Antes, cuando los hombres solo podían llorar a solas, Charles Aznavour era el mejor acompañante.
El francés de nariz engarfiada, quijada de herradura, 1.60 metros de estatura y feo como pocos, suma desde la Segunda Guerra Mundial la hermosa friolera de mil canciones para los perdedores de todas las especies.
Venecia sin ti no es más que el desamor ante aquella mujer a quien reclama: “No pareces igual”. Ella bucea en la duda y el abandono de un hombre en medio de “...un rastro de placer o de pesar...”. La mamma es el himno de las abuelas. La bohemia retrata una época en una bailarina de cancán a quien “pintaba con pasión tu cuerpo fatigado hasta el amanecer...”.
Charles Aznavour tiene ahora 91 años y 51 trabajos discográficos, y la semana pasada sacudió la agenda artística internacional.
Anunció una gira de presentaciones a partir de mediados de este mes en París, y más adelante en Londres, Bruselas y Ámsterdam, bajo la excusa de sentirse aburrido y la advertencia de que cantará sus propias canciones, aunque hizo hincapié en que no va “a bailar y no habrá una gran puesta en escena”.
Hijo de padres armenios, hijo de las migraciones posteriores a la Primera Guerra Mundial, Shahnourh Varing Aznavourian, es decir Charles Aznavour, nació en la década de 1920 en París.
En ese entonces otras figuras que esculpieron el siglo XX habían vivido ya en la capital francesa para producir varias de sus piezas maestras. Hemingway, Stein, Camus o la propia Edith Piaf, por citar unos cuantos nombres, sirvieron de anfitriones al embajador de la canción francesa, según reseñan desde siempre los diarios y los abuelos de ahora.
EDITH PIAF
Desde siempre corrió el rumor del romance de Edith Piaf y el autor de la frase “El show debe continuar”, o sea Aznavour. Una relación amorosa entre presentaciones. Lo primero es falso y lo segundo consiste en la cooperación mutua de dos genios de la música. Aznavour escribía canciones y Piaf las interpretaba.
En una entrevista publicada hace unos años en el diario Clarín de Argentina, el cantante recordó a Edith Piaf. Comentó: “Todavía escucho las carcajadas de Edith y los chistes con los que nos matábamos de risa, y sobre todo recuerdo cuando me llamaba ‘Huevoncito’...”.
En esa entrevista se desmarca de cualquier amorío con su mentora: “Ella no era mi tipo, pero teníamos una gran cantidad de afinidades y me llevó a hacer numerosas locuras. Esa menuda mujercita era en realidad una furia”.
Piaf lo describía como “el morenito de la nariz fea”. Por solicitud de ella, el autor de La bohemia se operó la nariz. Y gracias a ella el cantante menudito ganó reputación de escribir canciones al margen de la vida ejemplar de un banquero o de un país tras la guerra.
Sus letras son sobre hombres y mujeres del común, colonizadores de las aceras y de la noche, vagos felices de poder tomarse una botella de vino al mediodía.
Pasaron los años. Aznavour logró su primer triunfo en el Teatro Olympia de París, en una actuación memorable en la que cantó su Sur mae vie sobre un amor desgraciado y que se convirtió en el tema número uno de la radio en 1956.
A principios de los años de 1970 presentó Comme ils disent para retratar la homosexualidad. En 1994 se juntó con su par estadounidense Frank Sinatra y entonaron a dos voces You make me feel so young. Y a principios del presente siglo viajó a Cuba para grabar con Compay Segundo.
La última gran presentación de Charles Aznavour fue en octubre de 2011, en el Teatro Olympia. Tres años después intentó una gira por varios escenarios europeos, pero ya era evidente el agotamiento físico de un hombre de 90 años. Suspendió las presentaciones.
PANAMÁ
El profesor Hermes Sucre, tal vez el periodista de más experiencia de La Prensa, recuerda al cantante gracias a los programas de la televisión panameña en blanco y negro. “Era un artista muy elegante y de renombre para un público exquisito”.
Luis Pabón, exbanquero, recuerda del francés su “voz romántica en un mundo romántico” al punto de que “decíamos sus frases en francés pese a desconocer la traducción”.
El maestro musical Eduardo Balito Chan, productor y hacedor de artistas, dice: “Era de mis favoritos. Aunque no entendía el idioma, sentía lo que él cantaba”.
La semana pasada Charles Aznavour anunció que lo intentará de nuevo sin otra ilusión que la de querer “pasarla bien con su público”. Se refiere a los abuelos que alguna vez lloraron a una mujer bajo la ducha.