Existen temas complejos que se evita abordar para no traicionar la esencia sagrada que los envuelve, principalmente si se trata de eventos vinculados con la violación de derechos humanos y muerte de personas, y que requieren la intervención de todas las esferas de pensamiento de la sociedad, principalmente la ayuda de la bioética.
Nuestro país tiene sus heridas abiertas, que probablemente se sanarán a través de una recopilación histórica reflexiva. El 20 de diciembre y el periodo de la dictadura militar son algunas de ellas.
Para quienes fuimos testigos, pareciera que “hubiese sido ayer”. Y es que el tiempo nos juega bromas y sus manecillas no paran, y “nosotros los humanos creemos que viviremos por siempre”. Y cuando la tragedia nos sacude damos el justo valor a la vida. Y es tanto el dolor frente a la muerte que nos afecta aunque seamos testigos de forma indirecta ( “El efecto de la gota que cae y produce ondas en el agua”).
Construimos nuestras identidades alrededor de las personas más importantes en nuestras vidas y necesitamos ejercer roles que conforman nuestra personalidad. Crecemos en una familia que a su vez está incluida en una sociedad y todo lo que ocurra en ella nos afectará.
Las experiencias traumáticas y las crisis personales nos fragmentan y desarrollamos mecanismos de autoprotección frente al dolor. Contamos con la resiliencia (capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas) que nos permite seguir adelante luego de las crisis.
Cada ser humano cuenta con su “médico y su enfermo”, y mediante un proceso psicoterapéutico podemos volver a estar en contacto con nosotros mismos, para poder acercarnos a los demás. Para lograr este objetivo se debe tener la vivencia mediante los recuerdos, pensamientos, deseos, actitudes, sentimientos, emociones, sensaciones con la ayuda de un terapeuta. Existen diferentes modelos de tratamiento para lograr la cura mental (terapia cognitiva conductual, terapia de contacto en la relación y otras). El abordaje desde el duelo es una forma de aproximación a la persona y su dolor.
Las víctimas y los sobrevivientes de las experiencias traumáticas (violencia, conflictos bélicos, desastres naturales) necesitan atención psicológica y psiquiátrica. De no recibir la ayuda especializada se presentan las secuelas de trastornos mentales y enfermedades físicas, con alta morbimortalidad.
“Contarlo para poder sanar”. Como país necesitamos relatar la historia de lo ocurrido según las diferentes perspectivas, ya que no “existe una sola verdad”.
Por medio del arte en sus diferentes modalidades (danza, músicoterapia, arte terapia, cine, literatura) podemos asistir a los sobrevivientes, ya que todos somos capaces de crear, y por la creatividad también logramos curarnos. Y lo elaborado en ese proceso no tiene que ser estético ( principio de la arte terapia).
Luego de 30 años de la invasión a Panamá, debemos cambiarle el nombre a dicha operación, ya que el nombrar las cosas y los eventos también modifica nuestra visión de la realidad y las circunstancias que enfrentamos (ejemplo de lo que ocurre con la violencia en todas sus formas). Tenemos que narrar nuestra propia historia para poder crecer como nación.
“Hay un tiempo para buscar y un tiempo para perder”. Ecl. 3, 6
La autora es psiquiatra de niños y adolescentes