Vivimos un ciclo tan caótico a nivel mundial que parece egoísta centrarnos en las aspiraciones femeninas, muchas de las cuales ya fueron concretadas, al menos en las culturas judeo-cristianas, y las que faltan, algunas de las cuales comento más abajo, están al alcance.
Entre los horrores que vienen sucediendo sobresale una trágica forma de nomadismo; poblaciones enteras, que incluyen a las mujeres y los niños, a los ancianos y los enfermos, huyendo de sus tierras, sin rumbo y sin esperanzas, porque otros las convirtieron en teatro de guerra.
El conflicto palestino-israelí lleva setenta y tres años y sigue ardiendo, causando día tras día sufrimiento e inseguridad y una estela compleja de consecuencias.
Son muchos los beneficios del progreso, pero está pasando factura; severas alteraciones climáticas van diezmando hasta la misma integridad de nuestra atmósfera. Sufrimos inundaciones, sequías, deshielos; el mar se traga islas, costas, ciudades. El astrofísico Carl Sagan advertía que una elevación mínima de la temperatura global tendría consecuencias catastróficas, como sucedió en el planeta más brillante del cosmos, Venus, que ahora es un gran cascarón seco.
La corrupción, la criminalidad y la avaricia en el carácter humano tienen al borde del abismo a países que antes florecían. Y temblamos, porque Panamá no escapa a ese peligro.
Como si fuera poco, emerge un virus letal que gusta de nuestras vías respiratorias; no tenemos una cura, y la única especie pensante necesita pulmones sanos para sobrevivir.
Pero no deja de ser cierto que la fecha de hoy está dedicada a las mujeres, y que es bien merecida.
La lucha feminista ha sido fructífera gracias a nuestra persistencia. Durante la Guerra de Crimea, una mujer, Florence Nightingale, puso una pica en Flandes. Luego marcharon las sufragistas que nos consiguieron el voto, y el movimiento cimentó gracias a los fundamentos bien elucidados, en Francia, en 1949, en un libro que califico aún hoy día de lectura obligatoria: El Segundo Sexo, de Simone de Beauvoir. En esas páginas me di cuenta que las mujeres no éramos iguales a los hombres; que estábamos en otra categoría, y que no se nos concedían los mismos derechos.
La mujer del Siglo XXI descuella en todos los campos, pero hay asuntos locales que exigen solución urgente. Los más graves son los femicidios; la muerte violenta de mujeres casi siempre jóvenes, víctimas de sus parejas. Parece existir un defecto en el carácter masculino de las clases menos educadas que se nutre de ideas heredadas respecto al machismo. Compete a sociólogos y psicólogos estudiarlo, pero a las leyes evitarlo.
Las leyes actuales no son suficientes para detener a los victimarios, y el femicidio, en vez de desaparecer, recrudece en Panamá.
Por el asesinato de la mujer cometido por su pareja, o quien fue su pareja, la pena debe ser de muerte. Y lo digo en serio, por lo irremediable del crimen cometido y porque a esos cobardes hay que amenazarlos. La Ley del Talión que revive, pero si no cometen el crimen, no sufrirán la pena. Aunque nuestra Constitución la prohíbe, la Asamblea puede decretar un artículo especial en el Código Penal. Hay demasiadas mujeres, ahora mismo, en riesgo de perder sus vidas a manos de sus parejas. Protejámoslas.
Tenemos que vencer el atraso cultural que impide guiar a los adolescentes por el aventurero camino de la sexualidad. No sólo se cercena una etapa en la vida de la niña que se embaraza por ignorancia, sino que viene al mundo una criatura a los brazos de otra. La educación sexual, completa, científica, oportuna, es un derecho humano, responsabilidad del Estado y de la sociedad.
Hice mi tesis para graduarme en Derecho desarrollando la Ley 39 del 6 de abril de 2003 sobre el reconocimiento de la paternidad. ¿Puede una mujer alcanzar su potencial si tiene hijos cuyo padre no los reconoce, que no ayuda a mantenerlos y educar?
En este proceso especial, la madre, por su propia cuenta, puede declarar al registrador auxiliar en el hospital, o ante la Dirección Provincial del Registro Civil, quién es el padre del hijo que acaba de alumbrar. Media un examen de laboratorio, el de ADN, sufragado por el Estado, para que el proceso fructifique. Supe que el Registro Civil capacita personal y cuenta en su inventario con los formularios requeridos para la declaración unilateral de paternidad. Pero no escucho que la Ley 39 reverbere en los medios, ni se discuta en los foros, y es probable que el Mides, ministerio encargado de los jóvenes, la mujer y los niños, no aproveche su eficacia.
Proteger a las mujeres de ser asesinadas por su pareja, enseñar a tiempo cuál es el proceso de reproducción, y divulgar ampliamente la Ley 39 para que muchas madres alivien su carga mejorando también el futuro de sus hijos; esos serían verdaderos regalos para la mujer.
La autora es escritora