Era la mañana de un caluroso sábado de marzo de 1983, cuando un avión DC-10 de Alitalia aterrizaba en el Aeropuerto Internacional General Omar Torrijos H. (actualmente Aeropuerto Internacional de Tocumen). De la escalinata descendió inmaculadamente vestido de blanco, el papa Juan Pablo II. Al pisar tierra, se arrodilló y besó la pista del aeropuerto.
El papa venía a Panamá como parte de una gira de ocho días a Centroamérica y Haití. En la terminal lo recibió el entonces presidente de la República, Ricardo de la Espriella, y su Gabinete, todos acompañados de sus respectivas esposas. El verdadero poder recibiría al papa minutos más tarde en el aeropuerto de Albrook, donde el general Rubén Darío Paredes y su estado mayor, también acompañados de sus consortes, recibirían al papa antes de que este se dirigiera, en una misa campal, a los presentes.
Papa Juan Pablo II
“Recién casada, esperaba su visita para escucharle hablar sobre el matrimonio, y así fue aquel día en Albrook”, cuenta Geraldine Emiliani, quien hizo su mejor esfuerzo para resistir los embates del calor y la emoción colectiva. “Por la cantidad de gente alrededor entré en pánico, me desmayé, y terminé en una de las casas móviles de atención médica”, agrega.
En la tarde, el papa Juan Pablo II se trasladó, dentro del papamóvil, por una atestada vía España en cuyas aceras decenas de miles de panameños lo saludaban con banderas istmeñas y las del Vaticano, con crucifijos y rosarios, según relató este diario en su edición del 6 de marzo de 1983.
Geraldine Emiliani
A su llegada al Estadio Revolución (actualmente Rommel Fernández Gutiérrez), el pontífice efectuó una homilía en honor a los campesinos y a todos aquellos trabajadores que vivían de la tierra. “No vengo con las soluciones técnicas, que no están en manos de la Iglesia, traigo la cercanía, la simpatía, la voz de esa Iglesia que es solidaria con la justa y noble causa humana”, dijo el pontífice ante la multitud.
Como una anécdota del evento, el papa Juan Pablo II se colocó una vistosa chaquira sobre sus vestimentas, honrando así la artesanía del pueblo ngäbe.
Juan Pablo II partió del estadio en el papamóvil hacia el Palacio de las Garzas, donde mantuvo una reunión con las autoridades civiles del régimen militar, y de allí se trasladó a la Catedral Metropolitana para bendecir a los enfermos.
“El reverendo padre Guillermo Tejada [q.d.D.g.], nos había solicitado que le presentáramos al papa a los enfermos que se reunirían allí”, recuerda Argénida de Barrios, quien describe cómo fue su contacto personal con el sumo pontífice: “Cuando íbamos por el tercer enfermo, un niño, uno de los acompañantes del papa se acercó raudo y nos dijo que Juan Pablo II no escuchaba, por lo que miré y su santidad venía hacia nosotros. Le extendí las manos y las tomó y nos bendijo…”.
El papa salió de la Catedral rumbo al aeropuerto, de donde partió al siguiente destino de su periplo centroamericano.
Para Geraldine Emiliani, la visita de Juan Pablo II fue una oportunidad para oxigenar la democracia y la lucha por las libertades en Panamá. “Me sentí feliz y con la esperanza [de] que los militares que nos gobernaban en ese tiempo, Dios nos hiciera el milagro y la democracia empezara a nacer y crecer en nuestro país”, afirmó.
Argénida de Barrios
Argénida de Barrios considera que la visita del papa creó una coyuntura importante para el país. “Eran momentos políticos difíciles, y la venida del papa logró que se viviera una experiencia de paz y unidad que se desprendía del actuar del hoy santo Juan Pablo II”, concluyó.
Entre los hitos alcanzados por Karol Wojtyla, sacerdote polaco que se convirtió en Juan Pablo II, se incluyen el haber sido el primer papa en predicar en un templo protestante y en una sinagoga, a la vez que llegó a un acuerdo interreligioso con el islam. A Juan Pablo II se le reconoce el crédito histórico de haber impulsado la caída del muro de Berlín, y por ende del comunismo, en la Europa oriental.
El pontífice murió el 2 de abril de 2005, y fue canonizado el 27 de abril de 2014 por el papa Francisco. Para los panameños quedará inscrito en la historia que Juan Pablo II fue el primer papa que visitó nuestro país.