Niños, el rostro frágil del drama migratorio en Darién

Niños, el rostro frágil del drama migratorio en Darién
A diario salen desde Bajo Chiquito entre 30 y 50 piraguas con migrantes, entre los que hay menores de edad. Agustín Herrera


La corriente del río Turquesa muestra su fuerza ante la fija mirada de Yusniel Sánchez, un cubano de 25 años de edad, quien decidió aventurarse a cruzar Darién, aquella imponente selva de 575 mil hectáreas de extensión, de la cual últimamente sólo se escuchan historias aterradoras.

Más allá del cansancio que le supuso caminar por seis días aquel inhóspito lugar, entre Colombia y Panamá, Sánchez describe lo que realmente le pareció trágico: “dicen que hay cosas malas en la selva, pero en lo personal pienso que lo más terrible que puedes encontrarte allí es a un niño abandonado o a un muerto”. A él le tocó vivir ambas realidades.

Durante su arriesgado trayecto cuenta que, además de ver a dos personas sin vida, se toparon con una niña, cuyos padres se habían quedado rezagados en la gran caravana de migrantes. Ante los ruegos de la niña, varios de sus amigos decidieron llevarla hasta Bajo Chiquito, en la comarca Emberá y primer pueblo al que llegan los migrantes una vez cruzan la selva. Allí quedó bajo custodia de las autoridades del lugar y luego no supo más de ella.

Lo narrado por el joven cubano viene ocurriendo con mucha frecuencia desde que tomó fuerza este flujo migratorio por Darién. De hecho, estadísticas de la Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia (Senniaf) precisan que en lo que va de 2021, unos 74 niños, niñas y adolescentes (NNA) no acompañados o separados han sido detectados en los grupos de migrantes que ingresan al país.

Lo anterior significa que llegan a las estaciones de recepción de migrantes sin sus padres. En Darién hay ahora mismo tres estaciones: la de Bajo Chiquito, la de Peñas Blanca y la de San Vicente, estas dos últimas en Metetí.

El escenario

Hasta julio habían ingresado al país 45 mil 150 migrantes por Darién, de los cuales 12 mil 73 eran menores de edad, lo que representa un 27%. En otras palabras, uno de cada cuatro caminantes que se adentran a esta inhóspita jungla tiene menos de 18 años.

Se trata de una dramática realidad, la cual han venido advirtiendo organismos como el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés), el cual en marzo planteó que el número de niños que migran hacia el norte de América a través de la peligrosa selva de Darién se ha incrementado 15 veces más en los últimos cuatro años.

Según Unicef, la proporción de niños entre la población migrante creció dramáticamente, ya que en 2017 representaba sólo el 2% del total del flujo de personas entre Colombia y Panamá, pero en 2020 era de más del 25%. Ahora, en lo que va de 2021, ya alcanza el 27%.

“He visto a mujeres salir de la selva cargando a sus bebés en sus brazos después de caminar durante más de siete días sin agua, comida ni ningún tipo de protección. Estas familias están sobrepasando sus propios límites y poniendo sus vidas en peligro, a menudo sin darse cuenta de cuánto riesgo están tomando. Aquellos que logran eventualmente cruzar esta peligrosa frontera están física y mentalmente devastados. Sus necesidades humanitarias son inmediatas e inmensas”, dijo tras una visita de campo de dos días a la frontera de Darién Jean Gough, director Regional para América Latina y el Caribe de esta organización.

Además, Gough apeló a la cooperación internacional: a menos que la comunidad internacional proporcione más apoyo humanitario para abordar las causas profundas de la migración, es probable que cada vez más familias con niños se queden sin otra opción que aventurarse en este peligroso viaje a través de la brecha de Darién en busca de una vida mejor.

La realidad es que muchos de los niños, niñas y adolescentes que realizan la travesía por la selva llegan en estado de deshidratación, con diarreas o enfermedades pulmonares por la gran cantidad de lluvia que cae en esta temporada. Incluso, la Defensoría del Pueblo presentó denuncias este año de agresiones sexuales contra migrantes ante el Ministerio de Público, entre los cuales hay menores de edad.

Graciela Mauad, directora del Senniaf, subrayó que como entidad están fortaleciendo la atención de la población de niños, niñas y adolescentes migrantes en Darién, incluyendo un traductor para ayudar sobre todo con las familias migrantes de Haití, de donde proviene una buena parte de la caravana migratoria.

“Ningún niño debería experimentar esta realidad. Nuestro equipo estuvo en Bajo Chiquito, San Vicente y Lajas Blanca atendiendo la población infantil. Atravesar ese viaje tan inhóspito es una situación que ellos no deberían experimentar, pero nosotros estamos velando por sus derechos humanos”, puntualizó Mauad.

En el caso de los menores de edad separados o no acompañados, Senniaf dicta una medida de protección, para garantizar su vida y sus derechos. También solicitan apoyo a las embajadas y consulados, así como al Ministerio de Relaciones Exteriores.

Todo eso con el objetivo de que puedan referirles a algún familiar en su país de origen y, si es posible, realizar la restitución con su familia, es decir, entregárselo.

No obstante, si la entidad no da con algún familiar del menor de edad, la directora de Senniaf explicó que solicitan ante el Órgano Judicial, en particular al Juzgado de Niñez y Adolescencia, la autorización para que el niño, niña o adolescente pueda optar a otra alternativa de acogida, preferiblemente de tipo familiar (familias acogentes) y, como última opción, una alternativa institucional.

Para brindar una atención inmediata a esta población, Senniaf, en conjunto con Unicef y las Aldeas S.O.S, habilitó hace unas semanas una casa de acogida en Metetí, Darién, ya que no existía en la provincia un punto específico para albergar a los niños y niñas que llegaban sin sus padres.

“En muchas ocasiones, los padres llegan días después en el flujo migratorio y en este espacio le brindamos la atención y garantizamos los derechos humanos a esta población mientras se reúnen con sus padres”, aportó Mauad.

Acto criminal

Roderick Chaverri, vicepresidente de la Red Nacional de Niñez y Adolescencia, calificó como “acto criminal” el que se permita ingresar con menores de edad al tapón del Darién. “Aquí cuantos antes se debe establecer un mecanismo entre los países colindantes, que son Colombia, Panamá y Costa Rica, para que crear una ruta segura y así evitar casos de robos, agresión sexual o tráficos de personas”, agregó.

Sin embargo, también indicó que en este gran debate deben estar involucrados representantes de otros países, como Brasil, Ecuador, Chile o Estados Unidos, el cual es el destino final de esta caravana. “Allí [en la selva] se están violando todos los derechos universales a los niños y hay que hacer un trabajo en conjunto”, concluyó el activista.

En esa misma línea se pronunció Maribel Peña, oficial de la Defensoría del Pueblo en Darién, quien sostuvo que los niños, niñas y adolescentes son el grupo más vulnerable en este flujo migratorio, y aportó que, en el caso de la entidad de la cual es parte, han estado presentado denuncias ante el Ministerio Público por violación de derechos humanos y haciendo recomendaciones a otras entidades vinculadas al tema.

“En los últimos meses hemos observado una mayor presencia en Darién de organismos que deben garantizar la protección e integridad de esta población”, añadió.

El sueño americano

Nersón Senat y Darién Pérez son dos rostros de esta tragedia humanitaria. El primero tenía 15 años cuando cruzó la selva y el segundo nació en una aldea indígena de la zona cuando su madre caminaba el trayecto. Ambos coincidieron en la travesía durante el año 2019.

Hoy, dos años después, La Prensa contactó a Senat, quien tiene 17 años ahora, y sostiene que se encuentra en New York, Estados Unidos, junto a padres y hermanos.

“Bueno, al fin llegué y estamos en proceso [de regularización]. Esperamos que con Dios vayamos poco a poco en este país”, dijo el joven haitiano, quien luego de recorrer años por varios países por fin cumplió su sueño: llegar a Estados Unidos.

Por su parte, los padres del niño Darién, quien tiene dos años, estuvieron por más de un año y medio en Panamá tratando de obtener la nacionalidad, dado que su hijo nació en territorio panameño, pero no lo lograron. Frente a eso, decidieron emprender viaje este año a Estados Unidos, donde los esperan algunos familiares, específicamente en Miami.

De momento se encuentran en Tamaulipas, México, donde aguardan una oportunidad para alcanzar aquello por lo que tanto sufrieron en la hermosa y despiadada selva: el sueño americano.

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