El Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas volvió al trabajo ayer miércoles pese a la salida el día anterior de Estados Unidos (EU), descrita por un diplomático occidental como un big bang.
Rusia fustigó la decisión del gobierno de Donald Trump, y aliados cruciales del país expresaron su desazón.
Detractores y amigos por igual interpretaron la decisión de Trump de desairar un organismo internacional más como una señal de que Washington echa por la borda su prestigio como defensor de los derechos humanos y autolesiona su imagen internacional. Expresaron su apoyo al Consejo, con todos sus defectos, y juraron que su labor continuará.
“Hemos perdido un miembro que ha estado en la vanguardia de la libertad durante generaciones”, dijo el embajador británico Julian Braithwaite. “Aunque coincidimos con Estados Unidos en la necesidad de reformas, nuestro apoyo a este Consejo de Derechos Humanos permanece inconmovible”.
Rusia calificó la decisión estadounidense de “grosera” y señaló que Washington ha “infligido un golpe fuerte a su prestigio en derechos humanos”. La delegación rusa ante la ONU indicó en un comunicado que la salida estadounidense del Consejo refleja la estrategia unilateral de Washington ante asuntos globales.
El retiro estadounidense no tiene precedentes en la historia del organismo de 47 miembros, creado hace 12 años. Libia había sido expulsada hace siete años, pero ningún país se había retirado por propia voluntad.
La embajadora de EU ante Naciones Unidas, Nikki Haley, anunció la retirada el martes, calificándolo de “organismo hipócrita, preocupado solo por sus propios intereses, que se burla de los derechos humanos”. Haley criticó al Consejo por “su prejuicio crónico contra Israel”, señalando que incluye a países acusados de violar los derechos humanos como China, Cuba, Venezuela y República Democrática del Congo.