La semana que termina ha sido productiva en escándalos. Este gobierno se da el lujo de tenerlos a la carta: latrocinio de alcaldes y representantes que creen que porque llevan mascarilla no se les nota su cara de granujas; clases de sexo virtuales en el Inadeh, filmadas desde una rendija, al estilo más runcho que nos puede dar la membresía del PRD; creación de nuevos distritos y corregimientos, pues el número de caraduras, buenos para nada, ha aumentado notablemente.
Cuando este siglo termine, Panamá tendrá cinco docenas de provincias; 251 circuitos electorales con 327 diputados; 506 alcaldes; 16 mil 209 representantes de corregimiento y tres presidentes y nueve vices, todos peleándose ferozmente lo que queda del país, porque para entonces, sus habitantes no tendrán nada. Quizá alguna vieja papeleta de elecciones que no pudo ser depositada en urna porque un político se la llevó para hacer su propio conteo.
El “buen gobierno” tiene una que otra cosa buena, como la vacunación, hecha por personal profesional que gana una fracción de lo que se meten alcaldes y representantes. Pero, por lo demás, es la gran decepción. Lo que es lamentable es que cada gobierno es peor que el anterior. Sus funcionarios son el vivo reflejo del fracaso de nuestra educación.
Tenemos políticos analfabetas manejando miles de millones de dólares. No ven oportunidades para la gente, sino para ellos. Por eso me pregunto qué siente la sociedad al oír lo que el presidente, el vice y el contralor dicen que es rendición de cuentas. Eligen los temas, exponen sin probar lo que afirman y no permiten una sola pregunta. Como dijo el diputado Juan Diego Vásquez, eso solo fueron monólogos.
Nuestra sociedad muestra inequívocos signos de corrupción. Muchos panameños ya no quieren luchar contra esta, quieren unirse, a través de los partidos políticos o por otros caminos más peligrosos, pero con los mismos réditos. La diferencia es que a los primeros se les llama “honorable”, “su excelencia”, y a los otros, por un alias, pero son la misma clase de pillos.
No me creo eso de que los panameños no saben que les están robando. ¡Claro que lo saben! Pero muchos cierran los ojos… para fantasear con que son ellos los que lo hacen, bajo el paraguas protector del partido y sus inmaculados, honrados, intachables, íntegros y honorables bribones, que han logrado para su gloria la primera impunidad de rebaño.
Gracias a esa impunidad es que tenemos escándalos a la carta que sirven, además, para tapar otros escándalos y acostumbrarnos a estos. Y cuando uno cree haberlo visto y oído todo, los políticos nos sorprenden con algo nuevo, como ha sido el caso de los modelos del breve curso de sexo en sillón del Inadeh. A esos les robaron hasta la intimidad. Ya no hay respeto… por las oficinas públicas. Ahora, siendo pública la oficina, no hay derecho a reclamos.


