Editorial: Para ‘La Prensa’, callar no es una opción

Editorial: Para ‘La Prensa’, callar no es una opción
La Prensa cumple 40 años. Ni en dictadura ni en democracia ha habido gobierno al que no se haya fiscalizado. Foto Gabriel Rodríguez


El PRD ha vuelto a gobernar y, en menos de un año, sus blasones y mañas lucen intactos. El partido nacido a la sombra de esa dictadura tramposa y acostumbrada a silenciar a sus críticos, vuelve a la carga. La Prensa conoció bien a los gorilas de entonces, pues se atrevió a quitarle los grilletes a ese periodismo mancillado por la bota militar para así poder darle voz a los panameños. La democracia ha concedido al partido de la dictadura otras oportunidades. Sin embargo, algunos dirigentes jamás asimilaron las reglas de la democracia, aquellas que exigen de sus líderes probidad, rendición de cuentas y respeto a la crítica. La Prensa cumple 40 años. Ni en dictadura ni en democracia ha habido gobierno al que no se haya fiscalizado. No hemos cesado un solo día en esforzarnos por llevar adelante el rol crítico que nos corresponde y el periodismo investigativo que merece una sociedad informada. Al tan manido “Buen Gobierno”, ese que se nos vendió como el de un PRD renovado y transformado, sus ministros lo traicionan, sus diputados lo retratan, sus lúgubres conexiones lo desnudan y ahora su expresidente lo delata. La lista de investigaciones y escándalos de corrupción destapados durante la administración de Ernesto Pérez Balladares es demasiado larga para este espacio. A quienes estuvieron a la cabeza de la mayoría de las investigaciones que se hicieron bajo su período, que incluyeron donaciones de narcos, concesiones irregulares, los faros y boyas a la entrada del Canal, intereses en empresas privatizadas y casinos, así como las vergonzosas partidas discrecionales, no lo tuvieron fácil, y queda como símbolo su persecución contra el galardonado periodista investigativo Gustavo Gorriti. El ex presidente es una figura representativa de ese PRD que llenó la Corte Suprema de Justicia de copartidarios, incluyendo al esposo de su secretaria, que se empeñó en cambiar la Constitución para perpetuarse en el poder y que su último acto fue sancionar una ley para que La Prensa jamás pudiera operar un canal de televisión abierta. La acción obtenida por el expresidente tiene como víctima a la sociedad, no a este periódico, sino a la libertad de información, la que tenemos todos los ciudadanos de estar informados. Así hemos llegado a esta encrucijada, en la que la Patria se ha visto atrapada por una pandemia mientras es asaltada por una nueva generación de pillos. Y es ahora cuando se vuelven a encontrar las pretensiones de dos expresidentes. Uno ataca y el otro felicita. Uno avisa y el otro ejecuta. Se mueven al mismo ritmo con el que en el pasado trabajaron juntos, se pelearon, fueron enemigos mortales para terminar uniendo propósitos, con una coordinación tan envidiable que cuesta creer en coincidencias. Como el gatopardismo de Tomasi, ese que narra el truco siciliano de hacernos creer que las cosas cambian cuando lo que se quiere es que sigan igual, el PRD nos ha vuelto a engañar. Y, tal y como describe la novela, los supuestos enemigos mortales terminan pactando para seguir mandando, es parte del camuflaje. Este diario, junto a los demás periodistas independientes y un puñado de ciudadanos aguerridos, lucha denodadamente contra los abusos del poder, contra el miserable saqueo al que ha sido sometido este país y contra el inmenso vicio de la codicia. ¡No nos van a callar!

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