Una semana después de la llegada del ciclón Eta, que ha dejado al menos 17 muertos, decenas de desaparecidos y millonarias pérdidas, el Gabinete de Laurentino Cortizo declaró estado de emergencia en más de la mitad del país: Chiriquí, Bocas del Toro, Coclé, Veraguas, Herrera, Panamá Oeste, la comarca Ngäbe Buglé y Panamá.
En un gabinete extraordinario celebrado ayer, Cortizo y su equipo también avalaron $100 millones para las necesidades de las áreas afectadas, y autorizaron “contrataciones mediante el procedimiento especial de adquisiciones” para mitigar el desastre. Así lo establece la Resolución de Gabinete 85 publicada en la Gaceta Oficial.
Equipos de socorro rescataron los cuerpos de dos mujeres en el sector de Los Pozos, distrito de Renacimiento.
El ministro de Seguridad, Juan Pino, confirmó anoche el fallecimiento de 17 personas. Mientras que autoridades de protección civil reportaron que siguen desaparecidas 68 personas.
Mientras, personal del Ministerio de Obras Públicas (MOP) habilitó un tramo de la vía que conduce a Cerro Punta, una de las comunidades afectadas.
“Mi abuela al inicio no quería salir de la casa, pero cuando venía la segunda avalancha salió”, contó Marleidis Castillo desde Cerro Punta.
Varias comunidades de Renacimiento y Volcán se mantienen incomunicadas debido a los derrumbes. Una de ellas es Los Pozos, donde se produce el café Geisha.
Desde que inició el fenómeno climático, el pasado 31 de octubre, se han registrado 25 sitios de deslizamiento y 29 de inundaciones, en el país. El ministro de Obras Públicas, Rafael Sabonge, informó que se ha abierto a la circulación el 45% de las vías destruidas.
En total, se han habilitado 31 albergues para alojar a 2 mil 551 personas afectadas.
Todos se abrazan y lloran juntos en Cerro Punta, el gran huerto del país
En Cerro Punta, provincia de Chiriquí, el gran huerto del país, todos se abrazan y lloran juntos. Esa es su realidad ahora, luego de estar cinco días incomunicados: no hay luz, no hay servicio de internet y tampoco agua.
Ayer, era un día distinto. Tanto en Volcán como en Cerro Punta, ambos en el distrito de Tierras Altas, la mañanera salida del sol era una rareza. Toda una semana de lluvias había dejado una trágica secuela.
Solo en Chiriquí se han contabilizado 20 inundaciones, 12 deslizamientos de tierra, 145 personas aisladas y 474 evacuaciones. También se han contabilizado un total de 17 fallecidos; de igual forma, registraron 2 mil 63 personas afectadas y 68 que no han sido localizadas.
Cerro Punta era una de esas comunidades donde había personas aisladas tras los estragos del huracán Eta. De hecho, fue el viernes a las 9:00 p.m, cuando autoridades del Municipio de Tierras Altas pudieron ingresar a la zona, luego de habilitar de forma parcial parte de la carretera que va desde Volcán hacia esa comunidad. Era la primera vez en toda la semana que veían la presencia de una autoridad.
Aunque no fue hasta ayer cuando ingresó la mayor cantidad de ayuda. Se trataba de un contingente con colchones, frazadas, alimentos, agua y otros enseres para por lo menos paliar sus principales necesidades.
“Yo serví a la patria por muchos años y hoy me siento solo. Yo sé lo que es trabajar para el Gobierno y la comunidad. Hoy estoy viejo, sordo y ciego. Espero que las instituciones hagan algo por nosotros”, son las palabras de Agustín Castillo, un residente de la comunidad Las Filipinas, en el corregimiento de Cerro Punta.
El hombre de 85 años se pausa y se quiebra. No puede seguir hablando y rompe en llanto. En su lugar toma la palabra su esposa Aida de Castillo. “Pero yo le digo a él que se debe dar gracias a Dios, porque estamos con vida. Este miércoles salimos vivos por la divinidad, porque de lo contrario no estuviéramos contando lo sucedido”, dice la señora.
Ahora, ella se encuentra tomando té y jarabes para relajarse debido a que aún no supera el trauma de aquel miércoles 4 de noviembre, en el que la naturaleza y el clima le hicieron una mala jugada. Mira al cielo y suspira, buscando una respuesta a lo sucedido.
Los esposos se abrazan y se consuelan juntos, mientras lamentan que la gran corriente de agua, además de dañar parte de sus electrodomésticos, también se llevó ropa y medicinas para la presión alta. Hasta el día de ayer no habían tenido contacto con ninguna autoridad, ya que lo más cercano es la Junta Comunal de Cerro Punta, pero la nefasta inundación también se llevó parte de esa estructura, el gimnasio y el juzgado de paz.
Con la pareja se encuentra su nieta, Marleidis Castillo, quien describe que aquello fue una gran avalancha de tierra; eso se mezcló con lodo, piedras y árboles, lo que generó un potente caudal, arrollando consigo lo que se encontraba a su paso.
La joven, que labora como tecnóloga de alimentos en la zona, narra que el momento fue angustiante, porque a uno de sus vecinos llegó a golpearlo el lodo, pero de forma milagrosa pudo librarse de la muerte y salir de su vivienda, la cual está completamente destruida.
“Pedimos al país que nos ayude, porque perdimos nuestras viviendas que con tanto sacrificio levantamos. Lo de ese día [el miércoles] no lo habíamos visto nunca en nuestra comunidad. Por favor, señor presidente [Laurentino Cortizo], lo necesitamos en este momento”, comenta, mientras señala desde donde venía el agua que arrasó con parte de su hogar.
Para tener una idea, la mayoría de las viviendas en Las Filipinas de Cerro Punta están rodeadas de montañas donde hay sembradíos de cebolla, apio y repollo. Nada más hay que caminar algunos minutos para encontrarse al paso ramas de apio arrancadas de la tierra por la crecida del arroyo; pedazos de repollo en el camino y otra clase de hortalizas.
Las moscas aprovechan esa mezcla entre lodo, árboles, ramas, hojas, legumbres y agua para revolotear. Los perros aprovechan parte de ese desperdicio de hortalizas, para probar algunos bocados y la comunidad intenta darse ánimo entre ellos. No hay nadie más.
El día transcurre y las historias de drama no cesan en Cerro Punta. Allí caminando y con la mano en la cabeza se encontraba Ilianka Caballero recorriendo y observando lo que queda de su vivienda: dos paredes de pie y parte de su cerca, ya que todo lo otro quedó bajo el lodo.
Ella vivió horas de angustia porque, mientras trabajaba el miércoles, su mamá se encontraba en la casa cuidando a sus pequeños hijos.
“Yo no estaba aquí, porque trabajo en Volcán, a unos 20 minutos. A la 1:30 p.m., que hablé con ella, me dijo que se había registrado la primera avalancha de tierra de uno de los cerros, por lo que estaba a punto de abandonar la vivienda. Y cuando la volví a llamar a las 2:30 p.m., ya había dejado la casa para buscar socorro donde unos vecinos”, manifestó.
En palabras de Caballero, vivió una “película de terror” porque debido a que ella estaba en Volcán y como la vía que comunica con Cerro Punta colapsó, no pudo ver a su madre y dos hijos hasta ayer. “Yo me quería volver loca. Dios es maravilloso y pese a todo lo que perdimos, ellos están vivos. Ahora mismo sólo tenemos la ropa que llevamos puesta”, se lamenta está madre mientras levanta algunos escombros.
Producción y turismo
Pero el siniestro también tocó la importante cadena de producción agrícola de la zona. Roberto Rubio, uno de los propietarios de una finca agrícola, narra que una parte de su producción se perdió por completo, aunque considera que lo más importante es brindar atención a la población de Cerro Punta, sobre todo a 400 personas que fueron los más golpeados por la gran anegación.
Él perdió casi la mitad de las parcelas de apio. No obstante, siente mucha tranquilidad debido a que pudo salvar a 18 de sus trabajadores de la etnia Ngäbe Buglé, quienes vivían en el mismo lugar. Ahora los indígenas se encuentran en uno de los albergues habilitados en Cerro Punta.
En la entrada del pueblo también están las galeras de Ante Fitonic, un productor de los más asentados en el lugar. Ahora que se abrió de forma parcial el camino se plantea arriesgarse y enviar parte de la producción a Merca Panamá, antes de que sea pérdida total.
Fitonic muestra dos contenedores. El primero se dirigía a PriceSmart y estaba compuesto por cebolla, repollo, zanahoria, lechuga romana y cebollina, entre otros. Sin embargo, como no han podido salir, se dañó en su mayoría y hoy evaluará que se puede rescatar. Solo allí perdió $10 mil. Mientras, en un segundo contenedor, manifestó que espera sacarlo entre hoy y el lunes, de manera que la pérdida no sea mayor. En estos días de desastre, Fitonic dejó de enviar seis contenedores a la ciudad de Panamá.
El empresario, quien maneja una empresa con 200 trabajadores, reconoció que luego de este desastre hay que sentarse a conversar y tomar acciones en temas como un sistema de alerta eficiente ante este tipo de siniestros y controlar la tala en los mismos campos de producción agrícola del área.
Ayer, se vio la presencia de algunas autoridades en Cerro Punta, como el viceministro de Desarrollo Agropecuario, Carlos Rognoni; la viceministra de Ambiente, Cindy Vanessa Monge, y el gerente general de Mercados Nacionales de la Cadena de Fríos S.A., Merca Panamá, Ranth Berard Miranda.
Según las autoridades, se espera establecer la cadena de producción por completo entre lunes y martes, cuando se habilite la carretera para transporte más pesado, como mulas o camiones. En estos momentos están saliendo algunos productos, pero en carros más pequeños.
Además de los daños a sus pobladores y a la cadena de producción agrícola, el desastre también impactó la actividad turística. En la ruta principal se observaba la salida de visitantes, quienes luego de vivir días de angustia regresaban a sus hogares en la ciudad de Panamá.
Camino a Panamá estaba Gabriela Moreno, a quien le tocó ser presa de la zozobra. Su plan era salir el miércoles de Cerro Punta para Boquete, pero quedaron atrapados. Su vivencia fue inquietante. “Nos informaron de deslaves de tierra, calles dañadas e inundaciones. Casas que se fueron, familias damnificadas. También nos quedamos sin luz, sin internet y después sin servicio de agua”, cuenta la mujer.
En la mente de la turista ahora mismo está salir de aquella zona de emergencia y desastre, lo más pronto posible. Cerro Punta, aquel centro paradisíaco que la cautivó en algún momento se volvió un infierno. “Cuídense”, dice, mientras se retira lentamente en su automóvil y deja atrás aquella pesadilla.