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PANAMÁ Y SU GENTE

La calle de la nostalgia

Detrás de la plaza 5 de Mayo se extiende una de las principales vías de la panameñidad: la avenida Central. Una calle que hace décadas era el lugar donde se hacían las grandes fiestas nacionales, y que ahora, después de varios cambios, es uno de los lugares favoritos de los panameños para comprar.

La avenida, teóricamente, comienza donde termina la vía España, en calle 42 Bella Vista, muy cerca de Perejil. Pero no es hasta la plaza 5 de Mayo que la calle se convierte en peatonal y se constituye como uno de los reflejos más importante de la vida en esta ciudad.

Apenas uno entra en la peatonal, comienza a ver gente con bolsas. Gente que camina rápido, que camina lento, que observa, que ríe, con rostros cansados, con uniforme, con pantalones cortos. Como sea, pero con bolsas.

Vienen de los almacenes y tiendas que ocupan ambos lados de la avenida. Hay también electrónicas, restaurantes y pensiones, pero son los almacenes que venden de todo los que proliferan en esta calle adoquinada. Allí uno puede conseguir zapatos, camisas, sacos, blusas, juguetes, calzoncillos, bragas, licuadoras, estufas, productos de limpieza, libreros, abanicos, espátulas, pelotas de fútbol, pasta de dientes, jabón, alfombras de carro, escobas, cuadernos, lápices de colores. En fin, lo que uno necesite.

La calle de la nostalgia
La calle de la nostalgia

También aparecen los vendedores informales, como el que vende helados de pipa, o el que vende jugo de caña. La avenida Central es un microcosmos en el que el comercio es rey. Aunque también reina la basura, acumulada en las esquinas y en las calles laterales que dan hacia Santa Ana y hacia avenida B.

El horizonte está lleno de sonidos, colores y olores. Aparecen edificios enigmáticos, como el que está sobre la tienda Vendela, que pareciera ser un edificio abandonado aunque, al mismo tiempo, uno encuentra pistas en sus ventanas que revelan que allí vive gente.

También está el edificio La Pollera, llegando casi a Santa Ana, con detalles preciosos y un color amarillo que capta miradas. El edificio del Banco Nacional también muestra un poco de cómo era el pasado en esa calle, así como una estructura abandonada y media ruinosa a mitad del recorrido. Era un edificio blanco con balcones y columnas que hoy se cae a pedazos. En su parte delantera, unos hombres venden artesanías a ritmo de bachata y un letrero enorme anuncia que el proyecto de viviendas que se edificará allí ya está a la venta.

La calle de la nostalgia
La calle de la nostalgia

Y entonces uno ve las palomas. Caminan y vuelan a placer, como si la avenida fuera de su propiedad. En el piso hay maíz, aunque no se vea a nadie lanzándoles alimento.

Se acerca la hora del almuerzo y la calle se embatuma del olor de pollo guisado, a ropa vieja de las fondas a lo largo de la avenida. La gente, hambrienta, camina hacia ellas, sin importar que llueve. La hora del almuerzo puede contra todo.

Elizabeth Pineda y Xiomara Castillo viven en Calidonia y de vez en cuando van a hacer compras a la Central. “Los precios no son baratos. Ha subido todo, además que la gente ya no viene casi”, dice Pineda.

Rubén Gómez asegura, por su parte, que ya no viene tanto a comprar, pues muchos almacenes decidieron mudarse a centros comerciales, lo que impactó la oferta de la Central. Otro de los cambios en la ciudad.


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