Cárceles y coimas: el primo Frankie y el amigo Oruña



Fueron, al menos, cuatro los pagos que ordenó el consorcio italiano Svemark para allegados cercanos al presidente de la República, Ricardo Martinelli, según testimonios obtenidos por los fiscales de Nápoles. En total se habrían pagado unos 850 mil dólares.

Svemark fue una de las empresas seleccionadas de forma directa por el Gobierno –la otra fue Finmeccanica– para cumplir un memorando de entendimiento de cooperación técnica de seguridad, firmado en Panamá en junio de 2010, por el hoy ex primer ministro de Italia Silvio Berlusconi y el presidente Martinelli.

Las pruebas, según los fiscales, son de carácter testimonial, pero corroboradas “a través de interceptaciones telefónicas y, sobre todo, por los correos electrónicos secuestrados en el computador de [Mauro] Velocci” –representante de Svemark en Panamá–, en diciembre de 2011, en Roma (Italia).

Los pagos fueron los siguientes: El primero, de 64 mil dólares; el segundo, de 16 mil dólares; el tercero, de 60 mil dólares, y el último, de 530 mil euros (unos 700 mil dólares), dinero este que apenas era parte de supuestas coimas que sumaban millones de dólares.

LOS PERSONAJES

Entre los protagonistas de esta historia, además de Valter Lavítola y Velocci, están Rogelio Oruña (IBT Group), Francisco Frankie Martinelli (primo del Presidente) y Ricardo Martinelli Linares (hijo del gobernante).

Velocci está convencido de que obstaculizaron el proyecto de las cárceles modulares para obligar a su empresa a pagar más coimas.

“Hay el prejuicio de que en Suramérica, si no pagas coima, no se hace nada. Nosotros estábamos haciendo un contrato sin pagar coimas y esto fue un un problema grave. Entonces el contrato no se firmaba”, dijo Velocci a La Prensa en Roma, a principios de agosto pasado.

Velocci presentó el proyecto de las cárceles al entonces ministro de Gobierno y Justicia, José Raúl Mulino –en agosto de 2009– antes de la firma del memorando de entendimiento. A Mulino le agradó, según Velocci, y las negociaciones comenzaron.

El 14 de junio de 2010, antes de la visita de Berlusconi al país, Mulino anunció su intención de contratar a Svemark para construir cárceles en Colón, La Chorrera y David, y dos semanas después, Berlusconi y Martinelli firmaron el acuerdo para comprar equipos a Finmeccanica y construir las cárceles con Svemark.

Fue en esta coyuntura que Lavítola entró en escena. Acompañó a Berlusconi a Panamá y en un viaje en tren a Colón para visitar el Canal, conoció a Ángelo Capriotti, que vino en la delegación italiana. Capriotti era socio de Svemark y jefe de Velocci.

Según Lavítola, Capriotti le habló de las cárceles. “Me explicó cómo era y me pareció interesante, y yo fui días después donde el presidente Martinelli para ver si tenían interés en este plan de las cárceles...”, confesó a los fiscales de Nápoles.

´LA COMISIÓN´

Capriotti le dijo que el proyecto podía estar listo antes de que terminara el mandato de Martinelli. “Este fue el argumento de peso con el cual logré convencer al Presidente de la República y a la ministra de Gobierno, Roxana Méndez”, reveló Lavítola en su indagatoria, tras su arresto en Roma, en abril de 2012, acusado de corrupción internacional.

“Yo le pedí a Capriotti que me diera 11 millones que, si no me equivoco, primero eran 20 millones, después 15, y al final llegamos a 11 millones...”, en pago por sus servicios como intermediario ante el Gobierno panameño.

“Una suma exorbitante”, replicaron los fiscales, que preguntaron qué era tan valioso para cobrar 11 millones de dólares. “Yo básicamente me inventé el trabajo –dijo Lavítola– yendo a encontrar los canales adecuados para hacerles entender de qué cosa se trataba”.

Más intrigados, los fiscales le recordaron que “usted no sabe nada de cárceles”.

“Yo no sé nada de cárceles, [pero] si usted me manda a entablar relaciones con el Presidente de Burundi para ver si se puede comprar una mina de cobre, yo voy sin entender nada”, respondió cándidamente Lavítola.

Así pues, el 15 de septiembre de 2010, Svemark anunció que el proyecto tenía un costo de 209.6 millones de dólares, y un mes después –el 11 de octubre–, Svemark hizo el primer pago a Francisco Frankie Martinelli, declaró Velocci a los fiscales.

LAS TRANSFERENCIAS

Fue un giro, a través de dos bancos de Estados Unidos: Bank of America y Citibank (Las Vegas), que actuó de intermediario (ver facsímil).

La empresa Ita Usa Inc., –ubicada en Florida y administrada por un socio de Capriotti (Paolo Passalacqua)– transfirió, en octubre de 2010, a petición de Capriotti, 64 mil dólares a la empresa Ital Tecno, S.A. del italiano Claudio Fagiano, un agente de Svemark en Panamá.

Fagiano –afirmó Velocci– hizo efectiva la transferencia y la entregó a Frankie Martinelli en un maletín negro.

Velocci dijo a La Prensa que su chofer –Tony Santoya– y el propio Fagiano le contaron de la entrega del dinero a Frankie Martinelli, en el hotel Riu de Panamá.

Según dijo Velloci a la fiscalía napolitana, el pago era para el presidente Martinelli y gente de su gobierno. La operación para hacer el pago –explicó Velocci a los fiscales– la ordenó Lavítola.

Fagiano negó a La Prensa que el pago lo haya ordenado Lavítola, sino que lo hizo Passalacqua, y que el dinero no era para Frankie Martinelli.

“Es absolutamente falso que le haya entregado dinero alguno al abogado Francisco Martinelli para corromper o sobornar al Gobierno de Panamá. No conozco al abogado Francisco Martinelli ni al señor Presidente de la República”, respondió Fagiano.

Sobre los 64 mil dólares, Fagiano aseguró que 40 mil dólares se los entregó en efectivo a Velocci para sus gastos en Panamá –ya que no tenía cuenta bancaria–, mientras que 23 mil dólares se los quedó él por reembolsos de gastos en los que él incurrió mientra estuvo vinculado al proyecto.

Fagiano puso de testigo a un trabajador suyo –Cataldo Faretra–, que declaró al Ministerio Público de Panamá que Velocci recibió una cantidad notable de dinero en efectivo, ya que él estuvo presente cuando Fagiano le entregó el dinero. También envió una declaración jurada de Tony Santoya en la que este afirma que no conoce a Frankie Martinelli.

Pero en su declaración a los fiscales, Lavítola afirmó que esos pagos eran para él, por sus servicios a Svemark, y trató de justificar el papel del primo del Presidente en estas transacciones: “[Frankie] me había servido para saber cuáles eran las posibilidades de ir a una licitación accediendo a financiamientos privados de bancos”.

Lavítola dijo que, por ello, Frankie Martinelli recibió pagos que no recordaba si eran 5 mil o 15 mil euros.

Lo que Lavítola no dijo a los fiscales es que nunca hubo tal licitación: Svemark negoció un contrato directo.

Un día después de este primer pago a la empresa de Fagiano –el 12 de octubre de 2010–, Lavítola visitó a la entonces ministra de Gobierno, Roxana Méndez, según un documento de la abogada panameña Marleni Paolo, a quien Svemark contrató para la gestión legal del contrato.

A pesar de que Paolo presentó el listado de horas factura, ahora se contradice y dijo a La Prensa que desconocía las razones por las que Frankie Martinelli participaba en esas reuniones y que ella no participó “en ninguna reunión de este tema con Francisco Martinelli”.

En el informe de Paolo –que reposa en el expediente en Italia– se listaron las gestiones a favor de Svemark para concretar el proyecto, incluso, las horas-hombre trabajadas para Svemark.

Ese mismo día –el 12 de octubre de 2012–, según ese listado, hubo una reunión con la viceministra de la Presidencia, María Fábrega, en el Palacio de las Garzas.

La abogada listó cuatro citas en las que participó Frankie Martinelli: enero, marzo, abril y junio de 2011, con un total de nueve horas de reuniones (ver facsímil).

Tras estas citas, seguían subsecuentes reuniones con altos funcionarios del Gobierno, como las ya mencionadas Méndez y Fábrega, Mahesh Khemlani y Frank De Lima (por entonces director de Crédito Público y vicetitular del Ministerio de Economía y Finanzas, respectivamente) y otros funcionarios de la Presidencia.

Y también, después de cada reunión con Frankie Martinelli, venían pagos. Por ejemplo, en enero de 2011 –dijo Velocci a los fiscales– su jefe, Ángelo Caprioti, ordenó transferir 16 mil dólares a Roxana Méndez. La hoy alcaldesa lo niega rotundamente.

El beneficiario primario de esta transacción tuvo o tiene una cuenta en el Citibank de Miami, a nombre de la empresa Devor Diagnotics, S.A., sociedad vinculada a Rogelio Oruña, cercano amigo del presidente Martinelli, y representante de IBT Group, con contratos otorgados por este gobierno que superan los 500 millones de dólares, adendas incluidas.

Oruña negó a Telemetro –en abril de 2012– que ese dinero fuera para Méndez. Dijo que se lo había enviado Lavítola para reembolsarle la compra de unos muebles de cocina para un restaurante de Karen de Gracia –compañera sentimental de Lavítola– y un pasaje de avión a Brasil, también para ella.

Pero no fue Lavítola quien envió ese dinero a Oruña, sino una sociedad de Capriotti: Ita Usa, Inc. (ver facsímil).

Tras otra reunión con Frankie Martinelli el 18 de marzo de 2011, vino un pago cinco días después, el 23 de marzo. Esta vez fueron 60 mil dólares, a través del Bank of America, a una cuenta en Citibank de Miami, perteneciente a Devor Diagnostics, S.A., de Rogelio Oruña.

Nuevamente el dinero lo giró Ita Usa Inc., con domicilio en Fort Lauderdale, Florida, vinculada a Capriotti.

La cuarta cita con Frankie Martinelli fue el 3 de junio de 2011, que coincide con la fecha en que se pagaron 530 mil euros (más de 700 mil dólares) a Lavítola (mayo-junio).

Velocci aseguró a los fiscales que ese dinero era “destinado al presidente, Ricardo Martinelli, y a los hombres de gobierno de su entorno y que la operación le fue “narrada en detalle por el mismo Lavítola, que me puso a disposición los documentos y su computadora”.

Denuncias en EU

Dos de las transacciones realizadas a través de bancos de Estados Unidos fueron denunciadas al Internal Revenue Services (IRS), del Departamento del Tesoro de ese país, basadas en la presentación de facturas falsas por servicios inexistentes en Panamá (ver facsímil).

La Prensa solicitó a la Embajada de Estados Unidos en Panamá información sobre estas denuncias, pero no respondió.

´Un paso en falso´

A Capriotti, al parecer, le disgustaba tener que pagar las millonarias “comisiones” que exigía Lavítola. Así que hizo una jugada que fue el detonante de una tormenta.

Según Velocci, en junio de 2011 –cuando Capriotti le pagó más de 700 mil dólares a Lavítola– su jefe intentó quitarse a este de encima.

Velocci contó a La Prensa que el entonces embajador italiano en Panamá, Giancarlo Curcio, le dijo que compartía la opinión de Capriotti. Así que ambos querían “ir [a ver] directamente al hijo de Martinelli para cerrar este negocio [de las cárceles]”.

A Velocci no le gustó la idea. Si algo salía mal, toda la negociación para concretar el negocio se desplomaría.

“Entonces yo, por miedo a que ellos dos [el embajador y Capriotti] dañaran todo, me encuentro con Lavítola y le digo: ´Valter, acabo de tener una reunión con el embajador Curcio y me ha dicho que tiene la intención de ir a hablar con Martinelli o con el hijo´...”, recordó Velocci.

Entonces, Lavítola y Velocci se fueron a la Presidencia, aunque Velocci no entró. Lavítola le contó todo al secretario privado del Presidente, Adolfo Chichi De Obarrio, pues al rato, este salió y le preguntó a Velocci si lo del embajador y Capriotti era cierto. Velocci le respondió que sí, y De Obarrio lo abrazó, dándole las gracias. “Cualquier cosa que necesites... [estoy a tus órdenes]”, prometió.

Según Velocci, “Lavítola estaba preocupado por el hecho de que se podía empezar el negocio [de las cárceles] sin él, un negocio directo...”, en el que no podría comisionar. Por eso Lavítola corrió “a impedir que [Rica Martinelli] recibiera [al embajador]”. Y cuando Curcio llamó a Rica Martinelli, este ya estaba alertado, narró Velocci.

El hijo del Presidente le dijo al embajador cuando este lo llamó: “Yo no sé por qué me está llamando a mí, tiene que llamar a la ministra [Méndez]”, relató Velocci.

Velocci admitió, y así lo demuestran las pruebas obtenidas por los fiscales, que él y Rica Martinelli negociaron el precio de las cárceles, pese a que este último no era funcionario.

Velocci dijo a los fiscales que la pretendida reunión entre Capriotti y Rica Martinelli era “con el fin de acordar directamente el monto de la coima sobre las cárceles”, de ahí que Lavítola enfureciera, pues veía perder la comisión que cobraría por su intermediación ante el Gobierno panameño.

Lavítola llamó al embajador y lo citó en el hotel Intercontinental, donde lo “humilló frente a un funcionario de la embajada llamado Saverio Rossini”, declaró Velocci a los fiscales.

Lavítola le dijo al embajador que “no se podía atrever a mezclar directamente a los familiares del Presidente sin su consentimiento”.

En su indagatoria de abril de 2012, Lavítola admitió que citó a Curcio. “A decir verdad, me alteré”, reconoció. “Curcio me dijo: ´Valter, ¿¡pero tú qué diablos dices!? Ese es Velocci el que está diciendo esas cosas”.

Y Lavítola le respondió: “Por casualidad, a ti te suena que Rica [Martinelli] tenga un cargo en el Gobierno, que haga negocios por el Presidente, ... O es ministro de Estado? ¿O hace de recolector de coimas? ¿Qué cosa te suena de todo esto? ¡¿Te das cuenta de que si una cosa como esta aparece en los periódicos. explota un escándalo que no terminará nunca?!”.

Curcio ignoraba que Lavítola le mentía, pues este último le pidió a Rica Martinelli –el 9 de febrero de 2011– que recibiera a Velocci para hablar sobre un helicóptero para su padre, el Presidente.

Tras el encuentro, Rica Martinelli le escribió a Lavítola que, cuando regresara a Panamá, cerrarían el tema del helicóptero, así como el de las cárceles.

También, el 19 de febrero de 2011, Lavítola le escribió a Rica Martinelli para pedirle que lo acompañara a ver a la ministra Méndez, con la que Svermark negociaba las cárceles. Rica Martinelli le respondió 2011: “Ok. Lo acompaño mañana a las 9:30 con Roxana” (ver facsímil).

En lo que no le mintió Lavítola al embajador fue que si las cosas que le dijo aparecían en los periódicos, el escándalo sería monumental.

Se cae el negocio

Las intenciones de Capriotti y Curcio de ver a Rica Martinelli no pasaron inadvertidas, y Lavítola lo reconoció en su indagatoria.

“El motivo verdadero por el cual no se hicieron las cárceles, y Velocci lo sabe muy bien [...], fue porque Velocci y Capriotti fueron donde el embajador Curcio” con la intención de hablar con Rica Martinelli sobre las cárceles.

Quizás por ello, poco después –el 23 de julio de 2011– Méndez dejó fríos a Velocci y al embajador. Les informó que el Gobierno suspendía el proyecto “por razones de prioridades”.

Ese mismo día, Lavítola le escribió al Presidente que quería verlo, sin decir para qué. Martinelli le dijo que estaría en Perú, y le sugirió hablar con su hijo Rica.

Lo que hayan hablado los dos no calmó las aguas. 10 días después –el 2 de agosto de 2011–, el embajador italiano envió una carta al Palaccio Chigi (Presidencia italiana) en la que informaba que la noche anterior había recibido una “áspera” llamada del presidente Martinelli.

El gobernante estaba molesto, y aparentemente le reclamó su gestión para contactar a su hijo. Curcio comentó en su carta que “la llamada [de Martinelli] está relacionada con algunos contactos que he hecho en las últimas semanas para tratar de desbloquear la cuestión de la construcción de las cárceles modulares por parte de la empresa italiana Svemark, sobre la base de los acuerdos del memorando de entendimiento...”.

Martinelli también le dijo que “las cárceles modulares no se harán porque son caras y no estamos interesados en ellas”, a lo que Curcio respondió que el tema de las cárceles estaba incluido en el memorando de entendimiento firmado por él y Berlusconi.

Pero a Martinelli repentinamente le dio amnesia. Le aseguró que él nunca había discutido ese tema con Berlusconi; solo se había limitado a acordar la adquisición de suministros de Finmeccanica y que el memorando no incluyó nada al respecto [de las cárceles modulares].

Sus palabras eran sorprendentes. Martinelli no solo firmó el memorando en el que se comprometió a contratar las cárceles, sino que su propio hijo, tres de sus ministros, tres viceministros, mandos medios de su gobierno y la Contraloría negociaron ese contrato durante meses. Pero él dijo que no sabía nada.

La Prensa envió cuestionarios a Rogelio Oruña, Frankie Martinelli, Roxana Méndez, José Raúl Mulino, Ricardo Martinelli padre, Ricardo Martinelli, hijo, Adolfo De Obarrio, Giancarlo Curcio y a Angelo Capriotti, pero al cierre de esta edición no habían respondido.

En enero de 2011, Angelo Capriotti, socio principal de Svemark y jefe de Mauro Velocci, fue detenido en Italia acusado de un millonario fraude fiscal. Pese a que Velocci informó al Gobierno de que su jefe estaba en cárcel por acusaciones serias, las negociaciones siguieron adelante.

Velocci relató a La Prensa que Valter Lavítola, al saber del arresto, le dijo que había hablado con la Presidencia sobre Capriotti. “Imagínese, la Presidencia acepta que un miembro de la empresa –que construiría las cárceles– esté preso en Italia”, comentó Velocci.

Fue entonces que él supo de la comisión que Svemark le pagaría a Lavítola por su intermediación ante el Gobierno. Según Lavítola, Capriotti le prometió 20 millones de euros. Velocci quedó estupefacto. Tanto dinero no era buena señal, dijo.

Así que le pidió a Lavítola que no le hablara más de ello, pues en el pasado, Capriotti había sido acusado de corrupción”, contó Velocci. Añadió que le dijo a Lavítola que “si Angelo te ha dicho que hay 20 millones de euros, entonces Angelo está bien rico”, pues Svemark no tenía tanto dinero.

Entonces Lavítola le solicitó meter esos 20 millones de euros en el costo del proyecto de las cárceles, y Velocci le respondió: “No puede estar metido, porque, si de este precio saco 20 millones de dólares [para ti], me matan en Italia, porque no tendrá ganancia”. “Valter me dijo: ´Tranquilo, que subimos el precio del proyecto”.

ROLANDO RODRÍGUEZ B.

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