La nominación de tres nuevos miembros para la junta directiva de la Autoridad del Canal de Panamá (ACP) es una ocasión para reflexionar sobre las tareas que deben desempeñar y los desafíos que el Canal de Panamá debe enfrentar. Aunque, tanto la Constitución Política, como la Ley Orgánica de la Autoridad del Canal de Panamá, desarrollan apropiadamente el mandato y los deberes de los miembros de la junta directiva de la ACP, es justo pensar más allá de lo que dicen las normas.
Una junta directiva, según un documento preparado por el profesor del INCAE Francisco de Paula Gutiérrez, debe abarcar tres dimensiones: “[...] la estratégica, la financiera y la organizacional”. Más adelante se explica que: “La primera hace referencia a la tarea de diseñar una estrategia pero no a articularla, pues esto es un rol de la gerencia. El trabajo será de supervisión, seguimiento y evaluación.
La dimensión financiera involucra orientación y evaluación de las políticas financieras, así como un adecuado seguimiento de la situación financiera.
Finalmente la función organizacional es la que tradicionalmente se ha cumplido a medias en Latinoamérica. Esta incluye las responsabilidades gerenciales, nombrar y remover al gerente general, pero además asegurarse de darle la autoridad adecuada y definir claramente sus roles. Aquí se define el tema de compensaciones y los planes de contingencia para la sucesión”.
La pregunta obvia que surge cuando se habla de una junta directiva es: ¿cómo se escoge a sus miembros? Aquí la respuesta de fondo no se refiere al procedimiento, si no al fundamento de la elección. En este sentido, el Grupo Bancolombia presenta un documento digital con una frase que me conmovió: “Los miembros de junta deben ser personas a las que no se pueda manipular, que sean mejores que el gerente, que aspiren a lo mejor sin miedo, que podrían generarle valor a su negocio”. Este comentario me pareció brillante. En una frase concentra el principal desafío para la selección de personas para la junta directiva de la principal empresa de los panameños.
Los desafíos de la ACP
La junta directiva no opera en un vacío histórico, o bajo la dictadura de las tablas de Excel. Las personas que conforman el máximo organismo de gobierno de la Autoridad del Canal de Panamá nos representan a todas y a todos. De allí que es esencial que se entienda la situación actual del Canal de Panamá, el entorno y las perspectivas a futuro. Durante los 22 años de operación panameña, los logros han sido históricos, pero los desafíos pendientes son monumentales.
Considero que existen cuatro desafíos monumentales:
El desafío logístico. Es sumamente complejo, ya que por una parte tiene que tomar en cuenta los cambios en los paradigmas de producción (fabricación barata en Asia, diseño caro en occidente), así como la multiplicidad de opciones de transporte y de rutas disponibles. No basta con que el Canal de Panamá sea eficiente, si no también que le adicione valor agregado a los distintos productos que lo cruzan. No es lo mismo un producto electrónico hecho en China que va a Nueva York, que miles de toneladas métricas de gas natural de Texas que van para Japón. Cada carga y cada destino tiene su realidad y su competencia.
La transición económica mundial. Es una amenaza significativa para la rentabilidad del Canal de Panamá (y los puertos también), ya que el canal fue diseñado para el intercambio este-oeste y viceversa. Si la región de Asia Pacífico se consolida como el motor económico del mundo, los grandes flujos comerciales serán intrarregionales, o en el mejor de los casos, los intercambios ocurrirán a través del Océano Pacífico sin necesitar el Canal de Panamá. Además, las fricciones geopolíticas están inspirando nuevos esquemas en los cuales la producción se acerca mucho más a los centros de consumo, y por lo tanto transportar carga de México o Centroamérica a Estados Unidos no requiere usar el Canal de Panamá.
La cuestión ambiental y climática. En esta materia, el Canal de Panamá enfrenta el desafío inmediato de garantizar sus fuentes de agua para proveer la capacidad de navegación a los barcos que lo usan, y por supuesto el agua cruda que debe ser potabilizada para todos los usos de la población del área metropolitana. A esta tarea inmediata se le suma la necesidad de coordinar con el Estado una verdadera protección de los bosques en las zonas colindantes con el canal, y organizar el crecimiento urbano en la región transístmica, y en Panamá Oeste, para que las actividades propias del desenvolvimiento en los usos de suelo no entren en conflicto con la viabilidad de la operación del canal. Por si esto fuera poco, el desafío del cambio climático crea una gran oportunidad para el canal y una grave amenaza. Si el Canal de Panamá se consolida como una operación verde, atraerá más usuarios, al mismo tiempo, el calentamiento global, el derretimiento de los casquetes polares y glaciares de todo el mundo, así como los cambios en el régimen de lluvias se pueden convertir en factores limitantes de la operación del canal. Si la ruta norte, por el Océano Ártico se hace viable por el derretimiento del Polo Norte, el Canal de Panamá perdería clientela al ser la ruta norte más corta.
Identidad institucional y relaciones laborales. Los retos anteriores son en gran medida desafíos externos. El gran desafío interno del Canal de Panamá es de naturaleza doble. Por un lado, las relaciones laborales han tenido altibajos importantes desde que Panamá recibió la administración del canal. Sin embargo, la incorporación de cientos de nuevos trabajadores ha intensificado conflictos laborales en razón de condiciones de trabajo y remuneración que son percibidas como muy diferenciadas. Al haber transcurrido 22 años desde la reversión, se ha ido perdiendo ese imaginario colectivo de una labor heroica en la epopeya de la soberanía y el orgullo nacional. Un canalero me describió su ambiente de trabajo como el de “un ministerio más, pero con plata”. La identidad y el sentido de pertenencia a una institución extraordinaria se desvanecen. Si las relaciones laborales devienen en confrontaciones más serias, se va a envenenar una institución que sigue siendo modelo de excelencia y liderazgo para este país. Si el trabajador canalero pierde su identidad de portaestandarte de un sueño panameño de muchas generaciones, la Autoridad del Canal de Panamá no no será más que un conjunto de edificios, esclusas y lagos, y dejará de ser la organización triunfadora que es.
Comparto esta reflexión para que quienes tomen las decisiones de nombramientos y ratificaciones de nuevos miembros de la junta directiva de la ACP entiendan lo que están haciendo y para qué lo están haciendo.
En esa junta directiva falta gente que domine el tema ambiental, las transformaciones de la industria logística, y hasta de la cultura de la propia institución. No son cargos para ir a aprender, ni para hacer contactos. Son cargos en los que todos los días se toman decisiones trascendentales. Como dice el documento del Bancolombia, un miembro de una junta directiva no puede ser una persona que se deje manipular.