Lejos de los rascacielos, la cinta costera y el metro de la capital panameña, los 56 años de bloqueo económico provocaron que Cuba se haya quedado en el tiempo y, a la vez, mantenga intacta su esencia.
Sus casas y edificios conservan la estructura de la época de la colonia española. El olor a tabaco se siente apenas se arriba al aeropuerto José Martí, en La Habana.
El sabor caribeño está en el clima y en su gente. El turismo es el atractivo de la isla.
Con el reciente restablecimiento de relaciones diplomáticas con Estados Unidos, los cubanos sueñan con mejores días. Superar la dificultad de sobrevivir con salarios mensuales de entre 25 y 30 dólares es la máxima aspiración.
La Habana vieja -lo que equivale al Casco Antiguo de Cuba- es similar al de Panamá en cuanto a estructuras, edificios, calles, bares, restaurantes, iglesias y entidades públicas.
Turistas inundan a diario sus calles, mientras los cubanos les ofrecen todo tipo de buhonería. El servicio de bicitaxi y mototaxi está a la orden del día.
Además, los autos que circulan por las calles y avenidas son en su mayoría de 1930: Chevrolet, Lada y Fiat muy antiguos. Pocos vehículos modernos.
El que viaja a la isla debe ir a los sitios históricos, como El Capitolio, lugar, donde se reúnen las autoridades cubanas y está en remodelación; la estatua a José Martí y la Plaza de la Revolución.
Un lugar muy visitado es el famoso malecón, una avenida peatonal que bordea la bahía y que aglutina a turistas y cubanos en horas de la noche.
Caminar por Cuba, de día o de noche, es seguro y lo más probable es que termina gustándole la frase: “que volá, asere”.