Es una crisis humanitaria sin precedentes: los miles de migrantes de Haití, África, Cuba, Venezuela, y otros países del sur del continente, que intentan entrar a Panamá a través del tapón del Darién, obligó a las autoridades regionales a establecer un plan para atender la demanda de servicios de salud y atención humanitaria.
Ayer, en una reunión celebrada en Capurganá, Colombia, los defensores del pueblo de Panamá, Costa Rica, Ecuador, y Colombia, instaron a los gobiernos a establecer un corredor seguro para unos 10 mil migrantes que se encuentran en el poblado de Necoclí, en golfo de Urabá, Colombia, a la espera de empezar su travesía por Centroamérica para llegar a Estados Unidos.
En una declaración conjunta, los defensores del pueblo de Panamá, Eduardo Leblanc; Ecuador, Zaida Rovira; Costa Rica, Catalina Crespo; y de Colombia, Carlos Camargo; pidieron el establecimiento de una estrategia continental para hacerle frente al fenómeno migratorio. En la reunión se explicó que la mayoría de los migrantes entran por Ecuador o Brasil, procedentes, en su mayoría de Haití, Cuba y África, y en su travesía hacia Colombia y Panamá son víctimas de abuso sexual, explotación laboral, discriminación, y violencia generalizada.
Según el Ministerio de Seguridad Pública, hasta julio pasado habían llegado a Panamá unos 42 mil migrantes. Se estima que cada día entran entre 800 y mil migrantes por la selva de Darién. Pero el fenómeno ya impacta las calles de Chiriquí, provincia donde se observa a familias haitianas con sus pesadas mochilas buscando sitios para alojarse, lugares para comer, y centros de remesas para recibir dinero de sus familias.
En el distrito de David se hospedan en pensiones, hostales, compran ropa, y alimentos en las fondas. Andan en grupos pequeños, se ayudan mutuamente. Cada uno de esos migrantes, que indican estar de paso por Panamá, tiene una historia distinta. Algunos han laborado en algún país de Suramérica, pero aspectos como el racismo, o el maltrato laboral, los empujan a buscar otros horizontes. Es el caso de Jean Claude, a quien La Prensa encontró en un centro de remesas. Estaba junto a su joven esposa y su pequeño hijo. Habla español con acento caribeño y explica que la travesía ha sido difícil, pero espera llegar a los Estados Unidos para poder ayudar a su familia en Haití. Una dueña de restaurante narró que a ellos les gusta mucho la yuca, el plátano sancochado, y el pollo guisado.
En el albergue del Servicio Nacional de Migración, en Los Planes de Gualaca, hay decenas de haitianos, esperando que Costa Rica abra la frontera para seguir su viaje.
OIM plantea monitoreo
Santiago Paz, jefe de misión de la Organización Internacional de las Migraciones en Panamá (OIM), dijo ayer a este medio que es importante establecer un sistema para monitorear a esta población migrante. Añadió que esto puede ayudar a establecer políticas claras para su atención y asegurar el cumplimiento de normas internacionales para evitar la violación de sus derechos. Uno de ellos es el derecho a recibir vacunas contra la Covid-19, y asegurarles atención de salud a los niños y a las mujeres. Reconoció que el país hace esfuerzos para atender a esta población, y puso como ejemplo la habilitación de una estación de recepción de migrantes en Bajo Chiquito.
Por lo pronto, mañana se desarrollará una reunión de alto nivel en el albergue de San Vicente, en Darién. Participarán las cancilleres de Panamá, Erika Mouynes, y la de Colombia, Marta Lucía Ramírez. Mientras que el 11 de agosto se celebrará otra reunión similar en Colombia.