Veinte años después del acuerdo de Viernes Santo que puso fin a la violencia en Irlanda del Norte , el proceso de paz sigue siendo frágil y el brexit hace temer por su futuro, según los analistas.
Firmado el 10 de abril de 1998 por los Gobiernos británicos e irlandés con el apoyo de la Unión Europea y Estados Unidos, el acuerdo puso fin a 30 años de un violento conflicto que dejó más de 3 mil 500 muertos.
Cuatro años antes, un alto el fuego en el territorio en el que estaba desplegado el ejército británico silenció las armas entre los paramilitares nacionalistas, opuestos a la autoridad británica, y los lealistas, partidarios de la unión con Londres.
Desde entonces, la violencia paramilitar ha pasado a ser residual, pero las comunidades se mezclan poco y las tensiones políticas siguen vivas entre unionistas y nacionalistas, que comparten el poder.
Lo atestigua la ausencia de gobierno en Belfast desde hace 15 meses y la implosión del Ejecutivo en enero de 2017, formado desde 2007 por el Partido Unionista Demócrata (DUP) y el Sinn Féin, que no consiguen entenderse.
Para el exlíder del Partido Unionista del Ulster Mike Nesbitt, la compartición del poder en Belfast solo funcionó bien “un año”, cuando el reverendo Ian Paisley, del DUP, y Martin McGuinness, del Sinn Féin, gobernaban juntos en 2007.
Sin embargo, el texto de 1998 no es “definitivo”, señala Siobhán Fenton, que indica que “debe adaptarse regularmente a los acontecimientos y a los cambios de la sociedad”, lo que condujo a otros compromisos posteriores, como en 2007, tras cinco años de suspensión del gobierno.
Los nacionalistas acusan a los unionistas de hacer un mal uso de un mecanismo ideado para bloquear leyes, perjudicando los derechos de las minorías, que fue empleado por ejemplo para impedir el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Por su parte, al Sinn Féin se lo acusa de impedir la vuelta del Ejecutivo al rechazar participar en él mientras que los unionistas no se comprometan a actuar a favor de ciertas disposiciones que los nacionalistas consideran que forman parte de los acuerdos de paz.
Otra cuestión que peligra con la aplicación del brexit es la posibilidad de una “dura frontera” que tendría Irlanda del Norte con el resto de la república irlandesa.
Para los nacionalistas del Sinn Féin, un referéndum sobre la reunificación de Irlanda, cuyo principio está previsto en el acuerdo de paz, resolvería la cuestión de la frontera.
Pero esta consulta no cuenta hoy en día con un apoyo mayoritario de la población.