En 2015, Ana Victoria Sánchez Urrutia volvió a Barcelona -ciudad donde vivió por veintiocho años-, para celebrar el XX aniversario del Observatorio de Bioética y Derecho, así como del Máster de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona, la que fue su casa primero como estudiante y más tarde como profesora, tras obtener el doctorado en Derecho Constitucional.
Allí, con la ilusión de quien regresa a un lugar que le es muy querido, describió aquel especial espacio de aprendizaje como “un punto de encuentro…. un lugar donde personas que pensaban distinto, pero que creían que las ideas se construyen de forma similar, coincidieron. Un lugar donde todos teníamos algo que aportar y algo que escuchar de los demás, porque el aprendizaje mutuo se construye así, dando tú lo que sabes y recibiendo del otro lo que sabe…”
Esa descripción que hizo hace unos años del lugar donde se formó y trabajó, la define a ella misma: siempre dispuesta a compartir sus conocimientos y a trabajar en equipo para beneficio colectivo.
Ana Sánchez Urrutia inició su impresionante singladura académica en la Facultad de Derecho de la Universidad de Panamá. Y al terminar su licenciatura, ya tenía la certeza de que lo suyo no sería el ejercicio de la abogacía, por lo que se fue a España en búsqueda de los caminos que la convirtieron en experta constitucionalista, defensora de la justicia, rigurosa investigadora y amante de la ciencia, tanto en el claustro universitario como en los diversos movimientos reivindicativos que apoyó con vigor.
Como dijo su primo y colega Salvador Sánchez en el acto de despedida de Ana hace solo unos días, “demostró que había otros caminos para las personas interesadas en el Derecho y sobre todo para las apasionadas por la justicia. Caminos que ella estaba recorriendo, en los que se seguía formando y forjando, y que luego ayudó a expandir, abriendo trochas a ambos lados del Atlántico”.
Para alegría de muchos, incluyendo, por supuesto, a sus padres y a su familia en general, Ana Victoria regresó definitivamente a Panamá en 2013, convirtiéndose en un referente en el campo de la bioética, desde el cargo que desempeñó con entusiasmo en la Secretaria Nacional de Ciencia y Tecnología. La brillante ruta que siguió en esta área del saber la llevó a ser elegida miembro del comité de expertos sobre edición genómica de la Organización Mundial de la Salud (OMS), convirtiéndose en la única representante de Latinoamérica. Un verdadero orgullo para todos los panameños.
Y allí, coherente con su permanente empeño de hacer de éste un mundo más justo, Ana dejó su impronta al enfatizar, una y otra vez, que las decisiones que se tomaran en las innovaciones de los procesos de edición del genoma humano, debían estar basadas en equidad.
Igualmente participó con entusiasmo de los espacios existentes para el debate constitucional, dejando en evidencia no solo la profundidad de sus conocimientos, sino también su preocupación por el deterioro institucional que enfrenta el país y las repercusiones de este deterioro en la protección de los derechos humanos.
Su bagaje intelectual, su rebeldía e independencia, su vocación docente, su defensa vigorosa y constante de lo justo, dejó hondas huellas por todos los caminos por donde pasó. Su partida deja a los movimientos feministas y de derechos humanos locales sin una aliada excepcional.
Además de sus trabajos de derecho constitucional y feminismo, Ana produjo una importante obra producto de sus investigaciones de los nuevos fenómenos que ponen en riesgo la dignidad humana. Temas como la protección de datos, el derecho a la intimidad o el derecho de los pacientes, fueron parte de sus preocupaciones y estudios, en completa coherencia con su deseo de producir cambios allí donde se requerían para poner un freno a los abusos de poder, las discriminaciones, las exclusiones.
Se trata de una obra que, en palabras otra vez de Salvador Sánchez, fue pensada para promover la justicia, con un valor instrumental para hacer de este mundo, uno más justo.
Ese mismo objetivo la llevó a convertirse en una amorosa y divertida guía para sus queridos sobrinos, en los que sembró la semilla de la curiosidad intelectual, la justicia, la equidad y la ética. Ana vive hoy con fuerza en cada uno de ellos.
Querida Ana Victoria, descansa en paz.