En el año 2015, el hombre más rico de América Latina, el mega millonario mexicano Carlos Slim, propuso que se adoptara un modelo de semana laboral de 3 días para cada trabajador, durante los cuales laborara 11 horas diarias.
Si el trabajador quería, podía tener otro empleo, estudiar, cuidar a su familia o disfrutar de su tiempo libre.
En una modificación a su recomendación, en el año 2020 Slim propuso que la semana laboral de 33 horas viniera acompañada de un aumento de la edad de jubilación hasta los 75 años.
Aunque la semana laboral de 40 horas es la norma en los países occidentales, algunas naciones han emprendido iniciativas de jornadas de cuatro días con efectos positivos.
Islandia fue el primer país en reducir la jornada laboral de los servidores públicos a cuatro días, manteniendo el mismo salario.
A diferencia de la isla escandinava, al otro lado del mundo, en Nueva Zelandia, fueron las empresas privadas las que iniciaron el movimiento hacia una semana laboral de cuatro días, fundamentada en 32 horas de trabajo con el mismo salario.
Los resultados de ambos países parecen demostrar un aumento en la productividad y una disminución del ausentismo y las enfermedades laborales.
El juego de las horas
En febrero de este año, Bélgica se sumó a la lista de los cuatro días por semana, sin embargo, con una gran diferencia: se trabajarían 40 horas.
La propuesta belga ofrece mucha libertad a los trabajadores para que jueguen con el número de días o de horas que laboren en una semana, pero mensualmente el promedio debería dar 40 horas semanales. Esto apenas está en etapa experimental.
Suecia y Reino Unido hicieron experimentos de jornadas de cuatro días de trabajo para el personal en actividades de mucho estrés, pero aunque hubo una mejoría en el clima laboral y la calidad de vida de los trabajadores, en ambos países se consideró la iniciativa como muy costosa, porque se hacía necesario contratar una fuerza laboral complementaria para mantener la cobertura del servicio público.
Para atraer talento y mejorar la calidad de vida de sus trabajadores, la empresa Microsoft desarrolló una iniciativa en Japón de una semana laboral de 40 horas, que según informan los medios especializados ha dado resultados importantes para la empresa.
En Panamá, el abogado y político Francisco Carreira Pitti ha promovido ante el Ministerio de Trabajo y Desarrollo laboral la adopción de una semana laboral de cuatro días para disminuir los gastos en combustible y transporte de la población panameña, debido a la crisis actual de los precios del petróleo.
Es necesario anotar que los países que han adoptado una semana laboral de cuatro días, ya sea de 32 horas o de 40 horas laborables, son países con un alto desarrollo humano, lo que implica que la productividad laboral es muy elevada.
El alto costo del combustible y el ineficiente sistema de transporte existente en gran parte del país eleva muchísimo los costos de un trabajador para llegar a su fuente de empleo.
Aunque las dos líneas del Metro de Panamá y el Metrobus han mejorado enormemente esta situación, todavía quedan grandes zonas del país sin nada comparable.
Una decisión de reducir la semana laboral tiene otras importantes consecuencias económicas que deben tomarse en cuenta. Existen muchas actividades que requieren la continuidad de los servicios públicos y privados.
Por ejemplo, es muy difícil tener un día sin disponibilidad de cardiólogos, bomberos, paramédicos, policías, técnicos de ascensores o plomeros.
Si se decide cerrar la precaria educación oficial un día a la semana, no solo estaríamos retrasando aún más nuestro sistema educativo, sino también le crearemos un costo a la unidad familiar que tiene que conseguir alguna persona que se encargue de cuidar a los niños y niñas, hijos de quienes no tienen el beneficio de la semana laboral de cuatro días.
En China se trabajan 72 horas semanales, de 9:00 a.m. a 9:00 p.m., de lunes a sábado.
En las industrias líderes del mundo, no es raro encontrarse con médicos, abogados, periodistas, ingenieros, banqueros, programadores o chefs que trabajen más de 60 horas semanales.
Seguramente la revolución tecnológica de las próximas décadas, con inteligencia artificial, robots, vehículos autónomos y otras innovaciones hoy inimaginables, podremos reducir la semana laboral, no solo porque seremos mucho más productivos, sino porque tendremos que estudiar más y adquirir nuevos conocimientos constantemente para mantenernos útiles.
Si algo nos enseñó la pandemia es que la tecnología nos permite trabajar mejor desde dondequiera que estemos. Quizás si se facilitara una semana laboral híbrida, en la cual una parte de los trabajadores esté en teletrabajo, se puedan obtener los ahorros de combustible y la conservación de la productividad al mismo tiempo.
De lo contrario, la iniciativa de Slim será la regla: todos tendremos que buscar un trabajo adicional y esperar a los 75 años de edad para jubilarnos.


