No se ha producido un reinicio, ni se ha dedicado un momento a sanar las heridas.
Un año después de culpar a “ambos bandos” por los choques violentos entre supremacistas blancos y contramanifestantes, el presidente Donald Trump sigue coqueteando con la retórica de matices raciales, y recibe escasas críticas de los dirigentes republicanos o de su base cuando lo hace.
Dirigentes negros y demócratas sostienen que el tono y las medidas de Trump en materia racial han empeorado en los meses transcurridos desde la violencia en Charlottesville, Virginia.
El resultado de ello es un escenario político profundamente dividido en el que la retórica racista recibe escaso castigo y, en ocasiones, una clara recompensa.
Los demócratas apuestan a la movilización de izquierdistas y minorías, negros en particular, para recuperar la mayoría en el Congreso. A su vez, los republicanos esperan contener la oleada demócrata mediante una fuerte participación de los votantes blancos de derecha que ayudaron a elegir a Trump y lo alientan en su disposición a sumergirse en asuntos candentes con matices raciales.
Trump ha expresado a sus próximos la convicción de que, al menos, uno de esos asuntos –la crítica a los jugadores negros del fútbol americano que se arrodillan durante el himno nacional– es un punto a su favor porque infunde ánimos a la base blanca.
Volvió sobre el tema el viernes al tuitear que los jugadores expresan indignación por “algo que la mayoría de ellos son incapaces de definir”. Los jugadores dicen que es una actitud de protesta contra la muerte de negros a manos de la policía, la injusticia social y el racismo.
El ascenso al poder de Trump tiene varios hitos que invocan estereotipos raciales.
En 1989, pidió la pena de muerte para cinco adolescentes negros e hispanos acusados de violar y asesinar a una mujer blanca; aunque la prueba de ADN los exoneró, Trump ha insinuado que aún los cree culpables.
Durante años, promovió la mentira de que el presidente Barack Obama había nacido en Kenia. Este año, desde su puesto en la Casa Blanca, ha puesto en duda reiteradamente la inteligencia de conocidas personalidades negras como la legisladora demócrata Maxine Waters, el basquetbolista estelar LeBron James y el periodista de CNN Don Lemon, a quien llamó “el hombre más tonto de la televisión”.
Intolerancia
La exempleada de la Casa Blanca Omarosa Manigault Newman asegura en un nuevo libro que existen grabaciones del presidente Donald Trump profiriendo insultos racistas y que lo vio comportarse “como un perro sin correa” en numerosos eventos a los que asistió sin la primera dama Melania Trump.
El libro Unhinged (desquiciado), cuya aparición está prevista para el 14 de agosto, contiene una larga lista de denuncias escandalosas. The Associated Press obtuvo por adelantado un ejemplar del libro autobiográfico que, según la Casa Blanca, está “plagado de mentiras y acusaciones falsas”.
Manigault Newman, que fue concursante en el reality show de Trump The Apprentice y luego asesora presidencial sénior, presenta al presidente como un hombre disperso, ensimismado, misógino e inseguro.
Después de defenderlo durante años, llegó a la conclusión de que Trump era un intolerante, dice.
“No quería creerlo. Rechazaba lo que decían otros sobre él porque no lo conocían como yo. Tuve que sufrir el dolor de presenciar su racismo con mis propios ojos y escucharlo con mis propios oídos, muchas veces, hasta que ya no pude negarlo”, escribe en el libro.
Dice también, sin presentar pruebas, que existen grabaciones del presidente en las que usa reiteradamente un conocido término racista en el plató del reality show. Reconoce que nunca pudo obtener ni escuchar esas grabaciones, pero asegura que tres fuentes a las que no nombra describieron su contenido.
A lo largo del libro, la autora presenta un retrato profundamente crítico del presidente como un hombre que “amaba el conflicto, el caos y la confusión; le encantaba ver a la gente discutir o reñir”. Dice que lo vio comportarse de manera indebida en numerosos eventos a los que asistió sin su esposa en su resort Mar-a-Lago, en Florida, como fiestas de cumpleaños, recaudaciones de fondos y torneos de golf.
Alega que Trump ha exhibido señales de un “deterioro mental innegable” y dice que imprimió para él un estudio que vincula el consumo de Diet Coke con la demencia y derrames cerebrales y lo puso en su lista de documentos a leer.
La Casa Blanca atacó duramente el libro y a su autora, así como a la prensa por comentarlo. “Es un libro plagado de mentiras y acusaciones falsas”, dijo la secretaria de prensa Sarah Huckabee Sanders.