Sórdidas confesiones del abogado Janio Lescure



Una agencia de inteligencia privada israelí, contratada por un empresario panameño, extrajo información en España a un abogado local llamado Janio Lescure, quien presume de tener contactos en los órganos Ejecutivo y Judicial. Él sería el intermediario para pagar sobornos.

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‘Yo pago a jueces todos los días’: Janio Lescure

Lescure fue objeto en enero pasado de un reportaje de Crónica, un semanario del diario español El Mundo.



La Prensa tuvo acceso a extractos de los audios de las conversaciones que sostuvieron los agentes encubiertos con Lescure.

El empresario panameño buscaba probar con la intervención de los israelíes que sus casos en la Corte Suprema de Justicia habían sido manipulados con dolo para que no prosperaran. Pero los hallazgos fueron mucho más allá de su caso.

Lescure habló del pago de sobornos en instancias del Ejecutivo, así como el pago por fallos a magistrados de la Corte Suprema de Justicia, a la medida de sus clientes, que, empero, niegan haber pagado un centavo.

Janio Lescure logró su objetivo: los dejó impresionados, pero no de la manera que él esperaba. El abogado panameño –invitado por unos supuestos potenciales clientes a España– confesó que la justicia panameña es una “mafia”, pero una mafia de la que él puede sacar provecho, en especial, de magistrados de la Corte Suprema de Justicia de quienes puede obtener fallos a la medida.

A finales de enero pasado, Lescure fue objeto de un reportaje en Crónica, una publicación del diario español El Mundo. Su título: “La trampa española al abogado de Panamá que ‘paga a los jueces’” (ver facímil).

La Prensa tuvo acceso a extractos de audios de las reuniones que dieron lugar al reportaje en España y que ahora pueden ser escuchados en prensa.com, en la versión digital de este artículo.

Janio Lescure no es de esos abogados de alto perfil que está en la televisión. Pero su clientela no es exactamente desconocida. Ha actuado –por ejemplo– como parte del equipo de la defensa de Mayer Mizrachi, acusado de delitos contra la administración pública en perjuicio de la Autoridad de Innovación Gubernamental.

Pero la notoriedad de Lescure no es solo por ese caso. Hace unos diez años, Lescure fue sancionado por la Corte Suprema de Justicia por violar el Código de Ética y Responsabilidad Profesional del Abogado, que lo obligó a suspender el ejercicio de la abogacía durante tres meses.

La sanción –a juzgar por los audios– no parece haber sido suficiente para persuadirlo de mantenerse alejado de sus heterodoxas actividades.

Sus interlocutores en España no eran los empresarios que él creía que eran. Eran agentes de inteligencia de la agencia privada Black Cube, que grabaron las reuniones que sostuvieron con él mientras trataba de impresionarlos con sus contactos.

Lescure estaba cómodo. Los agentes encubiertos adoptaron la identidad de empresarios rusos corruptos, interesados en abrir prostíbulos en Panamá con la ayuda de Lescure, interrogado con segundas intenciones a fin de conocer el grado de influencia que ejercía sobre oficiales gubernamentales y de la justicia local.

Contactos y negocios

Los impostores no tardaron en entrar en acción. Le anunciaron “preguntas delicadas”. Lo interrogaron sobre los contactos que tenía para desarrollar su supuesto negocio en Panamá.

Pan comido. “¿En Panamá? No hay problema. Tengo un buen contacto con banqueros, tengo buenos contactos en el Gobierno [...y en este], en altos niveles”, les dijo.

La conversación transcurrió abordando las ventajas del sistema fiscal panameño: cómo pagar menos impuestos con el uso de compañías offshores, etc.

Y hablaron del negocio de la prostitución. Después de todo, los espías le hicieron ver a Lescure que querían comprar un nightclub y hacer negocios a lo grande bajo su administración.

Y Lescure dijo saber “todo” sobre esta actividad; que tenía el abogado que haría posible llevar chicas de Rusia a Panamá. Incluso, explicó fórmulas para el ejercicio de la prostitución clandestina en el negocio que habrían de poner sus potenciales clientes.

Por ejemplo, les aconsejó que las prostitutas ingresar a Panamá como visitantes. Ellas “comienzan trabajando como turistas” [sic], y él se encargaría de ello, les dijo.

Las mujeres se harían pasar por “clientes” del nightclub, aunque “realmente ellas están en el negocio [de la prostitución] –describió– y van a ir todos los días ahí, y ellas hacen negocio ahí. Pero, para los efectos de orden legal, nosotros no tenemos responsabilidad [legal de lo que ellas hagan]”., les indicó.

Luego, los clientes del nightclub, es decir, los caballeros, “las invitan a salir del club”, pero antes deben hacer un pago que, contablemente, se refleja como venta de licor, precisó el abogado.

Protección y ahorros

Una cosa más. Hay que recordar –indicó Lescure– el tema de la “trata de blancas” o, para ponerlo en palabras del propio abogado, “el delito de retención de personas”.

Con su método de trabajo –les prometió– “nos evitamos cualquier tipo […] de investigación criminal por tráfico humano […] y también nos evitamos gastos [...] en el sentido de tener [...] que estar sacándoles permisos”.

Son reglas del mercado, “porque hoy en día la competencia en Panamá hace que tengamos que buscar estas fórmulas, porque si no, comercialmente [...] la competencia nos arruina […] nos puede asfixiar”, afirmó.

‘Yo pago eso’

Los supuestos rusos preguntaron si en Panamá había alguna mafia que pudiera molestarlos por su negocio. Lescure respondió que no. Pero quizás los dueños de otros nightclubs no estarían muy contentos con la competencia. Así que quizás lo que podrían hacer es llamar a las autoridades de Migración para incomodarlos con inspecciones.

Pero eso no sería un problema. Solo había que pagarles, replicó Lescure. ¿A quién?, preguntó el supuesto empresario. Pues “pagar a la autoridad de Migración. Pero ellos son amigos. Yo pago eso”, se ofreció el abogado.

El espía lo alentó a seguir hablando: “Sé cómo se hace en Rusia. No sé cómo se hace en Panamá. En Rusia puedo pagar a cierta gente y estar seguro de que todo estará bien. ¿Cómo se hace en Panamá?”.

Lescure sonrió. Igualito: “En Panamá, por lo general [...] también se le paga a los miembros del Ministerio de Trabajo [...], así como a los de [la Direccción de] Migración”, añadió.

Los que cobran

En realidad hay que sobornar a más funcionarios, les dijo Lescure: “Nosotros le pagamos a tres personas: A los que inspeccionan en el Municipio; a los que inspeccionan en Migraciones y a los que inspeccionan en el Ministerio de Trabajo”.

La ventaja de sobornar a los funcionarios de estas instituciones es que “uno [de ellos] me puede avisar [de la inspección] del otro, y así los tengo [a ustedes] avisados [de estas diligencias]”, les explicó el letrado.

Complacido, el supuesto ruso dijo entender lo necesario que es hacer esos pagos. Sí, le correspondió Lescure. “[Hay] que pagarles todos los meses”. $300 al mes, para ser exactos. Pero de inmediato corrigió: son $3 mil por persona: “el juez… el jefe de…”.

Lescure fue interrumpido cuando empezaba a listar la cadena de sobornos que tenía concebida. “¿Y quién entregará el dinero? ¿Tu o yo?”, preguntó el detective.

Lescure respondió que él lo haría. Quien fuera el sobornado, “él necesita ver mi cara”, subrayó el abogado.

Se trata de confianza. El sobornado necesita ver la cara de alguien de su confianza, de alguien que no le hicera caer en una trampa. Pero Lescure violaba la regla de oro. Revelaba sus secretos más inconfesables a alguien que, precisamente, no conocía.

Y entró en detalles: los pagos se harían una vez al mes, basados en una tarifa fija.

“Recordemos que son funcionarios públicos […], que trabajan para el Gobierno”, y la forma más segura para pagarles es haciendo los pagos ‘en efectivo’”, recomendó.

Su interlocutor imaginó que esos pagos no se hacían en una esquina. Y tenía razón: se hacen de forma más discreta. “… Por lo general, van a mi oficina –indicó Lecure– […] el pago [se hace] dentro de mi despacho”.

¿En su oficina?, preguntó incrédulo el supuesto ruso. “Sí, en mi despacho”, confirmó Lescure sin titubear.

Las tarifas

Ahora, hablemos de dinero. ¿Cuáles eran las tarifas? “Bueno, en el caso este, nosotros le dábamos mil 500 dólares al Jefe de Inspección del Ministerio de Trabajo”.

Esta era la tercera versión que ofrecía Lescure. La primera, como se dijo líneas atrás, fue $300, monto que corrigió de inmediato por $3 mil al mes, por persona. Y ahora aterrizaba en mil 500 dólares. (El abogado nunca dio nombres en estos casos, solo los cargos).

Al de Migración, Lescure dijo que había que pagarle una cifra similar. Es decir, otros $1,500, pero sus “servicios” eran por alertar: “…Siempre tratar de que nos avisen [de sus inspecciones… para que] tengamos, por lo menos, un margen de horas para poder prepararnos”.

Y, aunque Lescure habló de tarifas fijas, luego matizó. Cuando el supuesto empresario lo interrogó, Lescure dijo que, “… dependiendo de la posición de esa persona, es que le hacemos una oferta...”.

“¿Qué quieres decir?”, preguntó intrigado el supuesto empresario. Sencillo: “Si, por ejemplo, le estoy hablando del director que hace las inspecciones [...], puedo arreglar con él mil 500 dólares al mes [...]; pero si tenemos una amistad directa con el Ministro [...] obviamente, no me va a costar $1,500. Tendría que ofrecerle [...] algo más...”, explicó el panameño.

“¿Y cuánto más?”.Lescure, efectivamente, parecía tener experiencia en el campo de los sobornos. Su respuesta así lo sugiere: “Posiblemente, para que un ministro se interese por hacernos esa cobertura, por lo menos, podrían ser unos 5 mil dólares”.

El impostor entonces preguntó: ¿Esto es algo que se hizo en el pasado o teóricamente se puede hacer? “... Así se ha mantenido la relación siempre”, respondió Lescure.

Si los matices en algunas de sus respuestas no habían sido suficiente, Lescure quiso asegurarse de que, en materia de sobornos, no todo está escrito en piedra. Dejó claro que el tema de las coimas “no es matemática exacta”, “pero –eso sí– es lo que funciona”.

Mantener abierta la puerta de los despachos gubernamentales es algo que está considerado en la fórmula de Janio Lescure. No solo se trata de pagar sobornos. Hay que cultivar una relación, sugirió.

“Es más o menos la manera cómo se trabaja ese tema […] para tener amigos. Cada cierto tiempo, les damos unas invitaciones para que ellos puedan sentarse con algún amigo [...] en el club”. Así es como se mantienen relaciones y amistad. Es como un pago constante: una botella de alcohol que consumen en el club, explicó.

¿Y si los funcionarios cambiaran de opinión? Es decir, en vez de mantener su palabra de cobrar la suma acordada, ¿podrían exigir más?, preguntó el detective.

Lescure se apresuró a tranquilizarlo: “Bueno, lo que hemos tenido hasta el presente [...] es que están muy felices y contentos con los tema sque les damos”.

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