La pandemia del nuevo coronavirus nos afecta a todos, pero no a todos por igual.
El impacto que tiene en las personas que viven en condiciones de pobreza multidimensional y vulnerabilidad socioeconómica es desproporcionado, y se suma como una carga adicional a las privaciones que ya padecían simultáneamente.
A su vez, estas mismas privaciones dificultan el cumplimiento de las medidas para prevenir el contagio por la Covid-19 en casos cuando no es posible mantener el distanciamiento social, asegurar alimentos por varios días seguidos o lavarse las manos frecuentemente.
Sin embargo, experiencias previas nos han enseñado que las crisis pueden convertirse en oportunidades de cambio. Por ejemplo, de acuerdo con el reciente informe del Índice de Pobreza Multidimensional Global 2020, Sierra Leona logró la más rápida y significativa reducción de pobreza multidimensional mientras enfrentaba la epidemia del Ébola.
Michelle Muschett, asesora senior de la Iniciativa para Reducción de Pobreza y Desarrollo Humano (OPHI, por sus siglas en inglés) de la Universidad Oxford y exministra de Desarrollo Social, subrayó en entrevista con La Prensa que para que Panamá logre reducir la pobreza multidimensional en medio de esta crisis es clave que esta sea una prioridad de Estado y que se plasme a través de políticas públicas basadas en la evidencia.
Añadió que el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) ofrece la posibilidad de orientar estas políticas e incluso medir y prever el impacto de la Covid-19 en la población con mayores niveles de vulnerabilidad, facilitando la focalización, la asignación de recursos y la coordinación interinstitucional y multisectorial, como están haciendo otros países de la región y el mundo.
Para esto, dijo, su estimación anual es fundamental para poder monitorear el comportamiento de la pobreza multidimensional a nivel nacional.
¿Cómo describe la respuesta social del Gobierno en medio de la pandemia?
En adición a las medidas sanitarias para mitigar la propagación del virus, Panamá, al igual que gran cantidad de países, enfocó su respuesta social de emergencia en transferencias monetarias y en especie (alimentos y donaciones), en el aplazamiento del pago de servicios básicos y la protección de empleos formales. Conceptualmente, y dejando de lado temas clave como criterios de focalización, canales de distribución y coordinación con medidas sanitarias y económicas, fueron respuestas emergencia apropiadas en su momento. Sin embargo, las profundas desigualdades socioeconómicas y privaciones preexistentes que afectan a miles de hogares panameños hacen que los efectos de la pandemia sean mucho más intensos y complejos, lo que dificulta –y a veces imposibilita– el cumplimiento de las medidas de mitigación.
¿Cree que la pandemia hace más visible lo que siempre estuvo ahí: la desigualdad e individualismo?
Los efectos de la pandemia no solo han visibilizado las fallas de nuestro sistema económico, sino que se ha alimentado de estas, agravándolas aún más. Estamos viviendo en el siglo XXI bajo las reglas de un modelo que encuentra sus raíces en el siglo XVIII con la Revolución Industrial y que, si bien ha permitido alcanzar un nivel de progreso sin precedentes, ya no está a la altura de las necesidades humanas y planetarias de hoy. Que esta realidad haya quedado en evidencia simultáneamente en todo el mundo es un claro llamado de atención que puede convertirse en la oportunidad de ir más allá de la pandemia para abordar sistémicamente esas fallas.
Si bien la actual crisis también ha desnudado tendencias individualistas, al mismo tiempo nos ha dado grandes muestras de solidaridad y espíritu de cooperación entre ciudadanos y todos los sectores de la sociedad. De hecho, una de las lecciones más importantes que nos deja es el reconocimiento de lo interconectados que estamos como mundo y como humanidad y la importancia de unir esfuerzos para no dejar a nadie atrás en el desarrollo.
¿Considera que aumentará el número de personas en pobreza monetaria y multidimensional?
Las estimaciones –aún preliminares– de organismos como OPHI, Cepal y Banco Mundial coinciden en que el número de personas en condiciones de pobreza –monetaria y multidimensional– aumentará, y que quienes ya se encontraban en estas condiciones antes de la pandemia experimentarán la pobreza de un modo mucho más intenso. En otras palabras, como consecuencia de la pandemia y de las profundas desigualdades sociales preexistentes, miles de panameños que no vivían en pobreza caerán en esta condición al verse afectados simultáneamente por el desempleo, la desnutrición, la deserción escolar, afectaciones de salud, entre otras. Por su parte, la población que ya se encontraba en condiciones de pobreza multidimensional, sumará privaciones adicionales a las ya existentes, haciendo más difícil su salida.
Esto podría implicar la pérdida de hasta una década del progreso alcanzado, lo que, a su vez, representa una amenaza a la gobernabilidad y la paz social. Solamente a través de respuestas de política pública proactivas, gestionadas con eficiencia, eficacia y transparencia esta tendencia puede ser mitigada y hasta revertida.
¿Cuáles son los desafíos de la protección social?
La actual crisis ha develado los vacíos y brechas de cobertura de protección social preexistentes, que han intentado ser atenuadas mediante respuestas sociales de emergencia. Tenemos la necesidad de avanzar hacia la consolidación de un verdadero sistema de protección social universal que garantice un nivel mínimo de bienestar para toda la población a lo largo de ciclo de vida, favoreciendo así su pleno desarrollo. Esto no solo representa un requisito fundamental para salir de la crisis actual y ser más resilientes ante crisis futuras, sino que resulta indispensable para avanzar hacia el cumplimiento de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Entre las tareas urgentes que tenemos pendiente como país están el fortalecer y unificar del sistema de salud que garantice cobertura y acceso a servicios de calidad; asegurar el futuro de los programas administrados por la Caja del Seguro Social; eliminar filtraciones y cerrar brechas de cobertura de los programas de transferencia monetaria condicionada, y asegurar los recursos y las competencias para implementar los programas de acompañamiento familiar e inclusión productiva a nivel territorial. Además asegurar la inversión en la primera infancia para dar cumplimiento a las políticas y programas; y crear una red de cuidados que garantice que las personas en condiciones de dependencia reciban cuidados de calidad.
¿En qué ODS prevé que el país puede retroceder?
La Agenda 2030 es integral y sus objetivos se interrelacionan entre sí, por lo que el avance o retroceso en uno de ellos, afecta y depende de los demás. Las proyecciones a la fecha, los efectos de la pandemia ponen en riesgo los avances en la reducción de la pobreza (ODS 1), seguridad y soberanía alimentaria (2), salud y bienestar (3), educación de calidad (4), igualdad de género (5), trabajo decente y crecimiento económico (8), reducción de las desigualdades (10) y la gobernanza e institucionalidad (16).
Para hacer frente a este desafío, el llamado a alianzas entre los sectores de la sociedad (17) y la clara identificación de prioridades estratégicas resulta más importante que nunca.
¿En qué debe enfocarse el país ante la emergencia?
Si bien mientras estemos en estado de emergencia el foco inmediato es la atención de la pandemia, no podemos darnos el lujo como país de esperar a que esta “se controle” para atender temas prioritarios. El reto está en poder tener grupos interinstitucionales y multisectoriales de trabajo que en paralelo se enfoquen, por una parte, en atender lo relacionado con la pandemia, y por otra, en revisar, adecuar y desarrollar políticas públicas que conecten las dimensiones social, económica, ambiental para que la recuperación de la crisis, en lugar de procurar volver al punto nada ideal en el que estábamos antes de la Covid-19, sea un catalizador que abra paso a una realidad más inclusiva, verde y sostenible.
No hay dudas de que la reactivación económica es fundamental, pero para que esta tenga sentido, tiene que darse en función del bienestar de todos los panameños. Es por esto que la reducción de las desigualdades y de la pobreza en todas sus dimensiones deben ser una prioridad nacional transversal a todas las políticas y estrategias que se adopten.