Es Piedra de sol el poema más vitoreado por quienes prefieren el ensayo al acierto. Aquellos 584 versos según Octavio Paz, su autor, representan los días recorridos por Venus para la conjunción con el Sol. Para los laboratoristas del absurdo son la intención sin pausa, la búsqueda cotidiana que nunca termina.
Quizás Jean Jacques Ribi descienda de la comunión entre Venus y el poeta de los “chopos de agua… [De] un árbol bien plantado mas danzante... Que va por un cuerpo ajeno como por el mundo”.
De esta última figura debió de surgir el ítalo-panameño creador de la exposición “Templos”. Cultor del arte digital, viajero del Asia y de Panamá, es alguien experimental, un hombre de 39 años de edad que en su cámara acumuló 30 gigas de imágenes de lugares sagrados y monumentos orientales.
El efecto de aquel recorrido que tardó un lustro e incluyó el yoga, las artes marciales, el reiki, la meditación y el llanto, se palpa en nueve cuadros que recogen siluetas humanas andróginas elaboradas a través de 10 o más formas de arte.
Después de viajar cinco años por Tailandia e India sobre todo, en temporadas de seis meses, resulta este trabajo que es “pintura, fotografía, color, textura, escultura, algo de performance, surrealismo, mujeres, hombres y tecnología digital”.
Ribi no cabe en ninguna metáfora. Su obsesión es la misma del ciclista que pedalea y pedalea en una bicicleta estática. El monje del cincel que labra la piedra hasta construir el templo. El pretendiente que no se cansa de conquistar a la mujer de otro.
Esta vez, dice, tantos viajes al Asia y al inconsciente concluyen en un destino espiritual. Un lugar misterioso e infinito.
“Silenciar la mente permite hacer del cuerpo un santuario”.
*Exposición abierta al público en la galería Jerónimo del Casco Antiguo.