El hatiano Jean Luis Gesnord y el cubano Emanuel Novoa tienen en común ser originarios de islas del Caribe y ahora comparten la experiencia de haber atravesado la selva del Darién buscando un mejor futuro.
Gesnord, un estudiante de ingeniería mecánica de 21 años de edad, abandonó todo lo que tenía y decidió tomar una avión para llegar a Bogotá, Colombia. De allí siguió su camino hasta la frontera con Panamá para internarse al famoso tapón del Darién, esa calurosa selva de 575 mil hectáreas llena de acantilados y ríos caudalosos. Además de los peligros de los animales propios de la selva, como serpientes venenosas, lagartos y jaguares, por esos parajes deambulan bandas de forajidos.
Sin hablar muy bien el español, Gesnord relató que pidió a unos “coyotes” (como se denomina a los personajes que trasladan indocumentados por la selva) que lo trajeran a Panamá. Un día, en mitad de la selva, se aparecieron unos hombres armados con machetes y pistolas, y le obligaron a él y al resto de caminantes a entregar dinero, celulares y cualquier objeto de valor.
“Lo perdimos todo y ahora no tengo dinero para comprar alimentos, ropa y no le puedo decir a mi madre que estoy acá”, aseguró.
Salió de Haití hace dos meses con la intención de cruzar toda Centroamérica, Estados Unidos y llegar a Canadá, donde tiene algunos familiares. Piensa trabajar, seguir estudiando y poder sacar a su madre de Haití. Pero antes tiene un largo camino que recorrer por países con altos niveles de violencia urbana y fronteras cerradas.
La travesía y el sueño de Emanuel Novoa no es tan diferente. Salió de Cuba hace cuatro meses, pero estuvo varado un tiempo en Uruguay. Desde allí, junto a otros compañeros, logró llegar a Colombia, con la intención des seguir su rumbo a Estados Unidos.
Novoa dijo ser parte de un grupo de aproximadamente 80 cubanos que llegaron a Colombia, pero todos fueron víctimas de robos y asaltos, y de trato displicente por parte de las autoridades de ese país.
Caminó cinco días por la selva hasta llegar a la población de Bajo Chiquito, ubicada a la orilla del río Tupisa, en Darién. Allí tuvo otro baño de la realidad que le espera. Quedó alarmado de que para cruzar en piragua por el río les cobraron $25 a cada uno.
Novoa y Gesnord ahora forman parte del grupo de 790 migrantes, algunos provenientes de países africanos como Sudán o Nigeria, que en los últimos días han llegado a Bajo Chiquito. La mayoría está deshidratada, hambrienta o con alguna lesión física.
Este grupo será ubicado en los albergues de Lajas Blancas y San Vicente, en donde se les someterá a revisión médica y se aplicarán pruebas de hisopado para determinar si padecen alguna enfermedad o la Covid-19.
Un informe elaborado por la Defensoría del Pueblo sobre los migrantes destaca que las estaciones de recepción establecida para estas personas no cuentan con los servicios públicos necesarios para este fin.
Esto, según el documento, reñiría con los compromisos de Panamá en materia de derechos humanos.
Informes oficiales señalan que cerca de 50 mil personas atravesaron la frontera del Darién desde 2017. Incluso, en 2020, esta migración irregular no se detuvo pese a la pandemia. Según la Defensoría del Pueblo, el año pasado se reportó el paso de más de 6 mil 400 personas.
Nicas vuelven a su país a tratar de rehacer sus vidas
Por otro lado, unos 6 mil nicaragüenses han salido de Panamá desde que empezó la pandemia de la Covid-19 en marzo de 2020, para tratar de rehacer sus vidas en su país. Así lo informó Jairo Portillo, dirigente de una de las agrupaciones de nicaragüenses en Panamá, quien señaló que la crisis económica derivada de la pandemia dejó en situación crítica a miles de compatriotas.
Informó que en la mañana de este viernes llegó a Managua, capital de Nicaragua, un grupo de 121 personas, entre ellos 15 menores de edad, que estaban varados desde hace más de una semana en Paso Canoas, en la frontera con Costa Rica, debido a que Nicaragua no les había dado permiso para entrar hasta tener nuevas pruebas contra la Covid-19. Cuatro adultos y un niño se tuvieron que quedar guardando cuarentena, debido a que salieron positivos en la prueba de PCR.
Antes de su partida, grabaron un video para agradecer a todos los que los apoyaron, incluyendo a los vecinos de Paso Canoas, durante los ocho días que estuvieron ahí.
Desde que Costa Rica permitió el paso por su territorio a principios de febrero de este año, han retornado a Nicaragua más de 430 personas.