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Panamá, en puesto 108 en índice de desigualdad

Panamá, en puesto 108 en índice de  desigualdad
Históricamente, el país ha centrado sus inversiones en la capital, no así en las regiones apartadas, como las comarcas, donde hay limitaciones de todo tipo. Alexander Arosemena


El Índice de Compromiso con la Reducción de la Desigualdad (CRI) 2020 ubica a Panamá en el puesto 108 de 158 países estudiados por las organizaciones Oxfam y Development Finance International. La medición busca caracterizar a los países por su compromiso para combatir las causas de la desigualdad.

El informe CRI 2020 confirma otros análisis de especialistas y de organismos internacionales que han concluido que Panamá está entre los países más desiguales del mundo, y que esto impide el verdadero desarrollo de su población.

Mientras algunos estudios de la desigualdad se enfocan en el acceso a la educación de calidad y a oportunidades económicas, otros se han dirigido a descubrir causas complejas. En ese sentido, el desequilibrio territorial del desarrollo humano y la excesiva dependencia de un modelo económico sustentado en los servicios, han sido identificados como generadores de la desigualdad panameña.

¿Por qué somos tan desiguales?

El índice CRI 2020 preparado por la oenegé Oxfam y Development Finance international, publicado este mes de octubre, coloca a Panamá en el puesto 108 de 158 países del mundo, estudiados por su compromiso para reducir la desigualdad. El ranking de este índice lo encabeza Noruega, y en la última posición está Sudán del Sur. En 2018, año del ranking anterior, Panamá ocupó la posición 109.

El CRI, por las siglas en inglés de “compromiso para reducir la desigualdad”, tiene tres subíndices que, ponderados, dan el ranking definitivo. El primero es el de acceso a servicios públicos, en el cual Panamá recibió su mejor calificación, la de 74. El segundo aspecto es el de la fiscalidad, que incluye las políticas, instituciones y prácticas impositivas, aplicadas a la reducción de la desigualdad, que en este caso le dio a Panamá su peor calificación (144), y finalmente, la tercera categoría, que es la de derechos laborales, en la cual Panamá recibió el puesto 81 de la lista, lo que hace que la ponderación final, en la cual el índice de fiscalidad es el que tiene asignado un mayor peso, lo que da por resultado que Panamá quede en la posición 108. En la región, Chile alcanzó el puesto 34, Argentina 35 y Costa Rica 40.

En el pasado reciente, Oxfam ha sido muy crítica de la industria de servicios financieros y legales de Panamá. Sin embargo, el tema de jurisdicción tributaria amistosa no parece haber sido relevante para la composición del índice, dado que Irlanda, un país europeo, con un sistema tributario sumamente amistoso con las multinacionales, quedó en el puesto 11 de la lista.

Esta tercera edición del índice CRI, que toma en cuenta a la pandemia, continúa destacando a Panamá como un país altamente desigual, como lo han dicho otros indicadores como el Coeficiente de Gini, del Banco Mundial, o el índice de desarrollo humano del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El dato más divulgado sobre Panamá en esta materia por el PNUD es que somos el sexto país más desigual del mundo. En ese listado, usualmente Brasil o Sudáfrica se pelean el primer lugar.

¿La creación de la desigualdad?

Panamá pertenece a la región más desigual del mundo: América Latina y el Caribe. Toda explicación de la desigualdad debe partir entonces de la historia.

En primer lugar, Panamá fue un país colonizado por España esencialmente para cumplir una función de centro logístico en la administración del trasiego de las riquezas provenientes de las colonias sudamericanas. Debido a esta realidad, grandes extensiones del territorio panameño no fueron insertadas en las vías de comunicación ni en los intercambios comerciales con el resto del mundo. La conquista y colonización fueron procesos violentos, racistas y machistas. La operación europea se fundamentó sobre el tráfico de esclavos y la explotación de su fuerza laboral. El 8 de marzo de 1510, los españoles trajeron a los primeros esclavos africanos a Panamá. Aunque la esclavitud dejó de existir formalmente en 1852, su legado histórico de 342 años sigue vivo.

A medida que avanzó la colonia española se hizo evidente que la ruta Panamá a Nombre de Dios y luego a Portobelo, estaba signando el modelo económico del futuro país. Las ferias españolas de Portobelo fueron sucedidas por el ferrocarril estadounidense, el canal francés y, finalmente, el canal estadounidense.

Esa estrecha cintura de tierra que separaba dos océanos, concentró toda la atención y casi toda la inversión extranjera en Panamá. Mientras tanto, lo que sucedía más allá de La Chorrera y de Chepo, estaba fuera de la gran agenda internacional.

Los 342 años de esclavitud marcaron una forma de relacionamiento y de mentalidad de los panameños: “trabajar como negro, para vivir como blanco”, “no seas congo”, son expresiones con fuertes raíces en la historia esclavista del país, y siguen modelando nuestra cultura del trabajo y los hábitos laborales de los panameños. Los cinco siglos de transitismo también delimitaron una relación con los pueblos indígenas, que en todas sus formas terminó con el mismo resultado: el abandono en regiones distantes e inhóspitas de los descendientes de los primeros habitantes de este territorio.

Hace más de una década, los estudios de pobreza y de desigualdad en Panamá han llamado la atención sobre la doble dimensión étnica y educativa de la inequidad. Aunque se consideraba que un diploma de secundaria significaba el fin del riesgo de pobreza extrema, esto no es cierto para todas las razas y grupos sociales panameños.

El otro elemento

Un factor importante en la dinámica histórica de la desigualdad ha sido la reiterada concentración de actividades en la zona de tránsito del país. Incluso, las pocas veces que la clase política panameña ha intentado variar este esquema de desarrollo, se ha topado con factores geopolíticos como el que narra el politólogo e historiador Carlos Guevara Mann, en uno de sus escritos publicado en La Prensa el 4 de octubre de 2017: “De acuerdo con el embajador británico, Claude Mallet, el proyecto de 371 millas [594 kilómetros] de extensión estuvo a punto de ser licitado antes de colisionar con la oposición estadounidense. Según Estados Unidos, una línea ferroviaria fuera de su control, que se acercara [o atravesara] la Zona del Canal, pondría en riesgo la seguridad de la vía acuática.”

De esta forma, el interés militar de la Zona del Canal impidió que se construyera un ferrocarril que uniría a Panamá con David, y que tendría ramales en Antón y Los Santos, en paralelo a la construcción del Canal de Panamá. Esto retrasó significativamente el desarrollo del interior en el país, ya que no fue sino hasta 1936 que se concluyó una carretera rudimentaria de David hasta Soná, que permitía hacer el recorrido desde la provincia de Chiriquí hasta la ciudad de Panamá en 16 horas. La carretera Panamericana, hasta la frontera con Costa Rica, fue inaugurada en 1962, más de 50 años después del proyecto de ferrocarril interrumpido por Estados Unidos.

Las actuales desigualdades territoriales son un tema de estudio del Banco Interamericano de Desarrollo. Uno de sus especialistas, Carlos Garcimartín, escribió en Martes Financiero, el 7 de mayo del 2019, que la situación de las comarcas indígenas no es la que hace que Panamá tenga indicadores de desigualdad tan fuertes. “Si se calcula la desigualdad dejando fuera a las comarcas, el índice de Gini es prácticamente el mismo”.

Garcimartín dirige su análisis al desequilibrio territorial que existe principalmente entre el área metropolitana y el resto del país. Lo que señala este especialista se puede constatar fácilmente comparando la cantidad de megaproyectos emblemáticos que el Estado ha emprendido en el país, durante los últimos 20 años. Consideramos a un megaproyecto público como toda inversión estatal equivalente a 500 millones de dólares o más. En los últimos 20 años se han desarrollado en el área transístmica: la ampliación del Canal de Panamá, dos líneas del Metro, la ampliación del Aeropuerto Internacional de Tocumen, el proyecto de saneamiento de la bahía de Panamá, el puente sobre la entrada Atlántica del Canal de Panamá, la renovación urbana de Colón, las tres fases de la cinta costera y se adquirieron los corredores Norte y Sur. Además, están comprometidos los proyectos de la Ciudad de la Salud, el nuevo Hospital del Niño, la línea 3 del Metro, cientos de millones de dólares en carreteras y ampliaciones viales para Arraiján y La Chorrera, y un probable cuarto puente sobre el Canal de Panamá. En contraste, el único megaproyecto estatal en el interior de la República ha sido la ampliación de la carretera Panamericana de Santiago a David, cuya principal justificación es el desplazamiento más rápido de personas y carga desde y hacia la capital.

La desigualdad territorial del desarrollo no es una causa, sino un síntoma. Es el resultado de un largo proceso histórico y de una cultura política y económica que concibe al país únicamente como una posición geográfica privilegiada para la logística y el comercio, y le da la espalda al emprendimiento, a la innovación científica y a un modelo económico de ventajas competitivas que serían posibles si se invirtiera en la educación del recurso humano, y las instituciones de gobernanza y de justicia hicieran su trabajo. Ahora, la causa de la desigualdad somos nosotros mismos.

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