Sábado picante

Dice un popular refrán panameño: “Si hay miseria, que no se note”. Y la verdad sea dicha, disimular nuestras miserias lo hacemos casi todos los panameños, solo que muchos no somos conscientes de todas ellas, pues, las escasez no es solo la económica. Hay de muchas otras clases. Es por ello que no he podido evitar imaginarme que la propuesta esa que anda circulando por ahí para que los jueces y magistrados usen toga es la forma más burda de ocultar las miserias de nuestra justicia corrupta.

Así como los rascacielos de Punta Paitilla y Costa del Este ocultan el país de la inseguridad, de las sectas, de la pobreza, de la corrupción política y empresarial –sí, porque los políticos no coimean a otros políticos– del dietilenglicol, el país de Odebrecht, de New Business o el de los pinchazos, la toga negra pretende camuflar algo que ya es oscuro: nuestra justicia. No tengo idea de quién habrá sugerido usar el nuevo atavío, pero no será respeto ni seriedad lo que transmitirá, sino luto, cuál réquiem por la dama de la justicia, que hace rato está muerta, aunque insepulta.

Muchos de nuestros “distinguidos” juzgadores ya son objeto de caricaturas, son el hazmerreír, protagonistas naturales de memes, bromas, mofas y burlas, pero aparentemente han descubierto que estaban incompletos: no hay payaso sin disfraz. Y creen que la toga transmitirá solemnidad a sus grotescas bromas, a sus sentencias bufas. Están lejos de ello. Lo que harán es arrebatarle la formalidad a la toga. Pero ya que están en ello, les sugiero usar la peluca en vez del birrete. Si van a hacer el ridículo, por favor, no se priven. Entre más risa den, mejores bufones serán.

Ya en Panamá son famosos algunos de nuestros “juzgadores”, pero quizás ahora con la toga alcancen fama internacional y hasta puedan competir con un bufón que cobró notoriedad internacional el año pasado: Joaquín Phoenix, que interpretó al Jocker (o el Guasón), un singular criminal de Ciudad Gótica, quien alguna vez perteneció a la Liga de la Injusticia, algo muy apropiado para nuestros futuros togados que ya han mostrado méritos propios para estar en la misma banda, sin nada que enviarles a sus colegas.

La gran oportunidad la tendrán con el caso Odebrecht. Ojalá que para entonces ya vistan con “solemnidad”, porque nada nos gustaría más que verlos pronunciar sus bufonadas, trajeados con sus elegantes togas negras, bien almidonadas y con cada pliegue perfectamente planchado. Oírlos pronunciar en tono severo el fallo que pondrá a Aguia, Cachaza, Explorer, Periquito y muchos otros miembros de la banda de Odebrecht en la calle, como si nada hubiese pasado.

Dudo mucho que la toga los haga mejores personas. Dudo que puedan ocultar sus miserias bajo la tela negra. Lo que sí lograrán es convertir la toga en un refinado trapo de fogón.


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