimos que se hagan profundamente, que no se queden en pequeños “ajustes”. La democracia no es perfecta, pero se debe buscar la excelencia, demostrándose con ejemplos en las acciones. Los parches a la Constitución para agregar solo tres cosas nuevas, no tienen sentido. Hay que hacer una constituyente y mejorar de raíz los temas pendientes e importantes para la Nación.
