El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, pasó de un pequeño cuarto en la embajada ecuatoriana en el centro de Londres a una celda en la prisión Belmarsh, una sombría institución en el sureste de la ciudad en donde, a pesar de todo, gozará de ciertas ventajas que no tenía cuando estaba refugiado ocultándose de la ley.
El editor en jefe de WikiLeaks, Kristinn Hrafnsson, dijo ayer que Assange finalmente podrá recibir atención médica y reunirse con sus abogados más fácilmente que cuando estaba en la embajada, donde, por un pleito con las autoridades ecuatorianas, le prohibieron casi todas las visitas.
Assange, de 47 años, tiene dolor extremo de hombros y dientes, dijo Hrafnsson. Por casi siete años, Assange vivió en la embajada sin salir por temor a ser arrestado y enviado a Estados Unidos para ser enjuiciado.
El jueves, las autoridades británicas sacaron a rastras al australiano de la embajada, y Estados Unidos anunció los cargos en su contra de asociación delictuosa para acceder a una computadora del Pentágono, lo que allanó el camino para lo que será una épica batalla legal y política sobre su extradición a Estados Unidos.