A mucha gente le cuesta aceptar que Cambio Democrático (CD) es uno de los tres partidos más importantes del país y que, al día de hoy, tiene posibilidades de ganar la elección presidencial de 2019. Sin embargo, hay que tener en cuenta que están pasando por un proceso de transformación que genera incertidumbres. La imposibilidad de que su líder histórico se postule a la presidencia podría estar propiciando una mutación del partido. Pasaría de ser personalista, cuya legitimidad descansa sobre las cualidades de su líder, a uno cuyo liderazgo estaría legitimado democráticamente. Enfrentar unas elecciones al tiempo que ocurre esa transformación no será fácil. Paradójicamente, los partidos personalistas son débiles institucionalmente, pero suelen ser fuertes y ganan elecciones, como hicieron en 2009. No obstante, nada garantiza que con un liderazgo cuya legitimidad será inevitablemente distinta, CD siga siendo fuerte electoralmente.
Los dos candidatos principales, Rómulo Roux y José Raúl Mulino, han tenido el reto de gestionar el legado del expresidente Ricardo Martinelli, quien es popular dentro y fuera de su partido y, al mismo tiempo, se le responsabiliza acremente de un también enorme descalabro institucional. Esa gestión ha implicado pasar de puntillas por los temas de corrupción de los que acusan a su partido y obviamente hieren a su membresía. Mulino ha intentado abordar el problema proponiendo una reforma institucional, lo que seguramente complace a las capas medias y altas del país, pero que difícilmente seduce al militante de base.
En las primarias, los votantes de los partidos tienen el dilema de elegir entre un candidato con arraigo, es decir, uno que sientan propio y les represente, y otro quizás con menos raíces internas, pero más capaz de obtener votos afuera del partido. Usualmente, se inclinan por el candidato con arraigo. Por eso, parte de la estrategia de Mulino ha sido insistir en el parentesco de Roux con el presidente Juan Carlos Varela, lo que supuestamente lo incapacitaría para hacer oposición y representar los intereses de los miembros de CD. Sin embargo, Roux tiene de su lado a los diputados, que tienen arraigo interno, que tienen capital político propio, que saben ganar elecciones y que “resuelven”. Esa bancada ya consiguió que Roux ganara la presidencia del partido enfrentando a, ni más ni menos, el gran líder histórico que personificaba los intereses de su organización partidista. Igual que en 2013, el resultado de la primaria presidencial de CD es incierto, lo que es raro en un partido con liderazgo personalista. Hoy, 12 de agosto, sus miembros tendrán frente a ellos no solo la elección de su candidato presidencial, sino también las posibilidades de transformación de su partido.
El autor es politólogo
