El numeral 1 del artículo 4 de la Convención de Viena de Relaciones Diplomáticas (Ley 65 de 1963) establece que “El Estado acreditante deberá asegurarse de que la persona que se proponga acreditar como jefe de la misión ante el Estado receptor ha obtenido el asentimiento de ese Estado”.
Este mandato internacional implica que en el proceso de designación de embajadores, primero se obtiene el consentimiento o beneplácito del país receptor y luego se formaliza la designación del diplomático.
El presidente de los Estados Unidos Mexicanos, Andrés Manuel López Obrador (Amlo) infringió este principio dos veces. Inicialmente, para beneficiar a un copartidario, el historiador Pedro Salmerón, y la siguiente, para salvar cara nominando a Laura María de Jesús Rodríguez Ramírez (conocida popularmente como Jesusa Rodríguez), como jefa de la misión diplomática de su país en Panamá.
Más allá del desconocimiento de los procedimientos diplomáticos, el presidente López Obrador creó una tormenta política internacional con la selección del profesor Salmerón, quien había sido denunciado por acoso sexual por parte de algunas de sus estudiantes en el Instituto Tecnológico Autónomo de México, institución de la cual renunció antes de ser sancionado.
Posteriormente, como miembro del partido del presidente López Obrador, MORENA, Salmerón fue señalado por acoso hacia militantes del partido.
Ninguno de los casos fue objeto de una denuncia ante la justicia penal mexicana. No obstante, su postulación causó un levantamiento de activistas y grupos feministas del propio partido MORENA, así como de importantes sectores de la opinión pública mexicana.
En Panamá, los cuestionamientos provenientes de México dieron pie a que la ministra de Relaciones Exteriores, Erika Mouynes, le comunicase por vía escrita al gobierno de México que Panamá no consentía la designación de Salmerón, según divulgó el propio presidente López Obrador.
Se desinfla un mandatario
La reacción pública del mandatario mexicano vino en cámara lenta en sus ruedas de prensa mañaneras.
Primero, el jueves 27 de enero de este año, insistió en que iba a mantener como nominado al profesor Salmerón como embajador. Luego, el martes 1 de febrero, informó que Salmerón había renunciado a la nominación y que en su lugar propondría a la vicesenadora Jesusa Rodríguez, una artista de reconocida trayectoria en México y que pertenece al ala feminista del partido MORENA.
De paso, López Obrador hizo comentarios impropios hacia la ministra de Relaciones Exteriores de Panamá, calificándola de “Santa Inquisición”, eximiendo al presidente Laurentino Cortizo del conocimiento de la situación
En medios mexicanos, a la canciller Mouynes se le ha descrito como una “feminista radical”.
En este escenario, los propios procesos políticos mexicanos llevaron a López Obrador a escoger a una auténtica feminista radical como nominada para embajadora en Panamá. El presidente López Obrador tenía que aplacar las críticas feministas a lo que ha venido siendo un gobierno muy poco sensible a la problemática de las mujeres. Sin considerar nada más que el cálculo político, López Obrador hizo la segunda designación de forma intempestiva y poco preparada.
De forma innecesaria, expuso a la nueva nominada a la crítica acérrima de los sectores conservadores de México y de Panamá. Además, envía el terrible mensaje de que las mujeres políticas no son la primera opción para ejercer cargos de importancia.
La respuesta de Panamá
La “mini crisis” diplomática entre México y Panamá fue causada por el presidente López Obrador. Mouynes hizo lo que hubiera hecho cualquier canciller comprometido con la defensa de la dignidad del país.
Si Panamá hubiese aceptado al historiador Salmerón como embajador, aunque fuera por la sospecha y la controversia que le acompaña, esto ataría ineludiblemente el nombre del país en un sentido negativo a la polémica.
La reacción del gobierno panameño se conoció oficialmente el viernes 4 de febrero, cuando el presidente Laurentino Cortizo afirmó que “El presidente de México tiene el derecho de designar a quien guste, pero Panamá es soberano de decidir a quién le dice sí y a quién le dice no”, según publicación del diario La Prensa.
Más adelante, el mandatario panameño recalcó que “Somos respetuosos no solamente de México, sino de todos los países, y nosotros exigimos respeto para Panamá. El respeto se gana…”.
En sus declaraciones, Cortizo le dio su respaldo a la ministra Moynés y al trabajo que esta funcionaria viene desarrollando.
La lógica del caudillo
Andrés Manuel López Obrado fue electo en el año 2018 como un caudillo que resolvería los principales problemas mexicanos.
Precisamente, ese caudillismo implica una ruptura con las normas y prácticas que conforman la esencia del Estado de Derecho.
Un incidente causado por la propia decisión de un mandatario mexicano nunca debió tener el tamaño que ha tenido, de no ser por el oxígeno que López Obrador le adiciona a la polémica. Es posible que en su conferencia mañanera de hoy inicie otro capítulo de la polémica o que pase la página. Ese es el problema con los caudillos: los asuntos de Estado dependen de su cambiante voluntad.
En México existe una respetada carrera diplomática y consular que cuenta con miembros muy capacitados y con una amplia representación de todos los sectores de la sociedad mexicana. Pero López Obrador le dio la espalda a esa institucionalidad para hacer designaciones partidistas.
México y Panamá han tenido relaciones amistosas desde 1826, cuando una delegación mexicana participó, del 22 de junio al 5 de julio, en el Congreso Anfictiónico convocado por Simón Bolívar. Nunca los dos países se habían enfrentado de la forma que lo hicieron ahora.
Una lección muy importante de esta tragicomedia es que debemos vernos en el espejo de lo ocasionado por López Obrador. Usualmente, el gobierno de Panamá no aplica el cuidado que amerita a la designación de embajadores y cónsules, quienes en gran parte deben sus cargos a nombramientos partidistas y vínculos familiares.
El personal de carrera diplomática y los funcionarios del servicio exterior que han mantenido su compromiso institucional con la tarea de representar al país deben ser el núcleo de las relaciones exteriores de Panamá.
La buena noticia es que en el Palacio Bolívar hay una canciller que está comprometida con la defensa de los intereses del país y está especialmente preocupada por el mejoramiento de la condición y la dignidad de las mujeres.