Tres árabes israelíes mataron ayer a tiros a dos policías en la Ciudad vieja de Jerusalén, antes de ser perseguidos y abatidos en la Explanada de las Mezquitas.
La explanada fue cerrada tras el ataque y la Policía anunció que las oraciones del viernes no se celebrarían.
Horas más tarde, la Policía israelí detuvo al muftí de Jerusalén, el líder religioso musulmán Mohamed Husein, al que luego liberó. Uno de sus hijos, Ahmad, explicó que su padre fue interrogado por la Policía respecto a un llamado que hizo a los musulmanes para que acudieran a Jerusalén en protesta por el cierre de la explanada, un acto que los agentes “calificaron de incitación al odio”.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, anunció en un comunicado que la Explanada de las Mezquitas permanecerá cerrada al menos hasta mañana. Para evitar más tensiones, Netanyahu y el presidente palestino, Mahmud Abas, conversaron por teléfono, un hecho inusual tras la suspensión de las negociaciones de paz en 2014.
Abas condenó el incidente y expresó “su rechazo a todo acto de violencia”, mientras que Netanyahu “hizo un llamado a la calma”.
