El poderoso Álvaro Uribe engrosa ahora la fila de exmandatarios latinoamericanos enredados con la justicia. En Colombia, su arresto domiciliario golpea sobre todo a su delfín, el presidente Iván Duque, cuando intenta levantar a un país en crisis por la pandemia.
La Corte Suprema agitó el mundo político con la decisión de ordenar la casa por cárcel contra el también senador y jefe natural del partido en el poder, mientras lo investiga y decide si lo llama a juicio por manipular testigos contra un legislador de oposición.
Uribe, de 68 años y quien gobernó entre 2002 y 2010, está respondiendo en su condición de parlamentario, por lo que su único juez es el alto tribunal, que dictó la medida alegando “posibles riesgos” de obstrucción de la justicia.
Él “es una figura muy reconocida en Colombia, pero también es una figura controversial”, recuerda Felipe Botero, politólogo de la Universidad de Los Andes.
El fundador del partido Centro Democrático (CD) mueve pasiones como ninguno en Colombia. Su oposición al acuerdo de paz de 2016 con las FARC, la antigua guerrilla que combatió sin tregua, fracturó a la opinión pública desde entonces.