Se puede decir más alto, pero no más claro: “En Panamá venimos denunciando que hay una situación de pobreza que tiene cara de indígenas y afrodescendientes”.
Así de tajante fue Cecilia Moreno, representante de la Red de Mujeres Afrodescendientes de Panamá, con respecto a lo que ocurre con este grupo de la población en el país, en medio de la presentación del informe Afrodescendientes en Latinoamérica: hacia un marco de inclusión, elaborado por el Banco Mundial.
Según este documento –que fue presentado en el Palacio de las Garzas el pasado viernes–, los afrodescendientes mejoraron su situación en gran medida durante la década anterior, en términos de acceso a los servicios, reducción de la pobreza y reconocimiento. No obstante, con la excepción de los pueblos indígenas, aún son más pobres que el resto de los latinoamericanos, tienen menos años de educación, son víctimas del crimen y la violencia con mayor frecuencia, tienden a vivir en áreas marginadas y enfrentan barreras laborales.
En términos generales, el informe detalla que los afrodescendientes representan un cuarto de la población de América Latina, equivalente a unos 133 millones de personas.
Las soluciones
A su vez, menciona que este grupo tiene, en promedio, 2.5% más probabilidades de vivir en pobreza que los blancos o mestizos, menos años de educación y por lo tanto empleos menos calificados. En promedio, los afrodescendientes tienen casi el doble de la tasa de desempleo de los no afrodescendientes.
En el caso de Panamá, dice el estudio que el 10% de la población total es afrodescendiente, es decir, entre 300 mil y 400 mil personas, y que los trabajadores afrodescendientes pierden terreno frente al resto de la población.
De hecho, al comparar a trabajadores con el mismo nivel educativo, edad, género, estatus marital, experiencia, tipo de empleo, sector laboral y características del hogar, pero de diferente raza, los afrodescendientes tienden a tener ingresos inferiores por el mismo tipo de profesiones.
Por ejemplo, en Brasil, un trabajador afrodescendiente obtuvo cerca de 16% menos que uno blanco. En Uruguay, un trabajador afrodescendiente era propenso a ganar casi 11% menos; en Perú, 6.5% menos; y en Colombia, Ecuador y Panamá, entre 4% y 5% menos.
Incluso, este grupo de la población sigue teniendo niveles significativamente más bajos de escolaridad en la mayoría de los países y Panamá no escapa a eso. En promedio, alrededor del 64% de los miembros de hogares afrodescendientes de la región ha completado la educación primaria, frente a 83% de la población no afrodescendiente.
Las incongruencias
Frente a este escenario, organizaciones de la sociedad como la Red de Mujeres Afrodescendientes de Panamá, aseguran que el Censo de Población de 2010 no registró cuántos son realmente. Aseguró la Red que en ese censo se contabilizaron unos 300 mil afropanameños, y que esa cifra pudiera llegar al millón de personas.
Moreno usó como ejemplo Darién, Colón y Bocas del Toro, provincias donde la población de afrodescendientes es numerosa y, a su vez, están inmersas en el círculo de pobreza.
Por Panamá también estuvo en el evento Urenna Best, directora de la Secretaría para el Desarrollo del Afropanameño, quien expresó que organismos financieros internacionales están volteando la mirada a este tema, porque grupos como los indígenas y afrodescendientes siguen rezagados en medio del desarrollo y crecimiento económico de los países.
“Hay que desmantelar la desigualdad y el racismo, ya que, aunque es difícil hablar de estos problemas, sí existen, porque las cifras así lo reflejan”, remarcó.
Seynabou Sakho, directora del Banco Mundial para América Central, argumentó que Panamá tiene dos grandes retos como país: precisar las cifras de los afropanameños rumbo al censo poblacional de 2020 y rescatar el aporte de este grupo poblacional al país.