La jagua, un antiquísimo tinte



Era joven, bella y se llamaba Dabeiba. Una vez, según cuenta la leyenda, llegó a tierras cercanas al río Atrato a enseñarles a los indígenas diversos oficios, como tejer esteras, canastas y hermosas telas.

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La jagua, un antiquísimo tinte

Su generosidad era tanta que, al mismo tiempo, les reveló secretos para perfeccionar la cerámica y obtener tinturas para embellecer el cuerpo y proteger la dentadura.

Todo esto lo aprendieron los indígenas de la etnia emberá-katíos, que habitaban la región comprendida entre lo que es hoy la provincia de Darién, hasta la región de Urabá, en la cuenca del río Atrato, en Colombia.

Para pintarse el cuerpo, la leyenda señala que Dabeiba les enseñó a usar la jagua, una fruta cuya fragancia y sabor son parecidos a los de la pera.

Esta fruta nace de un árbol cuya altura puede alcanzar de 30 a 60 metros; de corteza lisa, color claro, con hojas verdes y cuyo hábitat natural son las tierras bajas.

Además del legado y cumplida su misión civilizadora, una mañana, sin avisar y atendiendo el llamado de su padre Caragabí, la diosa Dabeiba subió al cielo desde la cima del cerro León y desde allí protege a los hombres y preside fenómenos naturales como la lluvia, los huracanes, rayos y terremotos.

Por eso, cuentan los ancianos de la comarca Emberá-Wounaán que cuando llueve, tiembla la tierra u ocurren truenos y fuertes vientos, es Dabeiba quien hace señas para que no la olviden.

FRUTO GENEROSO

La jagua es una fruta multiuso. Además de utilizarse para decorar el cuerpo, también protege de los insectos e inclemencias del sol.

Manuel Ortega, indígena emberá residente en la comunidad de Playona, añade que la fruta es utilizada para teñirse el cabello y tatuar a los visitantes, ya que se trata de una tintura natural que desaparece una semana después de aplicada.

Recordó que en otros países la jagua es utilizada para fabricar bebidas frescas y embriagantes, medicinas, muebles, tintorería, helados, mermeladas, polvos azucarados, refrescos, insecticidas, colorantes, aromatizantes y combustible.

En la medicina se utiliza para hacer infusiones, antiinflamatorios, antibacteriales y es fuente de hierro, es astringente, antianémico, y sirve también para el control de enfermedades de transmisión sexual, como la gonorrea.

Pese a todos sus usos, Ortega reconoce que los indígenas “no hemos aprendido a darle otros usos a la jagua, por lo que se hace necesario educar a los pueblos”.

En otras comarcas, por ejemplo, los pocos árboles que aún están en pie son conservados solo para comer la fruta fresca cuando está madura.

Al parecer, según algunos indígenas, Dabeiba se entretuvo enseñándoles a los pueblos agricultura, orfebrería, escritura jeroglífica, el arte de levantar construcciones, el culto a los astros, a los bosques, al agua, a la música, pero no a cuidar y sacarle provecho a la jagua.

Ahora la fruta es objeto de lucro por parte de empresarios europeos, que han visto en ella una manera fácil de hacer negocios.

La han industrializado y la ofrecen en forma de gel hasta por internet, asegurando que es un tinte fácil para tatuar, inocuo, y garantizan que en poco tiempo se borra sin causar mayores problemas.

 

La jagua (Genipa americana L. y Genipa karuto H.B.K.) es un árbol de cuya fruta se extrae, macerando la pulpa carnosa que envuelve las semillas, un colorante negro azulado muy persistente, soluble en agua, aceites vegetales y resinas.

La cáscara se usa como recipiente para mezclar y aplicar luego el colorante a la piel del cuerpo, para dibujar diferentes diseños, según informes del antropólogo e investigador colombiano Álvaro Chávez Mendoza.

Fuera del uso que la industria de la confección de muebles le da a la madera de este árbol –de textura pardo amarillenta, ligeramente pesada–, la literatura botánica establece que su raíz es laxante y sus frutos maduros se utilizan para el tratamiento de afecciones de los bronquios, mientras que su jugo se emplea para el alivio del cáncer uterino. No obstante, el fruto verde tiene efecto abortivo.

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