Hasta finales de la década de 1990, Plaza Concordia era uno de los centros comerciales más importantes del país. Su ubicación privilegiada, en el mero centro de la ciudad, lo ponía, además, en la ruta de medio Panamá.
Hoy, casi 20 años después, gran parte de los locales están cerrados o en proceso de alquiler, además, que los comercios que allí funcionan son poco conocidos u oficinas públicas. Es la agonía de un lugar que se resiste a morir.
Es martes al mediodía y los estacionamientos de la plaza están casi llenos. Apenas si en el último piso hay uno que otro espacio. Eso, aparentemente, no se traduce en clientes, pues dentro del centro comercial la cosa está lenta. Hay alas dentro de Plaza Concordia que, incluso, tienen la luz apagada, y todos los comercios cerrados.
Unos años atrás, la situación era todo lo contrario. Sin los grandes centros comerciales que hoy abundan en la ciudad, Plaza Concordia era un lugar en el que vendían cuestiones de moda. Dos locales, por ejemplo, eran los que movían la clientela. Uno de aquellos comercios era de videojuegos. No solo instalaban dispositivos para leer juegos piratas, sino que tenían cualquier juego a disposición. El otro, y quizás el más importante, Rock N Roller, un centro para patines y patinetas en el sótano de la plaza, que por años movió a miles de jóvenes no solo por el deporte, sino porque también albergaba conciertos de rock.
De aquella época queda muy poco, por no decir nada. Plaza Concordia se ha transformado en un lugar en el que ni siquiera funcionan las escaleras eléctricas. Y la oferta de los comercios es bastante peculiar: hay tiendas de cosméticos, cuidado de la piel, cuidado de las cejas, cuidado de los ojos, tratamientos para el rostro, oficina de correos, financieras, salón de belleza, venta de productos para los hongos, tienda de ropa de niño, soporte y reparación de computadoras, y muchos, muchísimos locales para transferir dinero o enviar encomiendas a países cercanos.
Hay un museo, el Albert Btesh. Sin embargo, pareciera estar siempre cerrado, aunque desde sus ventanales se pueden mirar una que otra pintura. Uno de los pocos comercios que ha sobrevivido en el centro, aunque se haya mudado de local, es el de Foto Halcón, que antes se especializaba en el revelado e impresión de fotos, y que desplazada aquella función ante la tecnología, se enfocan en las fotos para visados, según anuncian en su puerta.
Los locales de afuera de la plaza, los que dan hacia vía España, son mayoritariamente de venta de celulares o cibercafés, que se nutren de la cantidad de extranjeros que se quedan en los incontables hoteles y residenciales de alrededor.
Quizás una de las cuestiones más representativas del centro comercial tiene que ver con su comida. Mientras la mayoría de los grandes centros comerciales alrededor de toda la ciudad se enorgullecen de tener en su plaza grandes cadenas internacionales de comida rápida, en Plaza Concordia la especialidad es la cocina criolla. Arroz, menestras, presa, tajada y ensalada constituyen el combo más pedido. El lugar estaba a reventar. Sazón, en este caso, mata fama internacional.